Una cartulina amarilla asoma en el bolsillo de Pérez Burrull. Juanfran no imagina en esos momentos que él es el receptor. El jugador permanece de rodillas en el área del Madrid tras ser derribado por Pepe. El árbitro le acusa de tramposo, de simular un penalti. Juanfran se va a la calle. Es la segunda amonestación y la ve por igual motivo por tirarse en el área. En la primera parte fue Gago el que le tumbó sin rubor alguno.

"No lo puedo entender. Alucino. Le he dado vueltas en el vestuario y me siento raro. No soy de los que se tiran y los dos asistentes lo han tenido que ver claro. De hecho, el árbitro señala el punto de penalti", dice el jugador al que no le soluciona nada que el Comité de Competición le pueda retirar dichas amonestaciones: "¡De qué sirve! El daño ya está hecho. A mí me da igual que me quiten o no las tarjetas, no me van a devolver los dos penaltis claros que me han hecho y el perjuicio de haber dejado a mi equipo con un hombre menos por algo que no he hecho".

Camacho, mientras, se mordía la lengua. El técnico sufría en sus carnes como visitante de un campo que conoce bien. "Lo peor de todo esto es la actitud chulesca que ha mantenido todo el partido. No puede hacer tantas diferencias. A mí me ha hecho sentar en el banquillo obligatoriamente, mientras Juande seguía dando órdenes. ¡Qué hago! Sigo y que me expulse también", espeta. La injusticia fue tal que una persona nada dudosa de hablar de estas situaciones, Mijatovic, se pone viento en contra y protege a Osasuna: El arbitraje les ha perjudicado a ellos".

Mientras, Chamartín permaneció anestesiado, expectante y atónito por todo lo sucedido durante toda la semana. En los aledaños del campo, la gente se amontonaba una hora antes del en corrillos comentando lo sucedido. La mayoría era claro a la hora de pedir unas elecciones inmediatas y antes del fin de temporada. Sólo con el marcador en contra se pidió minoritariamente un cambio en el club.