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Entre la fiesta o el alto riesgo

La declarada enemistad entre las dos aficiones obliga a la Policía catalana a realizado un despliegue especial

N. R.

Una línea imaginaria divide desde ayer Barcelona en dos bandos, dos sectores separados por la final de la Copa del Rey. El uno pinta de rojiblanco para los 45.000 hinchas del Atlético que, desde ayer, se desplazan hacia la capital catalana; el otro, de blanco, para los 35.000 sevillistas que se concentrarán en el Camp Nou. Consciente de la radicalidad de algunos de los grupúsculos de ambas aficiones cuya enemistad ha engordado las páginas de sucesos, la Policía catalana ha realizado un despliegue especial. Unos 500 agentes velarán por que los seguidores de uno y otro bando se crucen lo menos posible evitando así enfrentamientos.

Los 190 autocares del Atlético entrarán por la Diagonal y se dirigirán hacia la plaza Marques de Foronda, donde está ubicada su fan zone. Los 233 del Sevilla lo harán por la Gran Vía en dirección al parque de la Bederrida, el lugar habilitado para que pasen las horas previas al partido. Los 8.000 aficionados que llegarán en ferrocarril (12 trenes de Madrid, nueve de Sevilla) también tomarán salidas diferentes en la estación de Sants. En El Prat, los 20 vuelos chárter que se aguardan desde la capital andaluza y los tres de Madrid aterrizarán en distintas terminales.

Los Mossos d'Esquadra nunca se habían enfrentado a un encuentro de estas características, con dos aficiones españolas enfrentadas sin el Barcelona de por medio. El precedente más similar se remonta a la final de la Liga de Campeones de 1999 entre el Manchester y el Bayern.

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