El horario de verano terminará en la madrugada del próximo 29 de octubre, momento en el que dará comienzo el horario de invierno. Esto significa que será necesario un cambio en nuestros relojes: a las 3 horas serán las 2, por lo que ese día dormiremos una hora más.

Esta medida lleva años siendo cuestionada por los diferentes países que forman parte de la Unión Europea (UE), que dos veces al año realizan cambios de horario. En 2018, la Comisión Europea llevó a cabo una encuesta para determinar si la población prefería seguir adelante con estos ajustes o, por el contrario, no tocar los relojes y mantener un horario fijo para siempre.

En la consulta participaron 4,6 millones de ciudadanos europeos y el 84% de ellos votaron a favor de dejar de hacer cambios. Sin embargo, los países de la UE parecen no terminar de ponerse de acuerdo para llevar a cabo esta medida, que se ha ido atrasando a pesar de que la Comisión recomendó aplicarla ya en 2019.

El cambio de horario de invierno se impuso de manera definitiva en España hace casi 50 años, en 1974. Europa atravesaba por aquel entonces una crisis petrolera que obligó a la economía del continente a buscar soluciones para ahorrar energía y, así, pensar en aprovechar todo lo posible la luz solar para trabajar y realizar el resto de actividades diarias.

Después de que millones de ciudadanos de la UE votasen a favor de poner punto final a las variaciones horarias, parece que esta medida ha ido perdiendo el sentido de aplicación: el ahorro ha dejado de ser notable.

Los cambios sociales piden nuevos horarios

En los últimos 50 años, la sociedad ha ido evolucionando y adaptándose a nuevas formas de trabajar y socializar. El teletrabajo, por ejemplo, se ha convertido en algo normal que tiene repercusión sobre el 14% de la población española (lo que significa unos 3,3 millones de personas, según datos ofrecidos por el Instituto Nacional de Estadística en 2022). Esta nueva manera de trabajar implica que las rutinas ya no se desarrollen de la misma manera en tiempo y espacio que cuando se implementó el ajuste horario.

El Instituto para la Diversificación y Ahorro de la Energía (IDAE) informó a Europa Press el año pasado de que el ahorro en iluminación podría llegar a unos 300 millones de euros, cifra que equivale a un 5% del total. De esa cantidad, 90 millones de euros hacen referencia a los gastos de las casas españolas, lo que significa que cada hogar ahorra unos seis euros. Los 210 millones restantes serían ahorros de la industria y edificios terciarios.

Por otro lado, el grupo Ecologistas en Acción ya señaló en 2010 que el cambio de hora ha dejado de suponer un ahorro eléctrico. La asociación rescató datos de la Red Eléctrica Española (REE), que estimó una disminución del gasto de entre el 0,1% y el 0,5%. Además, señalaron a la Comisión Europea, que consideró como "relativamente modesto" el ahorro en el año 2000.

Efectos en nuestro organismo

Ecologistas en Acción apuntan, además, que el cambio de hora es "una agresión al organismo de los seres humanos, animales domésticos y la ganadería". Partidario de esta idea, el doctor y portavoz de la Sociedad Española de Médicos Generales y de Familia (SEMG), Lorenzo Armenteros, informó a RTVE de que mover las manecillas del reloj para atrasar la hora una vez al año "puede agravar las dolencias" de personas con trastornos de sueño y que, además, supone "una alteración artificial del ritmo de sueño" que podría evitarse.

Desde Ecologistas en Acción apuntaron ya en 2010 que si bien cambiar de hora no produce ningún ahorro neto energético o económico, sí distrae de políticas serias que podrían resultar más eficaces a largo plazo y tener menores repercusiones en la vida diaria de la población.