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Llega la hora de generalizar la desobediencia de los indignados

La derecha está temblando de miedo y Maquiavelo sonríe desde facebook.

Los politólogos sabemos bien que el poder está en las instituciones globales de gestión económica como el FMI y el Banco Mundial, en las entidades financieras, en las grandes corporaciones, en la OTAN, incluso en organizaciones regionales como la Unión Europea, en los llamados Estados nacionales y hasta en unidades administrativas menores. Sin embargo, quizá sólo los que nos dedicamos al estudio de los movimientos sociales, hemos insistido siempre en que el poder, como dijo Sidney Tarrow, también es movimiento. Madrid lo está volviendo a demostrar.

Hace ya siete años de aquella jornada de reflexión del 13 de marzo de 2004 en la que las multitudes, indignadas por las mentiras del gobierno del Partido Popular, desafiaron al sistema político con un despliegue de desobediencia masiva. Los indignados de 2004 se concentraron frente a la sede nacional del PP (inalcanzable en las protestas contra al guerra de 2003 por la acción de los antidisturbios), después fueron a la Puerta del Sol y, a continuación, marcharon hasta la zona cero, Atocha, para homenajear con una vigilia laica a las víctimas de los atentados. Aquel 13 de marzo las calles de Madrid estuvieron en manos de los desobedientes.

El eterno candidato Rajoy no para de repetir que si fuera ministro haría imponer la ley sobre los indignados de Sol. Sin embargo, en 2004, su ministro Acebes no se atrevió. Aquellos 'acontecimientos leninistas' del 13 de Marzo, como los llamó astutamente Toni Negri, demostraron que, en ciertos momentos, la política de los débiles puede desobedecer al sistema político desde la democracia radical. En estas horas que estamos viviendo, ese enjambre que no para de crecer en Sol y que se extiende por España y Europa vuelve a hacer temblar los cimientos del Leviatán y sus partidos, esta vez con mucha más fuerza que en 2004.

Pase lo que pase en las elecciones, la gente ha aprendido que una parte del poder, nada despreciable, está en sus manos

El PP y sus mercenarios mediáticos, que ya probaron el jarabe de la desobediencia masiva, no han dudado en emprender una ofensiva histérica. Hemos escuchado a sus intelectuales (César Vidal) decir que tras la concentración de Sol está ETA, a sus portavoces (González Pons) acusar directamente a Rubalcaba, a su gran 'esperanza blanca' (sobran nombres propios) proponer acampadas frente a Ferraz 'medio en broma medio en serio' e incluso hemos visto a sus cachorros de 'Regeneración' tratar infructuosamente de enviar reventadores a la Puerta del Sol.

El PSOE, por su parte, aguanta la respiración. Esta vez lo tienen difícil para ser la solución y que las aguas vuelvan a su cauce, como ocurrió tras el 14 de marzo de 2004. 'No nos falles' le dijeron entonces a un ZP que ha dicho ahora que si tuviera 25 años estaría en Sol. Lo cierto es que cuando ZP tenía 25 años, en 1986, era ya diputado en el congreso y, desde entonces, comulgó con todas las ruedas de molino de la era felipista. Tras haber comulgado ahora con las de los mercados, poco puede hacer ZP salvo quitarse de en medio.

La pelota está en el tejado de Rubalcaba, que de movimientos sociales sabe bastante, al menos desde los tiempos del mítico cojo Manteca. Rubalcaba fue uno de los principales negociadores del gobierno en 1986 cuando los estudiantes plantearon el primer desafío serio, desde el fracaso de la Huelga de CCOO, al gobierno de González. Durante las manifestaciones contra la guerra, el más zorro de los miembros de la vieja guardia felipista, fue el responsable designado por el PSOE para seguir el curso de las protestas.

Ahora le toca volver a demostrar su astucia de viejo zorro, pero esta vez se enfrenta a un movimiento que acumula muchas inteligencias y no pocas experiencias y que, además, es consciente de haber nacido de dos momentos de ruptura desobediente; la acampada tras la protesta del pasado domingo y el desafío a la prohibición de la Junta Electoral de concentrarse en Sol.

Todo apunta a que los desobedientes van hacer visible hoy su poder en toda la ciudad. Cuentan con un apoyo social sin precedentes y los ojos de todo el plantea están puestos en ellos. Rubalcaba se enfrentará al dilema de hacer cumplir la ley y reprimir una protesta justa, o de reconocer que la desobediencia, cuando es masiva, es una imposición democrática y constituyente que sobrepasa las leyes y muestra las vulnerabilidades del sistema político.

Maquiavelo sigue sonriendo desde facebook. Pase lo que pase en las elecciones, la gente ha aprendido que una parte del poder, nada despreciable, está en sus manos.

Multitud y acción colectiva postnacional: un estudio comparado de los desobedientes

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