Este artículo se publicó hace 3 años.
Ayudas directas del Gobierno: la única salvación posible para las empresas más vulnerables de la crisis por covid
Hay amplio consenso en que son imprescindibles para evitar males mayores y que deben centrarse en los autónomos y pequeños empresarios además de en los sectores más afectados. Los expertos también señalan que España va rezagada y alguno matiza que, a pesar de ello, estas ayudas pueden ser una buena oportunidad para que las empresas se modernicen.
Jorge Otero Maldonado
Madrid-Actualizado a
Hace tiempo que dejo de ser noticia que la pandemia está socavando los cimientos de la economía española: en menos de un año ha provocado la caída en un 11% del PIB, ha arrasado 622.000 empleos, ha dejado a otros 739.000 trabajadores en un ERTE y ha dejado tiritando a tan sectores tan importantes como la hostelería, el comercio o el turismo.
El llamado "escudo social" activado por el Gobierno al mismo tiempo que decretó el confinamiento ha mitigado los desastrosos efectos económico aparejados al coronavirus. Pero la situación se alarga más de lo esperado y un nuevo nubarrón se cierne sobre la economía española: el peligro real y palmario de que muchas empresas caigan en la insolvencia y acaben en la ruina.
Por eso, desde hace unos días se habla con fuerza de la necesidad de darle una vuelta de tuerca al escudo social. El debate sobre la necesidad de aprobar un paquete de ayudas directas a las empresas, en especial a los sectores más castigados como es el caso de la hostelería y el pequeño comercio, genera un consenso pocas veces visto entre todos los agentes económicos, desde la patronal y los bancos hasta los autónomos, los sindicatos y Podemos. Nadie se opone.
Se trataría en todo caso de dar directamente dinero a las empresas sin condiciones y sin obligar a devolverlo. Es cierto que ya se está haciendo en algunas comunidades autónomas, pero lo que se echa de menos es una estrategia más global y más decidida por parte del Gobierno. "Estamos hablando de poner dinero liquido en manos de empresas que tienen que hacer frente con urgencia a pagos y a dificultades extraordinarias para mantener la actividad", resume Juan Torres, catedrático de Economía Aplicada de la Universidad de Sevilla, para acotar el debate.
Lo cierto es que nadie duda es de que estas ayudas directas a las empresas son imprescindibles para evitar una catástrofe mayor: organismos internacionales y hasta el propio Banco de España ya han reclamado a España un esfuerzo mayor en este sentido.
Sólo en el Gobierno hay alguna duda al respecto: Podemos presiona al PSOE para que se apruebe esa medida, a la que se muestran más reacias, la vicepresidenta económica, Nadia Calviño, y la ministra de Hacienda, María Jesús Montero: argumentan que ya se está ayudando suficientemente a las empresas.
"Es comprensible que, para contener la pandemia, las comunidades autónomas obliguen a cerrar algunos sectores, como la hostelería, pero lógicamente estos sectores deben ser temporalmente compensados por esos cierres. Hay países que ya están dando estas ayudas directas, como Holanda, Alemania o Francia", apuntaba este pasado martes al respecto el secretario de Estado de Derechos Sociales, Nacho Álvarez.
La ministra de Hacienda, por su parte, destacó también el martes el apoyo que ya han tenido sectores como el comercio y la hostelería por parte del Gobierno, que, según indicó la ministra, ha destinado más de 62.000 millones de euros al tejido productivo para paliar y minimizar los efectos de las restricciones derivadas por la pandemia.
Sin embargo, la realidad desmiente un tanto las palabras de la ministra. España está en el furgón de cola en este tipo de ayudas. "Vamos regular y no terminamos de salir adelante", afirma Juan Torres, firme defensor de este tipo de ayudas: "Desde el principio de la crisis he defendido que es la manera más efectiva de evitar el colapso de las empresas, sobre todo de las pequeñas y medianas, las llamadas pymes. Otras ayudas que se han aprobado a lo largo de este tiempo como pueden ser las subvenciones, los créditos, la rebajas de impuestos o moratorias, son importantes pero lógicamente tienen un efecto más diferido".
"Es una cuestión de supervivencia", enfatiza Eduardo Garzón, profesor ayudante de Economía en la Universidad Autónoma de Madrid. Garzón que estas ayudas directas –" y públicas", recalca en más de una ocasión– "son absolutamente imprescindibles". Garzón lamenta que España no dedique más dinero y recursos a este tipo de ayudas a las empresas que otros países como Alemania y Francia sí han aplicado generosamente y desde mucho antes.
"España va muy rezagada. Llevamos ya casi un año con la pandemia y puede que pase otro antes de que podamos volver a la normalidad. Estas ayudas deberían ser más cuantiosas porque ahora apenas existen. Las ayudas actuales del Estado se dirigen a los trabajadores y las trabajadoras pero dejan bastante de lado a los autónomos y los empresarios. Y esto choca mucho con lo que ocurre en otros países como Alemania o Francia".
"Si hablamos de ayudas directas, España es probablemente de los países más cicateros", confirma el economista Alejandro Inurrieta, consejero de Inurrieta Consultoría Integral, quien defiende que estas ayudas "deben centrarse en autónomos y pequeñas y medianas empresas, que al fin y al cabo son un porcentaje importantísimo de la masa empresarial del país".
Ahondando en lo que afirmaba Garzón, Inurrieta reclama una estrategia por parte del Ejecutivo y defiende las bondades de estas ayudas directas porque al menos no aumentarán la deuda de las empresas: "Lo que más se ha hecho, y se presume mucho, son ayudas indirectas sobre todo en términos de créditos del Instituto de Crédito Oficial (ICO), organismo que prácticamente está dando barra libre. Y es verdad que se ha ampliado el período de carencia un año para devolver estos créditos, pero básicamente lo que se está haciendo es engordando la deuda de las empresas para que tengan liquidez, pero eso no es una ayuda directa. Las ayudas directas serían algunas de las que se han dado a los autónomos, que es una ayuda para sobrevivir, como si fuera un prestación por desempleo encubierta, pero realmente las ayudas directas a empresas, a sectores concretos, no se han dado y se deberían dar".
Un nuevo escenario económico
Puestos de acuerdo sobre la necesidad de estas ayudas directas son necesarias, aunque ya llegan tarde, hay otra cuestión que dirimir: ¿deberían ser condicionadas?
"Ni reembolsables ni condicionadas", sostiene Eduardo Garzón. "En un momento de crisis, las empresas que no puedan operar u operen con ciertas limitaciones deben tener una renta mínima garantizada para no echar el cierre, independientemente de que más tarde, en una época de normalidad, ese empresa quiera cerrar su negocio, por el motivo que sea".
Torres, sin embargo, eleva un poco más el listón de la exigencia. El catedrático de la Universidad de Sevilla cree hay que cuidar mucho a las pequeñas empresas y medianas, sobre todo las que están sobreviviendo con grandes dificultades en los sectores más afectados como son la hostelería y el comercio, pero vaticina que tras la pandemia llegará un nuevo escenario en el cual las empresas tendrán que poner de su parte.
"Las ayudas no solamente deben garantizar la supervivencia, es decir que no se cierre, sino que deben facilitar la adaptación a la nueva realidad que nos vamos a encontrar tras la pandemia y servir de catalizador para la reinvención de las empresas. Las ayudas directas a las empresas deben diseñarse como incentivos. En ese sentido creo que también hay que reclamar un comportamiento proactivo de las empresas; lo que quiero decir es que no deben limitarse a recibir dinero y a aguantar el chaparrón, ni las ayudas deben a mantener digamos empresas zombies como se llaman ahora, sino que tienen que ser ayudas, en la medida de lo posible, que favorezcan la readaptación de lo que viene: una economía más digitalizada, con un cambio en los hábitos de consumo, con mucha mayor necesidad de transparencia, de limpieza y de seguridad en los aprovisionamientos", explica Torres.
"Acabo de leer un informe que nos viene a decir que las empresas que no dediquen un 10% de su capital a innovar, van a correr un riesgo casi cierto de desaparecer. Tenemos que facilitar esa innovación y ese ponerse al día porque la economía y la sociedad postpandémica va a ser muy diferente a la de antes, añade el catedrático.
Inurrieta también opina que tras la pandemia el escenario económico va a cambiar. Por eso, al igual que Torres, sostiene que habrá que ser "más selectivos" a la hora de conceder estas ayudas directas, que en algunos casos, y sobre en sectores estratégicos como el energético, el eléctrico o ahora con la pandemia el farmacéutico, podrían considerarse "inversiones" por parte del Estado. Lo que Inurrieta viene a decir es que el Estado debería guiarse por un criterio de viabilidad y aprovechar la oportunidad.
"Deberíamos ser más selectivos. Ya sé que suena muy mal pero igual es buen momento para hacer una pequeña reconversión de nuestro modelo productivo. Es una ocasión casi única, y con todo dolor del corazón, si tienen que cerrar hoteles, restaurantes o algunos de los muchos bares que tenemos en este país por exceso, pues habrá que hacerlo. A lo mejor es buena ocasión para que haya una nueva hornada de inversores, de empresarios que se den cuenta de que hay otros sectores donde España puede ser competitivo, primar esos sectores. Pero eso es más muy difícil de vender: ahora prima la urgencia", concluye Inurrieta.
Otro año con escudo social
En lo que sí están de acuerdo todos es en que en 2021 habrá que seguir manteniendo el escudo social. El problema es ver cuánto dura ese escudo en un año que desde el punto de vista económico está llamado a ser mejor que 2020, pero que tampoco está libre ni de trampas ni de incertidumbres. Torres e Inurrieta se mantienen expectantes.
"Vamos a ver porque si se alarga la pandemia, es lo peor que nos puede pasar- Por querer un impacto potente pero corto, puede ser que nos vayamos a uno aparentemente menos contundente pero más peligroso por su proyección en el tiempo", afirma Torres.
"Todo dependerá de lo que aguante el escudo social, porque va a tener que aguantar hasta final de año. Lo de mayo se queda muy corte. Si se puede aguantar, podemos pensar que el año lo salvamos, pero si no, vamos a una situación muy difícil, casi de quiebra", augura, más pesimista, Inurrieta.
Eduardo Garzón es más optimista que sus dos colegas: "Obviamente, todo depende de la evolución de la pandemia, pero no es muy exagerado decir que vamos a ir a mejor, porque estamos muy abajo y empeorar es difícil, y aunque se alargue el proceso de vacunación la actividad económica sólo puede ir hacia adelante. Obviamente 2021 no va a ser como 2019, pero no va a ser tan malo como 2020. Si se cumple el escenario previsto con la vacunas, a mitad de año habrá más creación de empleo, más desarrollo económico".
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