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"La televisión empeora el gusto de las personas"

El escritor checo Ivan Klíma recopila sus artículos clandestinos en un libro

LÍDIA PENELO

Comenzó a ser escritor en un campo de concentración. Cuando estalló la Segunda Guerra Mundial, Ivan Klíma (Praga, 1931) estaba a punto de cumplir 8 años, y durante su cautiverio, contó con el “alimento espiritual” de una versión de la épica de Homero, Los papeles póstumos del Club Pickwick, de Dickens, y Los hijos del capitán Grant, de Julio Verne. Sus reflexiones sobre el autoritarismo, el relato sobre cómo empezó a escribir y sus opiniones sobre literatura, son algunos de los textos que se pueden leer en El espíritu de Praga, publicado por Acantilado.

Los 25 artículos que construyen este libro fueron escritos en periodos muy distintos, aunque están cosidos por el mismo hilo: todos pertenecen a la época en la que el autor sólo podía escribir de manera clandestina. La falta de libertad ha acompañado la trayectoria de este compañero de generación de Vaclav Havel y Milan Kundera. Klíma, durante décadas, fue un escritor furtivo que trabajaba de conductor de ambulancias.

A punto de convertirse en octogenario, conserva una mente lúcida pero cada vez más escéptica. Lamenta, aunque sin amargura, que después de la Primavera de Praga el pueblo checo no formara una oposición activa. “Aunque los medios de comunicación mentían y la gente estaba harta, en los sesenta y setenta la tolerancia fue muy alta. La gente para poder vivir un poquito mejor no luchó”, añade el autor, que opina que “la tolerancia nunca debe significar debilidad”.

Hasta 1985 no le facilitaron el pasaporte, y claro, conoce Praga como la palma de su mano. Otra cosa que lamenta es que en su ciudad “apenas hay rótulos en checo, hay demasiados turistas y las tiendas de souvenirs venden matrioskas”; pero supone que “es cosa de la globalización”.

Considera que la abundancia ha empobrecido la cultura: “durante el totalitarismo la cultura acepta un papel político y cuando tenemos libertad eso se pierde. Después del 89 triunfaron los musicales de Broadway, no las obras de Ionesco. La televisión empeora el gusto de las personas”. También advierte que en cada país existe el riesgo de que vuelva un régimen totalitario: “Tenemos vigilar y defender la democracia ya que tiene un punto débil, da la libertad a todos, y también a sus enemigos”, asegura.

El futuro lo ve mal. “Si vamos a seguir con esta velocidad destruiremos el planeta. El ser humano siempre intenta correr para mejorar y eso genera violencia. La semana que viene me reuniré con los ecologistas de mi país para tratar el tema”, dice.

¿Alguna solución? “O la humanidad se vuelve más modesta o terminaremos en catástrofe. Yo no seré testigo, pero me gustaría saber qué hará la gente joven para impedir el desastre”, responde. Pero Klíma no quiere terminar con una afirmación pesimista y apunta que la memoria nos brinda la esperanza. “Tenemos que conocer lo que pasó para evitar que vuelva a suceder. La lengua y la historia es lo que convierten al hombre en ser humano. No deberíamos olvidarlo”, argumenta este superviviente del Holocausto.

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