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Hombre rico, hombre pobre

José Callejón aprovechó la nueva oportunidad que le dio Mourinho

ALFREDO VARONA

Quizá sólo sea la vida, que no siempre es imparcial. Ayer, José Callejón fue una sabia noticia. Ha demostrado en el Real Madrid que puede ser algo más que un futbolista en voz baja. Sin embargo, su hermano gemelo, Juanmi, que era tan bueno como él, estaba en Alicante, pues el verano pasado fichó por el Hércules, y su padre se levantaba como todos los días a las seis de la mañana.

El hombre tiene una orgullosa frutería en Motril, donde siempre destacaron sueños de fútbol. 'Él fue capitán del Motril', recuerda Callejón, que no admite futbolista sin infancia. Y entonces regresa a ese mundo en el que aparece esa pequeña parcela en casa de su abuela, 'con dos árboles pequeños que hacían de porterías' o esa lucha interminable para que el balón no se escapase a la carretera. Y nunca se sabía cuál de los gemelos valía más, si José o Juanmi. 'Sólo recuerdo que en Motril se decía que los Callejón teníamos algo más que los demás'.

Su hermano gemelo, Juanmi, fichó este verano por el Hércules

A los 14 años, los dos emigraron al Real Madrid. Hasta los 18, estuvieron internos en un colegio. Y, a partir de esa edad, fueron a un piso compartido que se cerró en el verano de 2008, cuando José marchó al Espanyol y Juanmi al Mallorca. Al fondo quedaban 21 años en los que los gemelos también confundieron a los árbitros. Desde entonces, ya no hay vidas paralelas.

Juanmi ha jugado en un equipo cada año (Albacete, Córdoba y Hércules). José ha necesitado tres para regresar al Real Madrid, donde ya ha acabado con la indiferencia. Y, sobre todo, en Amsterdam y en Ponferrada. Juanmi lo contempló desde Alicante. Y nadie gritó esos goles como él. 'Cuando hablo de mi hermano me emociono, porque es lo mejor que me ha pasado en la vida'. El día que él se presentó con el Hércules, José, hombre rico, estuvo a su lado, incapaz de olvidar lo inolvidable. 'Mis triunfos son los de mi hermano'.

Callejón ha vuelto al Madrid para terminar con la indiferencia

Sólo cambia el escenario, que se reparte entre Madrid, Alicante y Motril, donde la frutería echa de menos a los niños por las mañanas. 'Antes de ir al colegio, mi madre siempre nos daba fruta para el recreo'. Y es como si la vida no hubiese cambiado y los futbolistas no se diferenciasen: los dos siguen desayunando fruta. Y el padre, también, claro. Quizá porque la nostalgia también es necesaria. Y por eso José escucha tantas veces esa canción de Malú, cuya letra le pide 'háblame, háblame en voz baja a ver si se aparta el aire y me rozas con tu cara'. Y es como si Juanmi, otra vez, jugase a su lado.

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