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La venta de música cae el 17% en España en 2009

El informe anual de la Federación Internacional de la Industria Discográfica (IFPI) constata un claro descenso en el mercado físico, pero revela un aumento del 10,6% en el entorno digital. El 15% de la compra de música ya se

J. M. M.

La venta de música en España cayó en 2009 un 17%, según el informe anual de la Federación Internacional de la Industria Discográfica (IFPI), presentado ayer en Londres. El balance culpa a la piratería de los males del sector y hace especial mención a la situación de España, donde se reconoce 'una cultura de apatía gubernamental y tolerancia hacia el intercambio ilegal de archivos a través de Internet'.

Sin embargo, es especialmente reseñable el aumento de las transacciones digitales en nuestro país, que experimentaron una subida del 10,6% durante 2009. La pérdida de fuerza del mercado para los móviles fue más que compensada por un meteórico ascenso de la venta de música a través de Internet, que se incrementó en un 59%.

Pese al optimismo que contagian estos datos, la industria discográfica española ha calificado este ascenso como 'tímido'. Es curioso que mientras en el sector del libro aseguran que llegar al 5% de ventas en el mercado digital sería un éxito, en el ámbito discográfico no se conformen con el 15% que alcanzó en 2009.

'Porcentualmente es importante, pero partimos de un mercado muy pequeño. Estamos hablando de una facturación de 32 millones de euros. Las cantidades son muy inferiores al mercado físico. Se sube, pero es poco todavía', explicó ayer a Público Antonio Guisasola, presidente de Promusicae, asociación que agrupa a las discográficas que dominan más del 90% de las ventas de música en España.

El informe de IFPI denuncia que en España no hay suficiente competencia en el mercado digital a causa de la piratería, 'lo que priva al país de una nueva manera de disfrutar la música que está funcionando en todo el mundo'.

'Hasta 2004 los sellos no apostaron por la Red', dice Antonio Guisasola

Sin embargo, conviene constatar que los éxitos de hoy en las ventas digitales llegan con retraso a causa de la lentitud con la que las discográficas españolas reaccionaron a la avalancha de Internet. Basta recordar el tiempo que tardaron algunas multinacionales en habilitar su página web con el cambio de siglo y sus furibundos ataques a todo lo que oliera a digital.

'Es posible que hasta hace cinco años los sellos españoles no apostaran decididamente por la Red, pero esto ha cambiado. Por ejemplo, Spotify sólo está en seis países y uno es España. Y hay que recordar que España fue el cuarto país europeo donde se implantó iTunes', replica Guisasola.

'Sufrimos los precios elevados de los noventa', dice Mark Kitcatt

El aumento del mercado digital español está relacionado con la reducción de precios (como es el caso de la tienda de iTunes, cuyo responsable de comunicación en España, Paco Lara, no hizo ayer declaraciones por política de empresa) y la llegada de un gigante como Spotify, que en tan sólo un año ya ha conseguido '1,4 millones de usuarios en España', afirmó ayer Lutz Emmerich, responsable de la compañía en nuestro país. Según él, 'los sellos se han dado cuenta de que su canal tradicional tiene que cambiar y han buscado soluciones'.

Para Mark Kitcatt, portavoz de la Unión Fonógrafica Independiente (UFI), asociación de discográficas españolas que publica el 80% de novedades en nuestro país y que no forman parte de Promusicae, 'no se puede ver una relación entre lo que se baja y lo que no se vende, porque la gente se baja de todo y luego hay cosas que ni escucha'.

Kitcatt afirma que la piratería 'en España alcanza unos límites brutales', pero mira más allá y constata otros males que afectan de forma particular a nuestro mercado. 'Durante los noventa, con España ya en la Unión Europea, los precios de los discos se situaron al mismo nivel que en países como Francia o Reino Unido para evitar la exportación, aunque el nivel adquisitivo en España era mucho menor. Eran demasiado caros, mientras que en Inglaterra eran un producto mucho más accesible para cualquier bolsillo', razona Kitcatt. Eso explica que en Inglaterra el descenso de venta de discos haya sido mucho menor que en España, donde ya alcanza el 71% desde el año 2000.

La IFPI critica al Gobierno español por su 'apatía' contra las descargas

Las multinacionales que se cobijan bajo el paraguas de Promusicae se quejan ahora de que no se venden discos, si bien, según Kitcatt, en el pasado tuvieron actuaciones discutibles: 'Un paso interesante hubiera sido ayudar a las pequeñas tiendas de discos a dar el salto al mundo digital, como se ha hecho en otros países, pero no hicieron nada. De hecho, en los noventa, las multinacionales vendían sus discos a los supermercados a tan bajo precio que los propietarios de pequeños establecimientos musicales iban a comprar discos al Carrefour porque les salía más barato que el precio que les ofrecían los sellos'.

El informe de la IFPI no duda en criticar duramente al Gobierno español: califica su actitud en materia de descargas de 'muy frustrante' e incluso se atreve a denunciar que sólo muestra disposición a impulsar leyes antipiratería cuando va a tener reuniones con el Gobierno de Estados Unidos. 'Dentro de poco tiene una reunión con Obama y volverá a incluirlo en la agenda [la ley antipiratería] para tenerlos contentos', reza el informe.

Sin llegar a pronunciarlo, la IFPI hace mención a medidas que podrían restringir la libertad de expresión e información de los usuarios en Internet. Olvida la IFPI que este tipo de acciones no cuenta con el apoyo de gran parte de la sociedad española, como demostró la enfurecida reacción en la Red tras el frustrado anteproyecto de ley del Gobierno socialista para cerrar páginas web sin autorización judicial.

JUAN VARELA, autor del blog periodistas 21 

Ocho de cada diez fans en Internet de Alejandro Sanz pagan 38,99 euros al año para no hacer cola por las entradas de sus conciertos, una bienvenida y una camiseta. Pero las discográficas se quejan. El grupo Vetusta Morla vendió más de 35.000 discos de su debut. Reconocen que sin redes sociales y descargas no serían famosos. Pero nadie compra discos, según la industria. El streaming de Spotify llega a seis millones de personas. Se calcula que un millón son de pago: 9,99 euros al mes por música sin límites en su ordenador o su móvil sin publicidad. Luchan para que las discográficas rebajen el precio de los lanzamientos. Pero los sellos lamentan el deterioro del mercado. Apple ha aumentado un 70% la venta de álbumes con el formato multimedia iTunes LP. Pero la industria retrasa un acuerdo de licencias europeas. Un mercado único de contenidos que el presidente Zapatero acaba de proclamar prioridad europea. Un tercio de los internautas europeos y la mitad de los británicos ven vídeos musicales en YouTube. En 2009 la web retiró la mitad en Gran Bretaña por el precio de los derechos. La caída de ventas hizo rebajar el precio a los sellos. Pandora y Last.fm, dos webs de recomendación de música, han luchado años para rebajarlo. Una sobrevive en un solo país y la otra en manos de una discográfica. Yes.fm, Rockola.fm y otras iniciativas españolas sufren la sordera de las multinacionales y la falta de oferta alternativa de derechos, como denuncia la Comisión de la Competencia.Negación y confusión de la industria por el enorme cambio de su negocio. Empieza a reconstruirlo. Su informe 2010 se titula Música como, cuando y donde quieras. Le ha costado mucho oír el clamor de los consumidores y renunciar a exorbitantes beneficios históricos. Pero la música está en todas partes: se compra, se comparte, viene en los móviles y llena las redes sociales. La tecnología rompe el dominio de las discográficas sobre aficionados y músicos. Sin descargas no se hubiera conseguido, pero la negociación ACTA de propiedad intelectual y las recientes leyes europeas contra el P2P animan a las discográficas a seguir con la política del palo y la zanahoria. Todavía mandan para eso.

JESÚS MIGUEL MARCOS

“Nuestra función no es negociar, sino dar información”. Lo dijo ayer Manuel Medina, presidente de Ibercrea, la plataforma de nueva creación que agrupa a cuatro entidades de gestión de derechos de autor (SGAE, AIE, AGEDI y CEDRO). Sin embargo, Medina se esforzó en hacer todo lo contrario: quedarse callado. En una rueda de prensa tan concurrida que se acabaron los dossieres para los periodistas (alguno incluso tuvo que mendigar una silla), todavía coleaban las reacciones al informe que la Comisión Nacional de Competencia publicó el martes en el que criticaba duramente a las sociedades de gestión. El miércoles, el subdirector de SGAE, Pablo Hernández, había denunciado en los pasillos del Congreso de los Diputados (asistía a la subcomisión de Cultura para la reforma de la Propiedad Intelectual) la presencia de “lobbies e intereses ocultos” detrás del documento de Competencia. A Medina se le invitó a aclarar cuáles eran esos “intereses ocultos”, pero declinó la oferta hasta en tres ocasiones. “No me corresponde a mí hablar sobre eso, porque yo no estuve en la subcomisión”, razonó. Los presentes compartieron miradas de incredulidad porque, a medio metro de él, sentado a su izquierda, estaba el mismísimo Pablo Hernández, que sólo en un corrillo tras la rueda de prensa matizó sus palabras del miércoles: “Lo que dije es que hay muchos lobbies e intereses que han sido más recogidos que otras opiniones”. Y comenzando a caminar, declinó responder a más preguntas alegando que “hoy es el día de Ibercrea. Otro día hablamos de mis opiniones”.
Tras varios años de pelea contra las redes P2P desde su escaño en Estrasburgo, el ex-diputado socialista Medina se marcó un panegírico en toda regla de la propiedad intelectual (“es la expresión de la inteligencia de un país”) que culminó preguntándose, no sin cierta dosis de emotividad: “¿Es que hay algo más valioso que la propiedad intelectual?”.
El esquivo Medina y sus silenciosos compañeros de mesa (además de Pablo Hernández, los directores de AIE, AGEDI y CEDRO) ni siquiera se pronunciaron sobre algo que en principio va en consonancia con sus intereses: la polémica inclusión de la propiedad intelectual en el anteproyecto de Ley de Economía Sostenible. “No le voy a responder. Es un anteproyecto y, a medida que se estudie, iremos viendo”, dijo Medina. Probablemente para demostrar que conoce el tema a fondo, Medina adornó su discurso con entrañables recuerdos del pasado (la primera vez que vio una Xerox en la década de los cincuenta o aquel día, en los años sesenta, en que un amigo le dijo que su novia se dedicaba al “arte de la informática”), aunque lo que se esperaba era una mirada al futuro. 

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