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Antonio Gallardo, el jockey que galopa a lomos del éxito en EEUU

El sueño americano existe: Antonio Gallardo, un jockey andaluz desconocido en nuestro país, participará hoy en la carrera de caballos más importante del mundo en Miami.

Antonio Gallardo, a lomos de su caballo.

Podía haber sido Tom Joad en 'Las uvas de la ira' de John Steinback. El sentido de la vida sería el mismo. El viaje en busca de la tierra prometida. El paralelismo sería infinito con este hombre, Antonio Gallardo, nacido en Andalucía, en Jerez de la Frontera, que hace años marchó a Estados Unidos sin nada, ni biografía ni dinero, con una imaginación infinita.

"Si quieres ser un jockey de verdad tienes que irte", le dijo José Luís Martínez que, a los 46 años, todavía se mantiene en activo en las carreras de caballos, que ha sido Premio Nacional del Deporte y que no sabe decir lo que entonces vio en Antonio. "Pero algo vi. Quizás esos ojos que se comían el mundo o quizás mi propio reflejo cuando tenía su edad. Entonces yo ya había estado en Estados Unidos. Sabía que el sitio estaba allí y que él podía ser un superclase entre los mejores del mundo".

Aunque parezca mentira, hoy es verdad. Y si esto es un milagro, el único culpable es Antonio Gallardo, que ha construido un alegato de la vida, con más de 1.000 carreras ganadas en Nueva York, en Tampa, en Pensilvanvia, en cualquier parte de Estados Unidos: no hay fronteras. Sin embargo, no sería justo explicar tan solo que "esto es el sueño americano o que es verdad que EEUU sigue siendo la tierra de las oportunidades". No sería justo porque entonces sería como prescindir de la dureza de Tom Joad en Las uvas de la ira y olvidar que el camino de Antonio Gallardo ha sido muy difícil en Estados Unidos. La paciencia fue la vida. Su éxito ha sido una lección en un país que es como un folleto de publicidad con más de 10.000 jockeys cada minuto que pasa más preparados. Nada que ver con España, donde habrá 50 que rara vez salen en los periódicos. Gallardo, sin embargo, colecciona portadas suyas en EEUU.

"Llegué sin saber nada del idioma y nunca pensé que yo pudiera llegar a hablar inglés. Tampoco imaginé que la soledad fuese tan dura como lo fue en los primeros meses"

"Llegué sin saber nada del idioma y nunca pensé que yo pudiera llegar a hablar inglés. Tampoco imaginé que la soledad fuese tan dura como lo fue en los primeros meses en los que estaba solo. Tenía que ir andando a todas y las distancias son enormes. Llamaba a mi madre por teléfono y la decía 'yo me voy de aquí' ". Pero entonces floreció el Tom Joad que Gallardo llevaba dentro y que duró tiempo. "Incluso cuando pude comprarme mi primer coche que no tenía ni aire acondicionado". Y eso era una tortura en el calor húmedo de Miami.

Pero la vida era así o tenía que ser así para Gallardo, acostumbrado a lo peor al principio, a montar cada mañana catorce o quince caballos en los que, sin embargo, descubrió que tal vez la caída más dura de su vida ya la había vivido. Fue en el hipódromo de La Zarzuela cuando una yegua le pisó el abdomen y, según la leyenda, le partió el hígado en dos.

Antonio Gallardo será uno de los doce jockeys que se jugarán un premio de doce millones de dólares en la Pegasus World Cup

Así que el poder de esta historia podría ser insuperable como se retrata hoy en Miami, donde Antonio será uno de los doce jockeys que se jugarán un premio de doce millones de dólares en la Pegasus World Cup de esta madrugada. Será una carrera única, con personajes como Bruce Springsteen en la grada, y Gallardo llevará el caballo 'War Story' porque su multimillonario propietario le ha elegido a él. Ha conseguido esa reputación. "He pasado de no tener nada a tenerlo todo. Al principio, cuando llegué a EEUU, pasé semanas sin subirme a un caballo. No había manera. Así que construí uno con palos con mi agente Victor Centeno para cambiar mi manera de montar. Tenía que recogerme más, cambiarme el látigo con más facilidad, porque aquí las carreras son más rápidas".

En realidad, los jockeys se juegan la vida con caballos que superan los 60 kilómetros por hora, capaces de bajar de un minuto en 1.000 metros. Una locura para estos hombres como Antonio Gallardo. Un personaje de carne y hueso, un andaluz de 1,63 centímetros de estatura, todo fibra, que se enorgullece de lo vivido. "Si hubiera sido fácil no tendría mérito". El éxito, sin embargo, no ha cambiado al ser humano. "La primera vez que entré en un cuarto de jockeys me quedé alucinado. Estaba lleno de estrellas multimillonarias a las que no les importaba que yo les preguntase como podía mejorar. Desde entonces, he entendido que la mejor forma de aprender es ver y escuchar".

El jockey Antonio Gallardo.

"Aquí se puede apostar por carreras de cualquier parte del mundo menos españolas. De hecho, nada más llegar lo primero que me preguntaron es si en España hay carreras"

El triunfo hoy es él, Antonio Gallardo, como si fuese un personaje de Steinback: el acto de rebelión, la batalla contra su suerte, los nuevos tiempos. De ahí el placer de escribir de un hombre que ejerció como nadie su derecho a cambiar de vida, a rescatar los sueños del niño que se emocionaba viendo las carreras de caballos en la playa de Sanlucar de Barrameda. Hoy, podrá ser un absoluto desconocido en España, donde una profesión como la suya está en peligro de extinción. Pero mientras tanto, él, Antonio Gallardo, es casi un héroe en Estados Unidos, donde capta rápido la diferencia y a menudo se le "cansa el antebrazo de firmar autógrafos". Una diferencia crucial. "Aquí se puede apostar por carreras de cualquier parte del mundo menos españolas. De hecho, nada más llegar lo primero que me preguntaron es si en España hay carreras".

Quizas por eso un caso como el suyo es tan difícil o tan sobresaliente. Las estadísticas asienten como nunca. Antonio Gallardo ganó 332 carreras en 2016 con unas ganancias en el ránking de 7.347.832 millones de dolares que le dan personalidad a uno. A los 29 años, ya no hace falta preguntarle si tiene la vida resuelta. "Disfruto con lo que hago, pero eso no significa que esté conforme". Su ambición la delata esta anécdota que cuenta José Luís Martínez. "Le dije que quería ir a verle a Miami a la carrera Pegasus. Pero desistí una vez que me contó su agenda. Nada más terminar en el hipódromo se tenía que ir al aeropuerto para competir al día siguiente en Nueva York. Pero, en realidad, esta es la vida de los jockeys, gente que puede hacer hasta diez carreras al día en las que se pueden hasta jugar la vida a una velocidad endiablada". Quizá porque así es la vida y así es la tierra prometida, o la tomas o la dejas, como explicó John Steinbeck hace tantos años, en medio de la gran depresión en 'Las uvas de la ira'. Hoy, Antonio Gallardo, como ayer lo fue Tom Joad, sólo es uno de sus exponentes más fieles: una prueba de que en el esfuerzo hay futuro.

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