Este artículo se publicó hace 15 años.
Un puñado de excusas delirantes
El Madrid anunció que no basaría sus alegaciones ante Competición en "patadas al aire o tonterías así". Pero su escrito final, la verdad, no le deja en buen lugar
José Miguélez
El Madrid anunció que no basaría sus alegaciones ante Competición en "patadas al aire o tonterías así". O sea, que no se dejaría llevar por la sonrojante teoría de su entrenador minutos después de la terrorífica secuencia de agresiones. Pero su escrito final, la verdad, no le deja en mejor lugar. No hay más señorío ni veracidad en negar la primera agresión y en convertir la segunda en un simple intento de librarse de un rival que le amenazaba.
Y lo curioso es que, pese a no atender tan pobres argumentos, a no dar por bueno el inmaculado currículo que se quería colgar del jugador y a no creerse siquiera su arrepentimiento, Competición ha sentenciado finalmente con tibieza. Ha decidido recubrir de la mínima sanción posible la más grave y prolongada secuencia de agresiones e insultos que recuerda el fútbol reciente.
Tanto en las reiteradas patadas a Casquero, en el puñetazo a Albín como en los insultos a los árbitros, el órgano sancionador ha incurrido en un agravio comparativo con sucesos precedentes de similar o incluso menor brutalidad. La suma de todos los castigos (10 partidos) puede dar aspecto de firmeza, pero la posición de Competición (experto en contradicciones) ha sido blanda.
No puede presumir tampoco el Madrid de la suavidad con la que ha juzgado internamente el caso. Anuncia una simple multa y se escuda (en falso) en los límites que pone la AFE para no poder mostrarse más enérgico. Así que el más duro es el propio Pepe, que se confiesa dispuesto a dejar el fútbol por su comportamiento. Si lo cumpliera, claro.
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