Entrevista a William I. RobinsonWilliam I. Robinson: “El rearme tiene como objetivo controlar al 80% de la población que no forma parte de las élites”

Atenas-
En el libro Mano dura. El estado policial global, los nuevos fascismos y el capitalismo del siglo XXI (Errata Naturae, 2019), William I. Robinson (Nueva York, 1959), profesor de Sociología y Estudios Globales e Internacionales de la Universidad de California-Santa Bárbara, escribe: “El día después de la victoria electoral de Donald Trump, el precio de las acciones de Corrections Corporation of America, la mayor empresa propietaria de prisiones y centros de detención de inmigrantes de Estados Unidos, se disparó un 40%”. El dato es de de 2016, pero da una idea de cómo se mueve el tejido empresarial cuando alguien como Trump llega al poder.
A través del estudio de la crisis del capitalismo a causa de la sobreacumulación permanente y la aparición de lo que él llama el “Estado policial global”, Robinson plantea diferentes tesis que explican los motivos detrás del aumento de la militarización, la tasa de encarcelamientos o los presupuestos para fronteras.
¿Es el contexto de rearme global una consecuencia directa de la crisis estructural del capitalismo y el modelo neoliberal?
Totalmente. Para comprender la situación actual, hay que mirar hacia la crisis ocasionada por la sobreacumulación: la clase capitalista transnacional ha acumulado cantidades de riqueza que no puede gastar, porque el mercado está saturado. Ante esto, hay que buscar una salida para ese excedente. Por otra parte, ese mismo capitalismo ha generado una serie de desigualdades y unos niveles de malestar que hacen que sea necesario ‘controlar’ y ‘someter’ a la población, que se puede rebelar. Ahí es cuando la sobreacumulación entra en juego: ese excedente se invierte en el ‘Estado policial global’. Se invierte en gasto militar y en sistemas represivos para con la propia población. Eso es un factor determinante en la militarización que estamos viendo: el rearme y el modelo de economía global actual tiene como objetivo controlar al 80% de la población que no forma parte de las élites de poder. En años anteriores ya hemos visto el surgimiento de una economía de guerra, pero ahora se ve más que nunca, y eso va ligado al ascenso del autoritarismo, las dictaduras y los nuevos fascismos.
Entonces el rearme está orientado más al control de la población propia que a posibles conflictos externos.
Esta militarización tiene varias dimensiones, pero todas ellas forman parte de algo superior: la expansión del Estado policial global. Por una parte, está la puesta en marcha de una economía global de guerra para garantizar acumulación y ganancias. Otra dimensión tiene que ver con la crisis en los países. Las clases dominantes temen las reacciones de las clases populares. En todo el mundo, las clases obreras se están moviendo para desafiar la desigualdad y la miseria. Eso supone una amenaza para la estabilidad social y el control político de los grupos dominantes; por eso hay que expandir y desarrollar nuevas maneras de represión y de autoritarismo. Esto se ve, por ejemplo, en el encarcelamiento de población en masa, como ocurre en Estados Unidos, o en El Salvador. Otra arista del Estado policial global es la militarización de las fronteras.
Ese es otro de los focos de esta nueva etapa.
La campaña para militarizar las fronteras y reprimir a los migrantes tiene varias funciones. Por una parte, se busca el control de los migrantes transnacionales, que representan un sector empobrecido y vulnerable. Estos tienen que ser controlados por razones políticas y funcionan como chivos expiatorios. Otra dimensión es el testeo nuevas tecnologías e IA, que luego se empezará a usar contra el resto de población.
"El surgimiento de una economía de guerra va ligado al ascenso del autoritarismo, las dictaduras y los nuevos fascismos"
Trump ya ha pedido más inversión por parte de la UE en defensa.
En este tema hay que ir más allá. No es que Trump no quiera apoyar a Europa; Trump lo que quiere es obligar a los países a aumentar el gasto militar para reproducir y ampliar la acumulación transnacional de capitales. ¿Cuál es el trasfondo de su reciente viaje a Emiratos? Aparte de continuar enriqueciendo a su familia, quiere expandir el capitalismo global en Oriente Medio, y eso pasa por una intensificación de la militarización de la región. Su visita es el instrumento político para imponer una profundización de la militarización global. Y lo mismo sucede en Europa. China también ha incrementado su gasto militar, y en parte, tiene que ver con el miedo a una agresión norteamericana, pero tiene más que ver con otro factor: el descontento en masa en China está incrementando. El Gobierno está preocupado por posibles sublevaciones internas que causen inestabilidad al país.
En su libro hace incidencia en cómo los atentados de 2001 en Estados Unidos marcaron un punto de inflexión en la carrera armamentística.
Ha habido tres puntos de inflexión. Ya antes de 2001, el sistema enfrentaba una crisis de legitimidad. Se había producido un aumento de los movimientos a favor de la justicia social. En 2001, el Estado norteamericano, en representación del capital transnacional, pasa a la ofensiva, y aumenta la militarización de la economía global. La invasión a Irak abre un nuevo capítulo. El segundo punto de inflexión se produce en 2008. Entre 2008 y 2020 se incrementa casi un 100% el gasto militar mundial, y eso se debe a la caída del sistema financiero. Es una relación directa: en un momento de estancamiento crónico, la militarización reaviva la economía. El tercer momento se da con la pandemia, en 2020. En este momento, las empresas de Silicon Valley y las grandes compañías tecnológicas ya eran una fracción hegemónica y dominante del capital transnacional. Es entonces cuando se produce un reajuste de la relación de estas empresas con los gobiernos.
Un reajuste a favor de estas empresas, se entiende.
Hoy en día, no hay ningún gobierno que pueda funcionar sin la alta tecnología. Eso quiere decir que hay dependencia hacia quienes controlan esas tecnologías. Esto cambia la relación del capital tecnológico con los Estados, pero también con las clases trabajadoras. El epicentro del poder está ahora en las empresas que controlan la IA. De ahí que en Silicon Valley se hayan dejado de preocupar por el consumo del público. Ahora trabajan para los Estados.
¿Qué peligros comporta la privatización de la seguridad y de otras infraestructuras públicas?
Por su idiosincrasia, el capitalismo produce crisis y desigualdad; pero también es un sistema que necesita de una expansión contínua, porque si no, colapsa. Una manera de expansión es la mercantilización de espacios que no habían sido mercantilizados; es decir, a través de la privatización. Ahora estamos en una fase de expansión intensiva y afecta a la educación, la salud o la seguridad. En las guerras, hay más participación de capital privado que público. Por ejemplo, el ejército ucraniano depende de los satélites de Starlink, compañía de Elon Musk, para recibir información sobre la posición de las tropas y drones rusos. Se trata de una empresa privada con acceso a información confidencial del ejército de un país.
¿Cuál es la influencia de las agencias de inteligencia y militares en la cultura que consumimos a través de las plataformas?
Esa es la dimensión cultural e ideológica de la militarización. Se expresa a través de la industria cultural y los aparatos de reproducción y transformación ideológica. El Pentágono financia a Hollywood y a decenas de programas de televisión. En Estados Unidos, los programas más populares son los de policías que capturan a criminales. Se convierte a los criminales comunes en los enemigos de la humanidad. Alrededor del mundo, las masas sienten una creciente inseguridad, pero lo que quieren los grupos dominantes es que las masas no identifiquen ese crimen en clave de desigualdad del sistema. Quieren que se identifique con un sector de población que tiene que ser controlado y que se convierte, automáticamente, en chivo expiatorio.
¿Augura la aparición de alguna forma de resistencia?
En el mundo entero hay revueltas. El problema es que la izquierda internacional está en crisis desde hace tiempo. No ha podido renovarse, no ha comprendido la nueva realidad global y no ha podido ni superar ni aprender de los errores del siglo XX. Hay voluntad de las clases obreras y populares de resistir, pero no hay liderazgo. El capital es transnacional; por lo tanto, las resistencias tienen que encontrar una articulación también transnacional. Por otra parte, hay que recordar que la amenaza del fascismo no solo viene del capital. El proyecto fascista necesita una base, porque no puede sobrevivir solo en las élites del poder. Necesita legitimación y movilización. Y esa base que busca está en sectores de la clase obrera. Si tuviéramos proyectos de izquierda viables, esos sectores se decantarían hacia la izquierda; no hacia la extrema derecha. ◼
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