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Otra explosión bajo control

Frank Rijkaard abroncó a sus jugadores tras el empate en Valladolid.

ALBERT MARTÍN VIDAL

Desde los tiempos en que provocaba a Rudi Völler, se reía de él y hasta le escupía, Frank Rijkaard no ha vuelto a perder los papeles.

No es casualidad que durante las entrevistas junte los índices y los pulgares en posición típicamente budista. Ni que evite fumar en público con el mismo celo con que se asegura siempre de llevar una cajetilla en la chaqueta. El técnico, que aprendió con Sacchi a contenerse sobre el césped, domina a la perfección el difícil arte de controlar sus palabras.

Sus dardos más célebres

La bronca que echó a sus jugadores el pasado jueves tras empatar en Valladolid no fue, ni mucho menos, la primera vez en que aprovecha los micrófonos para lanzar dardos envenenados.

El holandés, que ha hecho de su flema y educación sus sellos distintivos, lanzó su primer mazazo contra Sandro Rosell en 2005, cuando el entonces vicepresidente del club estaba en plena guerra con Joan Laporta. 'Me quiso echar', dijo en una entrevista aprovechando la consecución del título de Liga de la campaña 2004-2005. Era la cumbre de su popularidad y unos días después cerró su discurso ante un Camp Nou entregado dejando claro de qué lado estaba: '¡Visca el president!', proclamó.

Tras un largo periodo de letargo, la siguiente víctima de su labia fue José Mourinho. Los seis enfrentamientos entre ambos técnicos, agua y chocolate, hielo y fuego, se saldaron con un sostenido duelo dialéctico que finalizó en tablas y en el que el portugués se ganó el privilegio de ser objeto de las puyas de Rijkaard. El holandés llegó a reclamar una sanción para el técnico del Chelsea, amén de recordar que 'el teatro de Londres tiene fama mundial' para negar que Messi fingiera en una acción que costó a Del Horno la expulsión.

El caso Eto'o

Ya campeón de Europa, Rijkaard vivió toda la pasada campaña sumido en el arte de ejercer de bombero y guardaespaldas de sus desmotivadas estrellas. Harto de tanta contención, en apenas unas semanas rompió de un puñetazo el banquillo de Montjuïc y se enfrentó públicamente con Eto'o.

'No ha querido salir', desveló en rueda de prensa para justificar que el camerunés no saltara al terreno de juego tras su lesión de rodilla. 'Es una lástima, porque cada minuto es importante', dijo el técnico.

Aquella frase fue interpretada por el goleador como una agresión y fue el origen de la guerra abierta en el vestuario barcelonista el pasado año. Cuando Eto'o llamó 'malas personas' a Rijkaard y Ronaldinho pensaba precisamente en que ni uno ni otro ocultaron su negativa a jugar.

El siguiente en entrar en la lista negra de Rijkaard fue, ni más ni menos, Bernd Schuster. Tras un intenso choque liguero, y con el recuerdo de la humillación copera sufrida en Getafe, Rijkaard cargó contra el alemán: 'Dijo públicamente que hay que dar hostias'. E ironizó sobre la superioridad futbolística azulona que se atribuyó el alemán: 'Quizás después de 20 copas de alcohol puedo estar de acuerdo. Me gustaría que cada semana me dieran una lección así'.

Puro Rijkaard: guante de seda y, muy de vez en cuando, puño de acero.

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