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Viena fue una fiesta de la sensualidad

Suiza reúne una muestra impresionante sobre Gustav Klimt, Egon Schiele y sus coetáneos del modernismo vienés

PATRICIA BAELO

Viena, año 1900. Son tiempos de revolución en la capital austriaca. Freud comienza a elaborar sus primeras teorías sobre psicoanálisis, y el compositor Schönberg hace lo propio en música. Surge una nueva generación de artistas dispuestos a romper con el historicismo imperante, decididos a buscar la espontaneidad estética: es el movimiento bautizado como 'Secesión'.

Klimt, Schiele y su tiempo, que se inaugura en la Fundación Bayeler de Basilea, rinde culto por vez primera al modernismo vienés en su totalidad, como corriente multidisciplinar capaz de renovar todos los cánones estéticos tanto en artes plásticas, como en diseño. 'A la pintura le siguieron las maquetas, los carteles, los vestidos, los muebles... fue una obra de arte integral', explica a Público la comisaria de la muestra, Barbara Steffen.

La retrospectiva recorre por orden temático, los grandes rasgos del modernismo vienés a través de 300 piezas que proceden de museos y galerías internacionales tan prestigiosas como el Museo Guggenheim o el Museum Of Modern Art, ambos de Nueva York, o la Albertina de Viena.

Junto a Klimt y Scheile, hilos conductores del modernismo vienés, se exponen casi 20 artistas más. Entre ellos, el tenebroso Kokoschka, quien hace gala de un dominio del color inaudito para la época (precedente del expresionismo ruso) en Retrato del compositor Schönberg. La comisaria enfatiza en este sentido que 'ser vienesa significa que beberás a Klimt y a Schiele hasta en la sopa. Hasta las etiquetas de las botellas de agua llevan sus pinturas'.

Klimt, Schiele y su tiempo revela algunas curiosidades de los bosquejos que la mayoría de los pintores realizaban antes de la obra. Pero de entre todas las excentricidades resalta el simbolismo que se esconde tras la trilogía de Ria Munk, compuesta por tres retratos de la misma joven, que además nunca han sido expuestos juntos hasta la fecha. Revelan la triste historia de Ria Munk, de 24 años, quien se quitó la vida ante la negativa de su amado de casarse con ella.

Así es como, por encargo de los padres de ella, Klimt comenzó a pintar retratos de la mujer, como relata Steffen, una vez fallecida. El tríptico se cierra con la muerte del propio artista, que le sorprendió durante el tercer cuadro, que queda inacabado.

La Judith de Gustav Klimt (1862-1918), con su marco de pan de oro que resalta pone de relieve color, erotismo y ornamentación exacerbada. Ha abandonado lo rectilíneo, se deleita en cada curva femenina. La tez de la joven es blanca y fina, y su mirada triste y abatida. Un esquema de la mujer a modo de ninfa que aparece repetido hasta la saciedad también en Egon Schiele (1890-1918), tal y como refleja su Pareja de amantes femeninas.

La inspiración de estos pintores es la naturaleza como en Peces de Oro o el jardín que decora el fondo en La Bailarina (ambas de Klimt). En medio de este panorama, la temática sólo se centra en dos puntos: el retrato casi siempre de mujeres y el paisaje. La técnica persigue los grandes campos monocromáticos y de tonos vivos, como en el paisaje Aterres, donde sólo se presta atención al intenso azul del lago.

La sensualidad es otro de los aspectos buscados con el desnudo, ya sea con la sutileza propia de Klimt en Desnuda que yace sobre su vientre, o de forma más explícita y voraz, como las modelos de Schiele, quien aprovecha para recrearse en la obscenidad de obras como Acto de amar, donde una pareja practica sexo para el impúdico pincel.

El erotismo llega a acaparar tanta atención, que se convierte en el núcleo exclusivo de la sala principal de las once estancias que componen la muestra. Es el gabinete erótico de Klimt y Schiele, maestro y alumno, amigos de por vida pese a sus personalidades tan distintas. Klimt siempre se relacionó con la alta sociedad; Schiele optó por llevar una vida de escándalos, que de vez en cuando sacaba a pasear gracias al sarcasmo que le permitían sus retratos.

Como Schiele pronosticaba en el título de una de sus obras el sabio de Schiele: 'El arte no puede ser moderno. El arte es eterno'. Más visionarios que el resto, y de una intensa actividad a pesar de desarrollarse en un lapso breve, que concluyó de modo dramático en 1918 con la muerte de muchos y el exilio de otros tantos a causa de la guerra sus ideas calaron en algunos movimientos que traería el nuevo siglo, como la Bauhaus alemana o el De-Stijl.

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