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Todas las voces conducen a la autobiografía

Estrella de Diego publica un ensayo sobre el fenómeno del género más íntimo

PEIO H. RIAÑO

'A Andy Warhol, Belén Esteban le parecería lo más'. Eso para ir calentando, porque la ensayista y catedrática de Arte Contemporáneo de la Universidad Complutense de Madrid, Estrella de Diego, publica No soy yo (Siruela), un ensayo sobre la autobiografía, un género que acaba por estar en todas partes, 'en cada rincón del relato cultural', como dice ella misma. Incluso en la televisión: el mayor relato autobiográfico construido en directo es el de Belén Esteban.

El lado oscuro es lo que más interesa a la fama. En eso lleva ventaja Esteban a Isabel Preysler, la popular sofisticada. Dos caras diferentes de la fama y de las autobiografías. Por eso no nos gusta tanto la Preysler, según cuenta Estrella de Diego, porque el atractivo de una autobiografía es la apariencia de verosimilitud.

Cuanto más glamourosa sea la vida del personaje, menos verdad nos parece. Es curioso que Andy se inventara una infancia muy desdichada para triunfar. Si tu quieres triunfar, invéntate una infancia muy desdichada que la cosa de la autobiografía canalla es lo que más gusta', asegura a este periódico la autora de Tristísimo Warhol: cadillacs, piscinas y otros síndromes modernos.

En este juego de construcciones y paradojas, la autobiografía es el resultado de la necesidad de conocerse a uno mismo. Sin embargo, y aquí la explicación del título del ensayo: 'Desde el momento en que yo hablo de mí misma, no hablo de mí sino de muchos más'. Es decir, cuando se escribe una autobiografía siempre se trata de cualquier cosa menos del autor. Nueva paradoja: uno se desnuda para camuflarse.

La intimidad, la verosimilitud, la cercanía, el lado canalla o el testimonio son los pilares de la autobiografía, que siempre es camuflaje. 'Uno hace que se desnuda pero en realidad hace todo lo contrario', resume la historiadora del arte. 'Mira Belén Esteban, cuanto más cuenta su vida y más se desnuda, más se convierte en una construcción, en una mentira. Porque a la verdad no la cree nadie', explica.

Cada vez es más difícil creer la verdad que hasta hace medio siglo defendía la historiografía, porque el gran relato, el relato heroico, ha desaparecido para dejar paso a la verdad fracturada. La verdad se compone de cientos de voces, de pequeños relatos autobiográficos como los que se dieron a raíz del Holocausto. Se acabaron los grandes nombres como único testigo, como grandes gestores de la Historia. Estrella de Diego lo sintetiza de esta manera: 'El testigo estádesacreditado, pero los testigos están acreditadísimos'.

En este sentido, la autora quiere destacar que estos microrrelatos de la historia han sido reivindicados y apoyados por las feministas y la historia de las mujeres. 'Ellas ayudaron a revisar el gran relato contando con todos estos relatos minoritarios', por eso cada vez hay más voces y más testigos que cuentan. El historiador hoy tiene en cuenta la historia oral, tal y como demuestra las experiencias de la Memoria Histórica en nuestro país.

Las fronteras entre la verdad, la autenticidad y la mentira van cayendo, al tiempo que crece la fascinación contemporánea por el género. Ahora que sabemos que hasta la verdad es una convención cultural, confiemos en la mejor mentira.

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