Marcos Pereda: "El deporte ha ayudado a visibilizar algunos cambios sociales"
El escritor publica 'Príncipes y esclavos: una historia social y cultural del deporte', en el que hace un repaso de la historia a través de algunas de las actividades físicas más populares del último siglo.
Aitana Pérez
Madrid-Actualizado a
"El deporte y la sociedad se retroalimentan, al menos en algunos aspectos", expresa Marcos Pereda. El escritor cántabro, periodista y colaborador habitual de Público, es el autor de Príncipes y esclavos: una historia social y cultural del deporte (Editorial Ariel). En su obra, hace un entretenido repaso de la historia a través del fútbol, el baloncesto o el atletismo, algunas de las disciplinas más populares y reconocidas del último siglo.
Desde las primeras competiciones en la Antigua Grecia hasta los megaeventos deportivos contemporáneos, Pereda revela cómo el deporte es mucho más que las historias del terreno de juego, los resultados y las grandes estrellas. En realidad, es palanca de cambios sociales. En ocasiones herramienta de opresión, pero, en otras, un medio para reivindicaciones políticas.
"Algunos movimientos sociales, no es que hayan sido impulsados sólo desde el deporte, pero sí que han sido, al menos, visibilizados por él", explica el autor.
Es el caso de la lucha contra el racismo en el baloncesto, el atletismo o el béisbol. Porque en las canchas y estadios, ayer y hoy, se encuentra racismo: desde la segregación racial de los años cincuenta a los insultos espetados desde la grada por un público blanco, blanquísimo.
Pero el deporte también es espacio de reivindicaciones, de figuras que rompen barreras. Como Jackie Robinson, el primer hombre negro en jugar en las Grandes Ligas de Béisbol estadounidenses. O como Earl Lloyd, el primero en hacerlo en la NBA en 1950.
También es el caso de las mujeres, que en el deporte, como en tantos otros ámbitos, desafían los límites impuestos por una sociedad eminentemente patriarcal. Figuras como Susan B. Anthony, ciclista y sufragista norteamericana; o Althea Gibson, la primera mujer afroamericana en competir en el circuito de tenis profesional, no sólo son reconocidas por sus resultados deportivos, sino también por visibilizar y transgredir las barreras de género en un ámbito tradicionalmente masculinizado.
"Es algo que está cambiando a marchas forzadas, pero es que se venía de tan atrás que todavía queda mucho por hacer"
Barreras, tanto de género, como raciales o de clase social que aún persisten a día de hoy. "Es algo que está cambiando a marchas forzadas, pero es que se venía de tan atrás que todavía queda mucho por hacer", reflexiona el autor.
Por ello, aún tenemos ejemplos actuales de cómo el deporte puede servir de altavoz para denunciar las injusticias o de motor para grandes debates. Entre otros, el beso no consentido de Rubiales a la jugadora de fútbol Jennifer Hermoso, y la sucesiva dimisión del presidente de la RFEF.
"No creo que el hecho de que se fuera Rubiales estuviera entre las primeras necesidades de las mujeres, pero no deja de ser un símbolo que ha servido para visibilizar y para que se pueda hablar de muchas otras cosas", puntualiza Pereda.
Al fin y al cabo, el escándalo provocó la reacción y la unión del movimiento feminista en torno al lema "Se acabó", y permitió abrir grandes debates. Entre ellos, el consentimiento, la vulnerabilidad frente a cargos de poder, el acoso laboral machista… En este sentido, el deporte, junto con las redes sociales, pueden servir de motor para determinados cambios.
El ‘sportwashing’ y la diplomacia deportiva
Tal facultad tiene el deporte para transmitir y reflejar valores que, a nivel internacional, es también una herramienta de poder blando, es decir, que permite influir en otros Estados o en la escena internacional a través de medios no coercitivos.
El deporte sirve para difundir propaganda política, para establecer relaciones entre Estados que hasta entonces no existían, para promover una imagen positiva de un determinado régimen (el famoso sportwashing en inglés)... Pereda habla incluso de "diplomacia deportiva".
Desde las competiciones paralelas en tiempos de la guerra fría (donde todo, hasta el deporte, estaba polarizado), hasta la recuperación de relaciones entre Estados Unidos y China a través (no solo) del ping pong en la década de los setenta, el deporte ha jugado un papel fundamental en las relaciones internacionales.
Y lo hace todavía hoy, con ejemplos como Arabia Saudí. Tanto la Supercopa de España como el Mundial de fútbol de 2034 se juegan en el país del Golfo Pérsico. Además, a través de su Fondo de Inversión Pública (PIF), la monarquía saudí ha gastado más de 6.300 millones de dólares en deporte desde 2021.
Esta campaña, para Pereda, "es un intento claro de sportwashing. Primero, para hacer dinero. Pero, después, para lavar su imagen". Al fin y al cabo, afirma, "el deporte es una cara muy amable para exportar, porque no hay nada netamente negativo en organizar un torneo de fútbol".
"Hay algo netamente negativo cuando te pones a rascar en cómo se construyeron los estadios, cómo vive la gente allí, o si en si las mujeres pueden pisar o no el estadio los días que no son el torneo", añade.
Estas campañas permiten desviar la atención y la opinión pública hacia una faceta mucho más afable, omitiendo determinadas políticas externas o internas del régimen. "Mucha gente va a poner los ojos en ese país sin fijarse en otras cosas", sostiene Pereda.
Todas estas caras tiene el deporte, que es mucho más que un medio de entretenimiento. Así lo demuestra el repaso histórico de los distintos movimientos sociales que hace Pereda en su obra, que emplearon (y emplean aún) dicha disciplina como altavoz para lograr cambios políticos significativos.
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