Este artículo se publicó hace 14 años.
"En buena medida, el fútbol une lo que desune la política"
Entrevista al catedrático José Álvarez Junco. Sostiene que la proliferación pública de banderas ‘rojigualdas’ es una prueba de que dicho símbolo está perdiendo "las connotaciones pol&ia
Al catedrático de Historia de la Universidad Complutense José Álvarez Junco le gusta el fútbol. Pero lo lleva con mesura y sin fanatismos. Experto en la construcción nacional de España y el significado de la adopción y difusión de los símbolos nacionales, analiza el fenómeno que ha desatado el éxito de La Roja: banderas rojigualdas que empapelan el país y la exaltación del sentimiento patriótico. Sostiene que las muestras de los símbolos nacionales durante el Mundial con el éxito de la selección son un paso para eliminar "las connotaciones políticas asociadas a la extrema derecha", que tenían antes. Esto, afirma, puede perdurar históricamente.
«El nacionalismo español no se ha incrementado. Está ahí, incluso en el País Vasco»
¿Qué significado tiene la exaltación de lo español' con el Mundial?
Estos acontecimientos deportivos fueron inventados a comienzos del siglo XX, cuando los nacionalismos de contenido racial estaban a flor de piel. Ese contenido fue siempre una cosa absurda, pero hoy más todavía. Eso de que las selecciones expresan nuestra forma de ser, como que los alemanes son metódicos y técnicos y los españoles son furiosos e impulsivos, son topicazos del Romanticismo. Si la selección española tiene algo es la buena técnica.
Desde que en 1977 se aceptó la bandera rojigualda' como símbolo común, ¿se había visto un fenómeno como éste?
«El nacionalismo banal, el del día a día, ha hecho que la bandera salga a la calle»
No, no se ha visto porque la bandera estaba muy asociada al franquismo. Para mi generación, que la mitad de la vida la hemos pasado bajo ese régimen, tiene una connotación política asociada a la extrema derecha, que se ha cultivado en las zonas de nacionalismos periféricos. Es importante que se le quite esa connotación como un signo de normalización de los símbolos; que la bandera para los jóvenes no tenga ninguna connotación política de derechas, y que sea simplemente un símbolo simplificador y aglutinante de una sociedad compleja en la que hay ciudadanos de izquierdas y derechas, catalanes y vascos, católicos y no católicos. Es una normalización, en el sentido de que nos adaptamos a la norma de los Estados-nación.
¿Une el fútbol lo que desune la clase política con su peleas?
En buena medida sí. Esas divisiones, sobre todo las relacionadas con competencias y las disputas autonómicas, interesan a las clases políticas que son los que sacan beneficio de que los recursos y las competencias correspondan al Estado central o a órganos descentralizados. Son ellos los más interesados en fomentar eso. Al ciudadano de a pie en el fondo le trae sin cuidado.
«No creo que el éxito en el Mundial tenga efectos electorales. La memoria política es muy corta»
El vicepresidente de la Generalitat, Josep Lluis Carod- Rovira, se muestra inquieto por la inundación de banderas rojigualdas. ¿Tiene motivos para preocuparse?
Pues sí, tiene motivos para estar preocupado. El hecho de que la bandera española no pudiera salir al espacio público, o saliese escasamente, en las zonas controladas por los nacionalismos más radicales País Vasco y Catalunya les beneficiaba, pero era raro. El nacionalismo banal, como llama Michael Billing al nacionalismo que está presente en nuestra vida diaria pero que es muy importante políticamente, ha hecho que la bandera salga a la calle.
¿En el sentido de que aumenta el nacionalismo español?
En realidad, no es que se incremente el nacionalismo español. Está ahí presente. Incluso en zonas del País Vasco controladas por abertzales, donde no se podría salir a la calle con una bandera, la gente está en los bares viendo el partido de fútbol y están con la selección española de fútbol. No sale porque el espacio público está controlado.
Lo cierto es que se habla más del Mundial que de la manifestación por la sentencia sobre el Estatut.
Sin duda, se habla más y esto es una señal de normalidad. En el sentido, no de que sea lo bueno o lo que tenga que ocurrir, sino que es lo que sucede en los otros Estados-nación que se han consolidado, como Francia, Alemania o Gran Bretaña.
Los partidos se ven como gestas y los jugadores, como héroes. ¿Son los elementos que definen la identidad nacional española?
Vivimos en una sociedad espectáculo y se viven como gestas cosas bastante nimias. Vivimos mucho de manera vicaria, de lo que sale en los medios de comunicación, y se le da a todo una retórica épica. Si a esto se añade la identidad colectiva alrededor del Estado-nación y la mística nacionalista de dar la vida por la patria, la identificación que se expresa con el uso de la primera persona del plural "qué bien hemos jugado" Es una operación de proyección psicológica interna.
Desde Catalunya insisten en que es una selección muy catalana. ¿Se puede patrimonializar la selección de fútbol?
Se intenta patrimonializar porque vivimos ese ambiente tan nacionalista y es la manera que ellos tienen de poder asumir lo que está ocurriendo, que es que la gente se está sintiendo española. Ellos buscan una forma de poder aceptarlo. En 2008 Montilla decía: "Nos podemos sentir españoles porque este equipo representa la España plural". Pero si siempre ha representado la España plural. En el equipo de los años cincuenta, en pleno franquismo, estaban Zárraga y Gainza, ¡eran todos vascos!
¿Se puede ser independentista y seguidor de la selección?
Sí, pero hay que decorarlo y decir, lo acepto porque hay muchos catalanes, muchos del Barcelona.
¿Puede tener efectos político-electorales el éxito en el Mundial?
Si hubiese elecciones inmediatamente podría tener efectos políticos-electorales, pero como falta un año y medio y la memoria política es muy corta, creo que no. A largo plazo, puede quedar el avance en el proceso de normalización de los símbolos, que se vaya disociando la bandera y la identidad española del franquismo. Eso es importante, poder ver a alguien con una bandera y no pensar que es de extrema derecha.
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