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Un clásico sin el clásico

La cita echará de menos a Raúl, un fijo durante 15 años

LADISLAO J. MOÑINO

Un desmarque traicionero a la espalda de la defensa azulgrana, que, al día siguiente, Van Gaal reprochó con dureza a sus defensores. Les había insistido en esos movimientos sibilinos de Raúl. Una palanca suave sobre la salida a ras de suelo del gigantón Hesp.Una carrera con el índice en los labios mandando callar al Camp Nou. Un gesto copiado de Batistuta. Una celebración que Raúl eternizó para el orgullo del madridismo. Una imagen que volverá a llenar las previas del clásico del lunes ya sólo como recuerdo, no como posibilidad de repetición.

En aquel gol que significó el empate a dos postrero de 1999 se sintetiza Raúl, su significado en esta clase de partidos que demandan referentes de jerarquía, caracteres impasibles a la presión y al desafío de saltar al Camp Nou con la blanca puesta. 'Raúl era una referencia para sus compañeros. En el túnel de vestuario le miraban y se tranquilizaban. Este es un equipo joven y ese vacío de liderazgo lo llena ahora Mourinho', dice Valdano. 'A mí me pasaba igual con Argentina cuando miraba a Passarella. Pensaba: Con este de mi lado, hoy al menos no iremos a la cárcel', prosigue.

El liderazgo de Raúl era silencioso. Había más actos que palabras cuando tenía que afrontar los grandes partidos. El batir de palmas de Raúl no se escuchará esta vez en la bocana de los vestuarios del Camp Nou. Ese era su gesto más estridente. Salía en silencio al campo, se giraba, volvía a palmear y se metía en su partido ratonero. 'Era un jugador especial, se hará extraño no verle el lunes, pero siempre me acordaré de mi primer clásico. Fue cuando hizo aquel gesto con el que mandó callar al Camp Nou, fue grandísimo. Se le va echar de menos, no hablaba mucho, pero en los últimos años era ese hombre que siempre empujaba un poquito de más en un partido tan especial', recuerda Salgado.

'Le daba igual cualquier partido. Buscaba la exigencia máxima en el día a día. Tuvo grandes noches contra el Barça, era un gran competidor', afirma Hierro. 'Era un líder, sobre todo en esas citas. Le gustaba tirar del equipo. No era de hablar mucho, con la mirada era suficiente. Viendo cómo actuaba en los entrenamientos y antes de salir al campo te dabas cuenta de lo que había', asegura Celades.

Por primera vez desde que disputara su primer clásico en el Bernabéu, en enero de 1995 (5-0), la figura de Raúl tampoco creará alarmas en el Barça ni en sus aficionados. 'Sabías que no te podías descuidar en ningún momento. Parecía que no estaba, pero en cualquier momento podía aparecer. Raúl es Raúl, uno de los más grandes de la historia y cuando te tocaba enfrentarte a él, decías: ¡Ufff, hoy viene Raúl', rememora Celades, que también lo tuvo como rival en los años que militó en el Barça.

Raúl participó en 31 clásicos de Liga (9 victorias, 8 empates y 14 derrotas). Marcó 11 goles, pero el más atípico que jamás logró en su carrera se lo hizo a Bonano en las semifinales de la Liga de Campeones 2002. Fue en el Bernabéu y el meta argentino aún lo recuerda como si fuera ayer: 'Creo que es la única vez que Raúl ha marcado desde fuera del área golpeando con violencia. Fue un zurdazo colocado que me sorprendió. Durante la semana, Puyol me había avisado muchas veces de que tuviera cuidado cuando Raúl controlara en la frontal porque solía tirar vaselinas. Pero no, ese día tuvo que chutar con fuerza'.

Durante los días previos al clásico ya no habrá esos esfuerzos silenciosos de Raúl en los partidillos de Valdebebas. Esa manera de trabajar que anunciaba partido grande y exigía concentración máxima. La fe del madridismo para derrotar al Barça reside ahora en Mourinho y Cristiano. Raúl seguirá el clásico desde su domicilio de Gelsenkirchen. Sus palmadas ya no retumbarán en el vestuario y sus goles ya no silenciarán el Camp Nou. 'El tiempo pasa para todos', concluye Celades.

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