Este artículo se publicó hace 11 años.
La San Silvestre, esa fábrica de hacer dinero
Antonio Sabugueiro, el fundador de la popular carrera hace 50 años, recuerda que lo último que se pensaba es que pudiese llegar a ser un gran negocio: "Recibimos portazos a montones"
Ha llegado el día de la San Silvestre Vallecana, de ese verdadero imperio, convertido por derecho en el gran acontecimiento de la última tarde del año. A partir de las 17.45 horas, Madrid aceptará una marea de corredores que sólo se supera en el maratón de Nueva York. Serán 40.000 corredores, 16.000 de ellos mujeres, entre las que (al menos, en esta edición) no estará Ana Botella, la alcaldesa de la capital, que ha dejado la ventana abierta para próximos años. Pero ni siquiera su ausencia resta enjundia al imperio de la San Silvestre, en la que los dorsales, a 20 euros cada uno para una carrera de 10 kilómetros, se agotaron en menos de 24 horas. Una crónica que se repite cada año y que ha convertido a la San Silvestre en uno de esos pocos negocios que no acusa la crisis. Al contrario: hay una legión de corredores que se ha quedado sin dorsal, porque las calles de Madrid son limitadas, no dan para todos. Sin embargo, la paradoja de esta fábrica de hacer dinero, que es la San Silvestre, es que hace 50 años, cuando nació la carrera, lo último que se imaginaba es que esto pudiese ser un negocio.
"En lo último que se pensaba era en ganar dinero", explica a Público Antonio Sabugueiro, un hombre que hoy ya tiene 80 años y que hace 50 se convirtió en el fundador de la actual San Silvestre en un escenario que nunca olvidará. "Fue en la cafetería Bellaluz una noche tomando unas cañas en la que, de repente, sugerí en plan de broma: '¿por qué no organizamos una carrera nocturna?' como podía haber dicho de montar una prueba ciclista". El caso es que, sin darse cuenta, Sabugueiro estaba haciendo historia en la austeridad más absoluta. "La primera vez sólo corrieron 100 personas".
La primera edición generó 24 euros, que solo dio para comprar los trofeosEs más, recuerda que " ni siquiera intervino la Policía Municipal" y que con las 5.000 pesetas (24 euros) que consiguieron "compramos los trofeos para los atletas". Pero eso sólo fue una parte de la historia que continuó en los años y en las décadas siguientes en las que "la San Silvestre cada vez demandaba más" y se enfrentaba a un mundo, todavía desconocido en España, como el de organizar carreras populares. "Recibimos portazos a montones. Algunos no me querían ver ni en pintura, pero yo siempre insistía", explica Sabugueiro, un hombre con una memoria fotográfica, que todavía se acuerda de lo que le contestó el Jefe de Tráfico cuando le pidió permiso para cortar la circulación en la Castellana: - ¿Está usted loco? ¿Sabe lo que dice? ¿Cómo vamos a cortar el tráfico a las siete de la tarde en Atocha el último día del año?
Rocío Jurado, Barbara Rey...En realidad, son anécdotas de un pasado, "en el que todo costaba demasiado", y en el que, hasta que llegaron campeones olímpicos, hubo que tirar "siempre de imaginación". Sabugueiro fue ese hombre capaz de hacer correr a Rocío Jurado, a Barbara Rey o a Rocío Durcal, que un año fueron las madrinas, quizá porque sin darse cuenta lo que "al principio era como una broma" pasó a convertirse en una responsabilidad más de su vida. Porque antes de llegar a lo de hoy, en la que la San Silvestre es una carrera organizada por una empresa (Last Lap), con personal especializado y dedicado a ella todo el año, Sabugueiro fue el organizador de la prehistoria en la que siempre decía: "Una cosa así no se hace por dinero".
Una historia que se repitió durante décadas, "al principio, porque no había patrocinadores y después, cuando llegaron, tampoco solucionaron nada, porque ese dinero se invirtió en traer a atletas mejores. De hecho, la primera persona que pagó un fijo a un atleta fui yo en 1966, 15.000 pesetas de las de entonces (90 euros) a Javier Álvarez Salgado. Pero merecía la pena: había que promocionar la carrera, había que darla vida, porque entonces ya empezamos a darnos cuenta de que nosotros éramos los pioneros. De hecho, hoy en día hay muchísimos pueblos, y casi todas las ciudades, que tienen su San Silvestre".
Sabugueiro: "Tenía una afición desbordada por el deporte que me hizo cometer auténticas locuras"La conversación con Antonio Sabugueiro podría durar años, quizá siglos, en los que todo lo que diga vale la pena. Porque quizá sin su atrevimiento en 1963 nada de lo que sucede hoy hubiera sido posible. Pero Sabugueiro entonces tenía una ventaja. "No sabía vivir sin meterme en líos. Tenía una afición desbordada por el deporte que me hizo cometer auténticas locuras. Unas tuvieron éxito como la San Silvestre y otras no. Siempre recuerdo que a los 14 años me puse a entrenar para ir a los Juegos Olímpicos de Londres de 1948. Todos los días, antes de ir al Instituto, salía a entrenar convencido de que en los dos o tres años que faltaban para esos Juegos podía alcanzar el nivel. Una idea totalmente absurda. Pero yo era así. Si me apasionaba con una idea no me despegaba de ella. Y fue lo que me pasó con la organización de la San Silvestre y quizá hoy por eso, en la que ya sólo me dedico a temas burocráticos, la sigo considerando como mi hija".
Sus motivos son más que suficientes. "Hubo que luchar mucho. Se dejó demasiada vida en el camino". Todo eso adquiere más valor, porque entonces él no tenía ni tiempo. "Yo tenía mi trabajo como director administrativo de una empresa y como pronto salía todos los días a las siete de la tarde". Pero el triunfo estuvo en la perseverancia que, a la larga, permitió días como el de hoy en el que Antonio Sabugueiro no faltará en la línea de salida: "He estado siempre. Afortunadamente, nunca me he puesto enfermo".
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