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Cuando arrimarse al brasero se convierte en una actividad de riesgo

Un 10% de los accidentes caseros se debe a incendios e inhalación de gases

ARTURO DÍAZ

Los responsables de los servicios de emergencia lo saben bien: los accidentes caseros con braseros, estufas, los provocados por cualquier tipo de inhalación de gases e incendios, son los que mayores consecuencias tienen. Un portavoz de Emergencias Madrid asegura que “paradójicamente, y aunque sean menos aparatosos que otros, estos accidentes son altamente letales”.

Sucesos como el de Todolella (Castellón), en el que 18 jóvenes murieron por inhalar gases mientras dormían en un albergue, ocurrido en febrero de 2005, son difíciles de olvidar. Aun así, el goteo de muertos por incendios a causa de un cigarrillo mal apagado o una cortina prendida por un brasero son muy comunes.

La costumbre de calentarse con este tipo de calefactores sigue estando muy extendida. Sobre todo en el sur y en regiones donde los días de frío son pocos y las viviendas se construyen sin instalación de calefacción. Hasta fechas recientes, en Andalucía incluso la ropa se secaba al calor del braserillo junto a la mesa camilla.

También muchos inmigrantes y los que viven en condiciones más precarias suelen calentarse de este modo. Se calcula que un 10% de los aproximadamente dos millones de accidentes caseros que se producen anualmente en España se deben a accidentes con fuego e inhalación de gases.

Pero, ¿por qué el gas que se acumula en una habitación a medianoche es tan letal? El monóxido de carbono, gas procedente de la combustión incompleta en un incendio, es un agente tóxico y sibilino que engaña al cuerpo: “Si la intoxicación es grande, la muerte es rápida”, explica Eusebi Chiner, jefe de servicio de Neumología del Hospital Universitario San Juan de Alicante.

La clave está en la afinidad de la hemoglobina con el monóxido. La molécula de los glóbulos rojos que transporta el oxígeno que se capta del aire ambiente se pega más al monóxido de tal modo que “es 100 veces más difícil desprenderse de él para el cuerpo”. La atoxia (la pérdida del combustible de la vida humana, el oxígeno) en los tejidos es lo que produce la muerte.

Pérdida de consciencia

Esta muerte llega sigilosa. “El organismo se engaña con el monóxido, piensa que está respirando oxígeno”, continúa Chiner. Al principio, el gas produce “cierta euforia; no te das cuenta de lo que respiras”. De ahí la pérdida de conciencia progresiva. La muerte es cuestión “de tres a cinco minutos, según la cantidad inhalada”, añade .

Roberto Prieto, oficial de Bomberos de la Comunidad de Madrid, aconseja “el buen mantenimiento” de los aparatos e instalaciones que producen calor en el hogar. Respecto a la intoxicación por monóxido de carbono, el bombero sabe bien que son los incidentes más temibles: “Es un gas inodoro, invisible y más pesado que el aire, por lo que tiende a acumularse y pasar inadvertido”.

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