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Suecia entrega Europa a España

El Teatro Real acoge el acto oficial de relevo de la presidencia con un espectáculo de flamenco y ballet

JUANMA ROMERO

España no tiene llaves de la UE. Sólo dispone de una urna frágil, de madera y con tapa transparente, pequeña, que guarda celosamente una bandera de la Unión, un cilindro y un Tratado de Lisboa. Una metáfora diminuta para un gigantesco reto. Los símbolos frugales que ayer viernes se traspasaron el ministro de Exteriores sueco, Carl Bildt –el país que en diciembre concluyó su semestre europeo–, y el presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero. La cesión oficial de poderes consumió apenas unos segundos de la gala inaugural de la presidencia española de la UE.

La rigurosa solemnidad dominó la ceremonia en el Teatro Real de Madrid. La crisis no permite mucho más, y menos alfombras rojas. Uno tras otro, fueron llegando los 1.500 invitados. En el hall del edificio cundió el desconcierto entre las azafatas y los servicios de protocolo, según mostraron las cámaras de TVE, que retransmitían el acto, pues la prensa permaneció confinada en la cafetería del Real. A las 18.45, sólo quedaban en la entrada, para esperar a los reyes y los príncipes de Asturias, los anfitriones de la gala: Zapatero, Esperanza Aguirre y Alberto Ruiz-Gallardón.

Sonrisas, apretones de manos y subida hacia el Salón Goya del Real. En un extremo, el Gobierno casi en pleno (sólo faltó Carme Chacón, obligada a ocuparse de la repatriación del soldado español muerto ayer en Afganistán). En el otro, los popes europeos: el presidente estable de la UE, Herman van Rompuy; el de la Comisión Europea, José Manuel Durão Barroso, y el de la Eurocámara, Jerzy Buzek; el comisario español, Joaquín Almunia y el ministro sueco. En el centro, la urna desnuda, simple.

El protocolo rígido dictaba ligereza, premura. Apenas cinco minutos para las intervenciones de Bildt y Zapatero, coordinadas en intensidad, tono y contenido. Sólo el ministro sueco introdujo una nota de color al atreverse al final de su discurso con el castellano –y le costó–, justo para remarcar la trascendencia del momento, el parto de “una nueva era” para Europa, en la que “lo mejor está aún por hacer”.

Suecia y España promovieron una palabra: “Juntos”. La unidad para encarar las “tareas ingentes” de la UE, para “derribar los muros” que aún están en pie, como subrayó Bildt. Pero las dudas a veces pueden. El ministro sueco recordó que la Unión es, por ahora, el “socio potencial más significativo del mundo para abordar los desafíos del futuro”. “He usado deliberadamente el término potencial”, subrayó Bildt, consciente de que nada será fácil y de que nadie garantiza la voz única de la UE.

Zapatero infundió “ilusión y confianza” en el futuro de la Unión, “el mayor espacio de integración del mundo” que ahora debe buscar su lugar fuerte en el planeta: liderar la lucha por el cambio climático y la ayuda al desarrollo, lograr una “mayor competitividad e innovación al servicio del empleo y de la cohesión social”.

El presidente se detuvo en la “grave crisis” que Europa comienza a “remontar” y que ha dejado “un cuantioso parte de daños”. El “principal, el desempleo”. Pero Zapatero no leyó la frase que tenía escrita a continuación, referida al paro, “que podría seguir creciendo en los próximos meses”. Segundos antes las cámaras reflejaron el despiste del titular de Fomento, José Blanco, a quien le sonó su teléfono móvil en el punto álgido de la ceremonia.

España explotará un afán: “Trabajar juntos, construir y unir” para forjar una UE nueva, al calor del Tratado de Lisboa. “Sabemos que las expectativas son grandes. España va a dar lo mejor de sí misma para no defraudarlas”, recalcó Zapatero. Este semestre revalidará el “compromiso histórico, existencial con Europa”, con “la libertad, la convivencia y la solidaridad”.

Al acto, frugal, frío y hasta soso, sucedió el espectáculo, la mixtura del flamenco con el delicado ballet clásico, encarnados por la bailora María Pagés y la bailarina Tamara Rojo. El Gobierno buscó reflejar en ellas la “vocación de universalidad que la cultura española quiere aportar a la UE”. Después hubo cóctel (muy español, como no podía ser de otra manera).

La puerta de la presidencia está abierta. Ahora falta reanimar una Unión demasiado aficionada a estar en la UVI.

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