Quizás Santander no sea una afición referente, pero vale como muestra. Y despidió a la selección en el descanso con una sonora pitada. Al final, por el 1-0, no, pero ya había avanzado su enfado antes, durante muchos minutos, cuando España se empeñaba en tocar y tocar en zona de nadie, hacia atrás y hacia un lado, pocas veces hacia adelante. Casi siempre en campo propio. España tuvo la pelota y el mando, pero para nada. En el primer tiempo no hizo un solo rasguño a un rival sólo con mejor condición física de base, que diría Luis.

No quiso el técnico señalar a nadie. Después de enseñar su enojo por los desajustes tácticos del equipo ante Perú, de apuntar con el dedo a Xabi y Ramos, de corear en público y en privado sus defectos, el seleccionador concedió un margen de confianza a su última alineación. Las modificaciones las ordenó el médico. La descomposición de Iniesta metió a Cazorla en el equipo. Y el moratón en el cuádriceps de Villa corrigió el dibujo, lo devolvió a la versión original de un solo punta, y entregó una nueva oportunidad a Cesc, el futbolista misterio.

Y en la insistencia no aparecieron desajustes, pero tampoco el juego y el peligro. Tal vez por estar demasiado pendiente de las correcciones, los españoles jugaron con la luz apagada. Ramos se cuidó mucho de no subir, Xabi de no perder la posición, Xavi de no tapar a Cesc, Cazorla de no molestar, Marchena de no regalar la pelota... Pero pocos se acordaron de que la apuesta de España, la saludable, se trata más bien de doblar al enemigo no de impedir que te doble. No es que el público se lo pasara mejor, pero si alguien se aburrió fue Torres. La soledad arriba le mata, le condena más que a un partido, a un suplicio.

La segunda parte tuvo más vida. Influyó el cansancio de los fornidos estadounidenses y su repentino repliegue. Se les quitaron las ganas de atacar. Pero también contribuyeron en la mejoría, leve, algunos detalles propios. Por ejemplo, la salida de Capdevila. No es que lo estuviera haciendo mal, pero al irse, a Ramos se le acabaron los complejos. Y empezó a hacer lo de que hace siempre siempre: subir. Y España lo agradeció.

También empujó lo suyo Güiza, cuya facilidad para moverse en el alambre enredó a los visitantes y descubrió agujeros para que llegaran desde atrás los compañeros. El más favorecido fue Cesc, que por momentos recordó al del Arsenla. Dejó pases en la zona de entrelíneas que España necesita como el comer. La pareja De la Red-Senna también sumó. Le liberó a él y a Xavi de atenciones defensivas. Y les dejaron más sueltos de cabeza para el pase y la generación de peligro.

Poco a poco, la selección consiguió acorralar a Estados Unidos en su territorio. Y sin sacar del todo de su cabreo al público cántabro, fue descosiendo ocasiones. Primero a balón parado, luego en combinaciones colectivas en el balcón de área y finalmente en una maravilla individual del paradigma del juego colectivo. Habituado a poner el juego de parte de España, lo que hizo ayer Xavi fue poner el resultado. La estadística sigue pintada de optimismo. Pero el juego dejó mucho que desear. Los silbidos no engañan.

España: Casillas; Ramos, Puyol, Marchena, Capdevila (Navarro, m.52); Xabi Alonso (Senna, m.46); Cazorla, Cesc (Arbeloa, m.84), Xavi, Silva (De la Red, m.57); y Torres (Güiza, m.46).

Estados Unidos: Howard (Guzan, m.46); Cherundolo (Hejduk, m.46), Onyewu, Bocanegra, Pearce; Dempsey (Mastroeni, m.86), M.Edu, Bradley, Lewis (Wolff, m.70); F.Edu (Beasley, m.46)y Johnson.

 Goles: 1-0. M.78. Xavi se cuela por el centro del área sorteando a varios rivales y bate a Guzan por bajo.

Árbitro: Jareci (Albania). Amarilla a Bradley

El Sardinero: 10.000 espectadores. Pobre entrada.