Cuarto y mitad

Baño de realidad

Nietzsche dijo hace poco más de un siglo que Dios había muerto. Alguien predijo hace un tiempo el fin de la historia, y otro más afirmó que el sujeto también había muerto. Por tanto, los siete mil millones de seres que poblamos el mundo no somos más que zombies deambulando, huérfanos, por un planeta sin Dios, sin historia y sin individuos. Quizá por ello tendemos a confundir nuestros deseos con la realidad. A veces creamos auténticas ficciones, sueños o fantasías para que nos ayuden a soportar esta vida de muerto viviente.

La realidad, sin embargo, es tozuda y sigue ahí fuera, inasequible al desaliento, como diría un escritor mediocre Y una prueba de ello es el baño que todos nos hemos dado en las últimas elecciones. Yo, a diferencia de muchos opinadores, creo que han sido positivas, porque ha sacado de su ensoñación a mucha gente, tanto de los partidos políticos como de la ciudadanía en general.

Para empezar nadie puede arrogarse una victoria rotunda, pues el mejor situado ha perdido tres escaños, y las chicas de morado (recordemos que el partido se presenta a sí mismo en femenino) han perdido 7.  La realidad se les ha revelado con tal fuerza que en menos de 48 horas se han reconciliado después de meses de desencuentros.

Qué vamos a decir de los naranjitos, cuyo descalabro ha sido proporcional al ridículo que ha hecho su presidente al presentarse en público con un perrito. ¿Quién será el cerebro que le aconsejó tal majadería?  Los azules han ganado 22 escaños, pero todavía tienen que desentrañar si el pájaro que les representa es una gaviota, un albatros o un charrán. Cuando se aclaren igual los demás podemos entender qué es lo que proponen para salir del marasmo.

Mención aparte merecen los indepes, tan ciegos a la realidad que después de la tabarra que llevan dando con el procés y la contundencia de los hechos pos-sentencia 14-O, Ken (el novio de Barbie) presentó como un triunfo arrollador haber perdido dos escaños. Los illuminati de Bruselas han ganado uno con 27.000 votos más que en abril-2019, y los robespierres ingobernables han conseguido la espectacular cifra de 244.754 votos, en total 1.642.063 de un censo de 5.370.359 personas.  Si la valoración es que el independentismo sube es que deliran más que Joker.

Las voxes más estentóreas las ha dado el descendiente del caudillo árabe Ab-hascal, pero a mi me parece positivo que haya emergido lo que no estaba más que en estado de latencia: España no era tan moderna, ni tan progresista, ni tan tolerante, ni tan buenista, ni tan guay como parecía. Ya está bien que sepamos que hay casi cuatro millones de conciudadanos muertos de miedo: al diferente, a la inmigración, al feminismo, a la igualdad, a la democracia, a perder lo mucho o poco que tienen, pues tanto han votado a este partido pudientes como desfavorecidos.

En fin, un baño nunca viene mal, y si es zambullirse de cabeza en la realidad, mucho mejor, igual volvemos a ser cabezas pensantes y dejamos de ser los muertos vivientes en los que nos habíamos convertido.

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