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"La terapia me ha devuelto la dignidad"

Dos maltratadores condenados comentan su rehabilitación

ALBERT MARTÍN VIDAL

Dos minutos de su vida le atenazan y le han marcado. Fueron los dos minutos en los que golpeó a quien entonces era su pareja. Aún hoy trata de pagar por lo que hizo.

'Te doy esta entrevista porque es otra manera de pedir perdón; a ella no puedo pedírselo'. Así habla Gabriel, de 35 años, condenado por violencia de género. Su nombre no es real. Sus lágrimas, sí. No quiere ser fotografiado porque aún siente demasiada vergüenza. A diferencia de otros compañeros de terapia, sabe perfectamente qué pasó y habla de su culpa una y otra vez. 'Destrocé parte de mi vida y de la de otra persona', dice.

Rosa, su psicóloga, explica que Gabriel fue el único de su grupo que el primer día admitió su delito. 'Es verdad. Asumirlo me llevó dos años de destrozarme yo solo', añade él. Cuando tiene que hablar sobre aquellos dos minutos, Gabriel baja la mirada, se cubre la boca con las manos, llora. 'Tengo algunas imágenes confusas, también leí los informes y le pregunté a ella por teléfono', dice. Su memoria no le alcanza porque la noche que golpeó a su novia estaba ebrio. 'No sé si eso es un agravante o un atenuante, pero habría sido imposible hacerlo si no hubiera consumido', asegura.

'Aquí aprendes a aceptar lo que has hecho y que puedes cambiar'

Su terapeuta le mira, orgullosa. 'Lo más importante para rehabilitar a un maltratador es que acepte lo que ha hecho. Para eso están aquí. Él es uno de los que más claro lo tiene, se siente muy, muy culpable. Eso es lo más difícil', explica.

Hasta finales de 2008, más de 13.300 condenados por delitos de violencia de género habían asistido a terapia de rehabilitación en España. Este programa se aplica sólo cuando las penas de prisión impuestas son inferiores a los dos años. Para los expertos, es la única solución posible, ya que trata de raíz el problema de conducta. De ese modo, evita que un solo hombre maltrate sucesivamente a las distintas parejas que vaya teniendo.

El proceso de Gabriel para 'encontrar algo de paz' comenzó pocos días después de los hechos. Fue a una comisaría 'para denunciarse'. Los agentes le explicaron que eso no era posible, y convenció a su víctima para que lo hiciera. Su sentimiento de culpabilidad le llevó también a pagar los gastos del juicio, a pesar de que la sentencia no le obligaba a ello. 'Creía que me conocía, pensaba que era humilde y no lo era; pensaba que era una buena persona, y tampoco', dice.

'Es bueno llorar. El rol de la mujer ha variado, y el nuestro, también'

Gabriel está convencido de que la mayor virtud del curso es que, además de trabajar sobre la personalidad del maltratador, le proporciona herramientas para que acepte lo que ha hecho y aprenda que puede cambiar. 'Cuesta muchísimo, pero puedes. Aprendes qué es el ciclo de violencia para reconocerlo si vuelves a ello, a controlarte cuando te enfadas con técnicas de respiración... Cosas prácticas que es importante que sepan los hombres que han pasado por esto', explica.

De pronto, sus ojos se iluminan. 'Una cosa curiosa: ahora he aprendido a llorar, a los hombres no nos han enseñado. Es bueno que sepamos estar solos, pedir ayuda, llorar. Porque el rol de la mujer ha variado, pero el del hombre, también', compara.Por la gravedad de lo que hizo, Gabriel fue condenado también a trabajos en beneficio de la comunidad. 'Me tocó hacer jardinería, pero no aprendí nada. Lo pude hacer en un mes porque estaba en paro, pero hay gente que lo arrastra durante años. La terapia, en cambio, se me está haciendo corta: me ha devuelto la dignidad', afirma.

Otra persona que siguió la rehabilitación es Pedro, cuyo nombre real es otro. Recuerda perfectamente su contrariedad cuando tuvo que empezar la terapia, porque las sesiones suelen espaciarse a lo largo de meses: 'En mi caso y en el de mis compañeros esta motivación no era voluntaria, sino impuesta por orden judicial'.

'Ahora soy menos impulsivo, sé escuchar y me comunico mejor'

Superadas las reticencias iniciales, también él valora lo aprendido: 'Se nos enseña cómo es el comportamiento de un maltratador, qué rasgos presenta, y se nos pregunta si nos identificamos con alguno de ellos. Otra vez nos explicaron el ciclo de violencia y aprendimos técnicas de control de la ira'. Pedro recuerda particularmente las formas de relajación que aprendió en las sesiones, de grupo e individuales.

'Para mí ha sido muy instructivo este curso para maltratadores', dice, 'he modificado mi conducta, soy menos impulsivo, he aprendido a escuchar a los demás, tanto en mi vida familiar como en mi vida profesional, y me comunico mejor con las personas'.

Estos programas se completan en pocos meses. Pero, según expertos y pacientes, pueden ayudar a cambiar una vida. En palabras de Gabriel: 'Con la terapia cada día miro atrás y me culpo, pero recuerdo que también tengo que mirar adelante'.

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