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Las guerras comerciales de Trump acaban con el estatus de EEUU de economía más competitiva del mundo

El panorama de Donald Trump para lograr su reelección en noviembre de 2020 se torna cada vez más sombrío. Al ‘impeachment’ lanzado desde las filas demócratas de la Cámara de Representantes se une la pérdida del cetro de economía más competitiva del mundo. En favor de Singapur, que ha recuperado su hegemonía como ruta comercial en medio de las guerras arancelarias. Y no es el único dato coyuntural que revela la atonía de EEUU. España sube tres puestos, hasta el vigesimotercer lugar. Entre Bélgica e Irlanda.

Trump durante un acto electoral. REUTERS/Leah Millis

DIEGO HERRANZ

El diagnóstico sobre el grado de competitividad de las economías del planeta surge de la sala de máquinas del World Economic Forum (WEF). Esta institución, que gestiona la cumbre de Davos, emite este estudio comparativo sobre 141 países que totalizan el 98% del PIB global, desde 1979 y define el grado competitivo de los mercados nacionales como “el compendio de organismos, políticas y factores que determinan el nivel de productividad de un país”.

Para alcanzar su nota final, valora 114 indicadores comunes a todos ellos, con los que elabora finalmente su Índice de Competitividad Global. A partir de calificaciones que van de una escala de 0 a 100 y que revelan el grado de proteccionismo o de aperturismo en cada área o pilar analizado. Su última edición, la de 2019, acaba de ver la luz. Y, en ella, la economía estadounidense ha perdido su liderazgo. Baja al segundo peldaño, superada por Singapur, uno de los espacios que más se han beneficiado de las guerras arancelarias desatadas por la Administración Trump; en especial, contra China, al proporcionar a las empresas rutas comerciales alternativas para sortear o eludir las barreras que se han levantado contra el libre tránsito de mercancías, servicios y capitales. Es, a juicio de los expertos del WEF, “el gran triunfador de las tensiones con sus políticas de diversificación de los flujos comerciales e inversores”. Junto a Vietnam, el país que más ha mejorado su posición en el ranking de este año. El convulso incremento de aranceles ha pasado factura al primer PIB del planeta. Su estrategia proteccionista, la defensa del America, first, el lema presidencial, que está detrás de este empeoramiento del clima para hacer negocios en EEUU, y que se ha propagado por todo el planeta, se ha vuelto contra la propia coyuntura americana. Como un boomerang.

El convulso incremento de aranceles ha pasado factura al primer PIB del planeta

El texto del informe lo constata de forma meridiana, al asegurar con rotundidad que “la escalada comercial, económica y geopolítica ha expandido la incertidumbre, retraído las inversiones y elevado el riesgo de quiebra de los suministros” en el orden doméstico. Además de “generar alteraciones en el tránsito de abastecimiento de bienes y servicios e interrupciones bruscas en los accesos deseado a fuentes de energía” en todo el mundo, que resultan imprescindibles para el normal funcionamiento de las economías globales. Pero su evaluación va, incluso, más allá, y recuerda a la Casa Blanca que “el entramado económico funciona si logra situarse por encima de un punto de inflexión” en el que cuentan sobremanera asuntos “sociales, medioambientales y coyunturales”. Circunstancias que contrastan con la atmósfera actual de “bajo dinamismo de actividad, aumento de las desigualdades de renta y aceleración del cambio climático” que atenta contra “el sistema capitalista, el proceso de globalización, los avances tecnológicos y la buena gobernanza mundial” que -enfatiza- debe restablecer su protagonismo. En este sentido, llama a las autoridades políticas a iniciar planes de estímulo. A emprender mecanismos activos de gasto, con objeto de reconducir sus tasas de crecimiento. Hacia sectores de futuro, como los proyectos verdes, de energía limpia, y los cambios productivos que demanda la digitalización.

De hecho, los expertos del WEF dejan una crítica poco velada hacia los gobiernos que sopesan una austeridad rigurosa. Mientras los bancos centrales “han inyectado más de 10 billones de dólares” -más que el tamaño de la economía de Japón, la tercera del planeta-, “un desembolso sin precedentes” que han sido determinantes para salir de la crisis de 2008 y “evitar una recesión más profunda” antes de que prendiera el ciclo de negocios que ahora toca a su fin, la aportación de los gobiernos y sus herramientas de estímulo fiscal brillan por su ausencia. Las políticas monetarias “no serán suficiente para canalizar la actividad hacia la productividad, fortaleciendo las inversiones tanto al sector público como a las firmas privadas”, reza el diagnóstico del WEF. Que, por si cupiese alguna duda, precisa: “El arma estimulante de las autoridades monetarias está ya emitiendo humo, después de utilizar tantas balas en los últimos años”, por lo que “es crucial que se liberen medidas presupuestarias e incentivos estatales que impulsen la innovación y la investigación, mejorar las habilidades técnicas y de conocimiento de las actuales y futuras fuerzas laborales, la modernización de las infraestructuras y la integración de los avances de alta tecnología”.

El horizonte americano se ensombrece

El informe señala a la región de Asia-Pacífico se corona como el espacio más competitivo. Sobre todo, sus mercados del sudeste. No sólo los llamados tigres asiáticos, mercados emergentes de larga trayectoria. También centros financieros como Singapur o economías como la de Vietnam, que han aprovechado las interferencias arancelarias para reordenar rutas comerciales que han utilizado las firmas exteriores chinas para penetrar en territorio estadounidense y salvar, así, las trabas tarifarias. Y a la inversa. Pero, además -recalca el estudio- es la única zona geográfica que ha superado los indicadores de productividad desde el credit-crunch de 2008. En cambio, sobre EEUU, el WEF alerta de que la “incertidumbre” entre empresas y consumidores “ha reducido los baremos de nueve de los doce pilares” en los que se agrupan los 114 indicadores analizados.

El mes pasado, los empleados en el sector privado redujeron sus emolumentos a 28.09 dólares la hora

A pesar de que la sigue situando como segunda potencia en innovación y primera en dinamismo empresarial. Pero el proteccionismo que impera en su mercado -aclara- le ha restado impulso a su economía y reducido su capacidad de compra y de exportación y, por ende, ha ralentizado la actividad. Otro síntoma de que la coyuntura americana puede pasar factura a las opciones del líder republicano para renovar su mandato en la Casa Blanca es la creación de empleo. La Oficina de Estadísticas Laborales (BLS, según sus siglas en inglés) acaba de plasmar la pérdida de vigor del mercado de trabajo americano en septiembre, con 136.000 nuevas ocupaciones, frente a los168.000 de agosto. Con pérdida salariales. Centradas en el segmento del comercio minorista y la industria manufacturera, dañadas por su dependencia importadora; sobre todo, de China. Y que Trump prometió, en campaña, revitalizar con su recetario proteccionista. El primer sector perdió 11.400 puestos de trabajo y sus factorías, otros 2.000. Aunque la tasa de desocupación se sitúe aún en el 3,5%, pleno empleo, en un país donde impera el cambio de rumbo profesional y laboral. Casi de forma cotidiana. Pero que no acaba de reinsertar de forma estable a los 4,4 millones de trabajadores que, o tienen empleos parciales, o rebasan con creces el horario laboral a tiempo completo a cambio de menos retribuciones que las estipuladas oficial y legalmente por el salario mínimo. El mes pasado, los empleados en el sector privado redujeron sus emolumentos a 28.09 dólares la hora, truncando así doce meses continuados de subidas que, en conjunto, supusieron un alza del 2,9%. El sónar del frenazo económico ha llegado también a los ingresos de los hogares.

Si se descuenta la inflación, que llegó a rozar el 3% hace un año, el salario real apenas ha crecido un 1,2% en términos interanuales. Una brecha retributiva que se ha agrandado en estados con una especial incidencia negativa en la creación de empleo: California, Michigan, Illinois o Misuri. En medio de protestas sindicales. Casi 50.000 empleados de General Motors han iniciado huelgas que duran ya más de tres semanas. En reivindicación de subidas salariales, pero también y, sobre todo, para acabar con la alta temporalidad. Pero lo que más llama la atención de esta radiografía oficial del sistema laboral americano es que, durante los primeros 32 meses de la Administración Trump se han generado un 16% de empleos menos que en los últimos 32 meses del gabinete de Barack Obama. Echando por tierra la promesa del actual presidente, cuando llegó al cargo, de que “crearía más puestos de trabajo de lo que Dios jamás consiguió”. Otro lunar negro -en este caso económico- que el líder republicano suma al impeachment, proceso político de destitución presidencial que han activado contra él desde la Cámara de Representantes, dominada por la mayoría demócrata por los intentos de desacreditar, mediante presiones diplomáticas a países como Ucrania, Australia y China, al ex vicepresidente Joe Biden, que encabeza las encuestas para ser su rival en las elecciones presidenciales de noviembre de 2020.

La quiebra de compromisos electorales para Hacer Grande a América de Nuevo (conocido por sus siglas en inglés, MAGA) afecta ya, pues, a familias y empresas. Sus guerras comerciales y su unilateralismo diplomático han recortado el crecimiento americano hasta el 1,8%, el último dato que maneja el FMI antes de dar sus previsiones de otoño. Lejos del 3% que auguró de promedio para todo su mandato. En gran medida, por las secuelas de unas nuevas barreras arancelarias, que han restado un dinamismo a la economía mundial similar al tamaño del PIB de Suiza, según la nueva directora gerente del FMI, Kristalina Georgieva. El decimonoveno del planeta, con algo más de 740.000 millones de dólares. A pesar de su doble rebaja fiscal, confeccionada para, en su opinión, estimular el dinamismo y expandir el ciclo de negocio estadounidense; pero que, en realidad, está mermando los ingresos de un Tesoro asolado por un déficit rampante y una deuda desorbitada que ya supera el 100% del PIB, de algo más de 20 billones de dólares.

El ‘salto competitivo’ de España

El WEF eleva tres puestos el estadio competitivo de España. Hasta el vigésimo tercer peldaño de su clasificación global. El décimo socio europeo -si se baraja ya el divorcio del Reino Unido- y el octavo de la zona del euro. Con parámetros deficitarios -los que puntúan por debajo de su nota general- como la estabilidad institucional (donde el líder es Finlandia), el grado de conocimiento profesional y de habilidades técnico-laborales, en el que destaca la baja calificación en la escala de progresos por criterios de meritocracia (cuyo referente es Suiza); en el mercado de consumo y en el laboral (abanderados por Hong-Kong y Singapur, respectivamente); en dinamismo de los negocios (EEUU) y capacidad de innovación (Alemania). El gran activo de la economía española es su sistema sanitario, donde obtiene el máximo reconocimiento junto a otras tres naciones, y en las infraestructuras. Junto a la estabilidad macroeconómica. También resalta la adopción de redes on line, el uso de Internet y el acceso a redes inalámbricas.

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