Otras miradas

Parar en seco. Los meses previos al coronavirus

Daniel Bernabé

Una mujer con mascatilla pasa por delante de unos operarios que desmontan las lonas del Mobile World Congress, de Barcelona, tras su cancelacion. REUTERS/Nacho Doce
Una mujer con mascatilla pasa por delante de unos operarios que desmontan las lonas del Mobile World Congress, de Barcelona, tras su cancelacion. REUTERS/Nacho Doce

Tras casi ocho semanas desde que se declaró el estado de alarma este miércoles 6 de mayo se produce la primera votación para su prórroga en un contexto de relativo optimismo. Parece indudable que esta herramienta ha sido de gran utilidad para dotar de asiento jurídico tanto a las medidas sanitarias como económicas con las que frenar la pandemia. ¿Por qué justo ahora que empezamos a ver la luz llegan los palos en las ruedas? La respuesta la encontramos, más allá de las justificaciones retóricas, en un juego de vigilancia entre aliados rivales, en un grupo el independentismo catalán y en el otro la derecha y su correlato ultra: ninguno quiere quedar como quien apoyó al Gobierno a cambio de nada, cuando ese nada es la salud de 47 millones de personas.

Vivimos una época de líderes políticos que confunden audacia con temeridad, firmeza con obcecación, protagonismo con astracanada. Hay momentos muy poco oportunos para los fuegos de artificio. Pero más allá de los personajes, de la mezquindad concreta, de la irresponsabilidad con apellidos, hay algo más. Mucho más. Y esto es lo que pretendemos aclarar en las líneas que siguen.

Quizá una de las condiciones esenciales para practicar la ciudadanía es reivindicar la memoria del presente. Esa que desenmascara al agitador, que pone en su sitio al bocazas, que sitúa en los términos justos al arrogante. Cuando las cosas van mal conviene parar y echar un vistazo a lo andado y a lo que nos rodea, más ahora que nos hemos visto obligados a frenar en seco.

Es 4 de enero de 2020 y a las 19:13 en España la Organización Mundial de la Salud publica un aviso en sus redes sociales: China ha informado a la OMS de un grupo de casos de neumonía -sin muertes- en Wuhan, provincia de Hubei. Se están realizando investigaciones para identificar la causa de la enfermedad.

Tuvimos el SARS en 2002, la gripe aviar en 2005, la gripe A entre 2009 y 2010, el síndrome respiratorio de Oriente Medio entre 2012 y 2013, el virus del Zika en 2014 y el brote de Ébola en ese mismo año. ¿El coronavirus era un acontecimiento impredecible? Una pandemia era una amenaza potencial que sabíamos que nos podía afectar pero que Gobiernos y entes supranacionales como la UE no contemplaron entre sus prioridades. ¿Cuáles eran las prioridades en la política internacional de enero de 2020? Sirva como ejemplo que Estados Unidos asesinó en Bagdad al general iraní Soleimani en un nuevo intento por desestabilizar la región. Esta semana nos hemos enterado de la Operación Gedeón, una frustrada invasión de comandos en territorio venezolano donde han sido detenidos dos estadounidenses. Estas parecen ser las prioridades ahora.

¿Cuál era la atención que nuestro Gobierno prestaba a la potencial amenaza de una pandemia? En los últimos Informes de Seguridad Nacional el DSN había dedicado ya espacio a la amenaza vírica. En el último informe, aprobado el 15 de marzo de 2019 por todos los ministerios, podemos leer pasajes tan descriptivos como este:

Las tendencias en el ámbito de la seguridad frente a epidemias y pandemias están determinadas por el creciente volumen de viajes internacionales y los grandes movimientos de población, las enfermedades animales y la circulación de microorganismos [...] El Sistema de Alerta Precoz y Respuesta de Salud Pública de la Unión Europea ha recibido en el mismo periodo 1.482 comunicaciones, mostrando la mayor sensibilidad del sistema europeo, debido, entre otras cosas a una menor tolerancia a los riesgos de la población de la UE. En España, el Centro de Coordinación de Alertas y Emergencias Sanitarias del Ministerio de Sanidad, Consumo y Bienestar Social ha abierto 645 expedientes de alerta sanitaria a partir de las señales detectadas entre 2007 y 2018 (un promedio de 58 expedientes al año con una tendencia ascendente).

No se engañen, las alertas sanitarias mundiales, europeas y españolas estaban funcionando, teniendo en cuenta que lo hacían con las capacidades disponibles, mutiladas tras los recortes de la década del austericidio. ¿Saben qué sucedió en 2009 cuando el Gobierno de Zapatero compró 37 millones de vacunas contra la Gripe A? Que pese a que se hizo de forma unificada por el Ministerio de Sanidad, que pese a que la ministra Trinidad Jiménez contó con el apoyo de su antecesora Ana Pastor, periódicos como El Mundo publicaban en 2010 informaciones tituladas El camelo de la gripe A:

No bese. No dé la mano a nadie. No meta los dedos en la pila de agua bendita para santiguarse. Huya de los que estornuden. No suba a un autobús. No viaje. Vaya con mascarillas a todas partes. No pique del plato del amigo. No utilice ropa ajena... Prepárese.
Fue la receta de supervivencia, aderezada con terror, que nos vendieron en 2009. Hemos vivido los últimos seis meses conforme a un «plan metódicamente diseñado» -dicen los expertos a Crónica- que pronosticaba escuelas cerradas, miles de empresas paralizadas por la baja de plantillas, urgencias hospitalarias colapsadas, sin oxígeno ni vacunas para todos. Desde España a las Antípodas nos retrataron un mundo venidero de calles desiertas y morgues improvisadas. Al menos 150 millones de personas, cifró alegremente la Organización Mundial de la Salud (OMS), iban a morir desde junio a diciembre del año pasado, cuatro veces más que por la gripe del 18, la mayor pandemia de la Historia mundial. Pánico puro y duro.
En España los voceros de la pandemia hablaban de miles de familias mutiladas por la pérdida de algún ser querido. Nadie estaba a salvo. [...] El coste de la alarma -infundada, según advertían desde el principio varios estudios avalados por prestigiosos epidemiólogos- ha sido alto en todos los aspectos. 333 millones de euros se gastó el Gobierno de Zapatero en la compra compulsiva de vacunas y antivirales. Eso sin contar el gasto sanitario (aún sin especificar) que supuso la avalancha de consultas en hospitales y centros de salud, tanto públicos como privados.

¿El retrato les suena familiar, verdad? Terriblemente familiar. Salvo que en 2010 la derecha mediática, en vez de alabar la previsión de nuestro Gobierno, en vez explicar que los científicos siempre actúan bajo criterios de posibilidad, se dedicó a mofarse de Zapatero. Leído hoy resulta escalofriante: tomar las advertencias de la comunidad científica como un cuento asustaviejas por el simple motivo de arrear al Gobierno de turno. ¿Qué cicatrices dejó esta ruindad cortoplacista, esta crítica desaforada que se niega a entender que la política no puede relacionarse con la ciencia mediante resultados? Que de aquí en adelante cualquier mandatario se lo pensaría dos veces antes de gastarse millones para prever una alerta sanitaria. La respuesta del Gobierno Rajoy en la crisis del Ébola, pese a ser exitosa, fue mucho menos decidida centrándose en la contención por pacientes. Justo en un momento, además, en que la tijera ya entraba en Sanidad como si fuera mantequilla.

Uno de los elementos clave para entender por qué el actual Gobierno no tuvo una respuesta más contundente desde los primeros casos es el antecedente de las críticas a la gestión previsora de la Gripe A de hace diez años. Otro lo que viene a continuación. Este Ejecutivo llevaba tan solo dos meses funcionando cuando todo estalló en marzo. Dos meses como poco duros para un gabinete de coalición, experiencia inédita desde 1978 ¿En qué consistió la política española en los meses previos al coronavirus?

El 4 de enero de 2020, justo cuando la OMS lanzó la alerta, la Junta Electoral Central se dedicaba a boicotear la investidura de Pedro Sánchez retirando el acta de eurodiputado a Oriol Junqueras. Y a partir de ahí los calificativos que ustedes recuerdan: presidente felón, Gobierno ilegítimo. ¿Saben por qué? Pues por lo mismo que desde 2015 tuvimos cuatro elecciones generales y hubo que recurrir a una moción de censura: porque había que evitar a toda costa que los rojos llegaran a la Moncloa, porque para sectores con mucho poder dentro del Estado y fuera de él que Unidas Podemos tuviera un ministerio era un anatema.

Este Gobierno aprobó el 22 de enero la subida del salario mínimo, antes incluso de que se inaugurara formalmente la legislatura en las Cortes el día 3 de febrero. ¿Saben cuál fue el debate del día 4 entre la izquierda tuitera? Calificar de error histórico, fracaso y traición una experiencia que echaba a andar simplemente porque los diputados de Unidas Podemos aplaudieron al Rey. Sí, la vergüenza ajena en este artículo no sólo mancha a la derecha.

Y a partir de ahí un febrero donde el Gobierno derogó el despido por baja médica y donde la respuesta de la oposición derechista y ultra fue la política de la nitroglicerina, una inacabable guerra cultural contra una legislatura que se perfilaba de un profundo carácter reformista. ¿Recuerdan de qué discutíamos? Pues pasamos de tachar a los menas de amenaza a la seguridad nacional a sumergirnos en una ridícula y prefabricada discusión sobre si los hijos eran propiedad del Estado, sobre el Delcygate o sobre si la mujer era el sujeto del feminismo. El 18 de febrero, Sánchez y Casado se reunieron en Moncloa para tratar el desbloqueo de la renovación del CGPJ, el Tribunal de Cuentas o el Defensor del Pueblo. Casado dijo no a todo. En España había dos casos confirmados de covid, los de los turistas alemán y británico en La Gomera y Palma de Mallorca, que fueron dados de alta. El DSN informaba ese mismo día de que:

El Ministerio de Sanidad se encuentra en permanente contacto con los organismos internacionales: Organización Mundial de la Salud (OMS) y Centro de Control de Enfermedades Europeo y Comisión Europea (ECDC) [...]
A nivel nacional, el Ministerio de Sanidad ha establecido un Comité de seguimiento de la situación que se reúne diariamente para valorar la evolución del riesgo, las acciones que realizan las diferentes unidades del departamento implicadas, las propuestas de actuaciones de coordinación con las CCAA y las actividades de comunicación técnica, institucional y a la población y medios.
El Gobierno ha acordado la creación de un Comité de Coordinación Interministerial, se trata de un grupo de trabajo que hará un seguimiento y evaluación de la situación y coordinará la respuesta transversal del Ejecutivo ante cualquier eventualidad.

Casado andaba preparando las autonómicas gallegas y vascas, intentando pactar con Ciudadanos una candidatura conjunta, mientras que Borja Semper abandonaba la política y el ultra Carlos Iturgaiz volvía como apuesta de la actual dirección del PP. ¿Saben cuantas veces se pronuncio la palabra "coronavirus" en el Congreso durante todo febrero? Tan sólo en tres ocasiones. Alberto Rodríguez, de UP, refiriendose del primer caso y la necesidad de lo público el 4 de febrero. La diputada del PNV Sagastizabal Unzetabarrenetxea hablando sobre economía el 27 de febrero. Y Pablo Casado, un día antes, vinculándolo con Cataluña. Sí, Cataluña fue otro de los temas omnipresentes en febrero, como en todos y cada uno de los meses de los tres años anteriores.

El día 3 de marzo, Javier Ortega Smith, frente al Congreso dijo que "haremos lo que haya que hacer", pero no se refería a la pandemia. Era la manifestación por la equiparación salarial policial que acabó siendo el Rodea el Congreso de la ultraderecha. Los uniformados de paisano le vitoreaban como si aquello fuera el comienzo de una guerra. Un partido como Vox, por cierto, cuyo diputado, de profesión odontólogo, Ignacio Garriga, declaró en una entrevista publicada el 4 de julio de 2019 que "la sanidad universal y gratuita es una lacra".

El día 4 de marzo, Begoña Villacís, vicealcaldesa de Madrid, expuso públicamente sus planes de instalar una noria gigante en el Manzanares. Sin comentarios.

Esta es la descorazonadora realidad política de los meses y semanas previas al estallido de la pandemia en nuestro país. No le den más vueltas ni dejen que otros les hagan el lío. El Gobierno pudo haber cortado el tráfico aéreo antes de lo que lo hizo, y sobre todo pudo haber comprado material médico en febrero, a costa de que le colgaran el sambenito de la vacunas de Zapatero. Ese fue su principal y más grave error. Cuando quiso hacerlo las cadenas comerciales de la infalible globalización capitalista estaban rotas, los Estados se robaban aviones unos a otros, la UE fue incapaz de distribuir el material entre sus socios. Por eso hemos tenido más de 40.000 sanitarios infectados.

El virus, como ya les contamos por aquí a finales de marzo, llevaba entre nosotros más tiempo del que pensábamos y nos llegó por múltiples vías, como confirmó unas semanas después el Instituto Carlos III. Podemos jugar a la política-ficción y estimar qué hubiera sucedido si el Gobierno hubiera declarado antes el estado de alarma. Antes ¿Cuándo?¿A principios de marzo, con 76 casos activos? Con la suspensión del Mobile World Congress de Barcelona, a mediados de febrero, se volvieron a escuchar las mismas críticas que en el 2010: la OMS era una alarmista y nos iba a destrozar la economía. Les recomiendo encarecidamente unos minutos televisivos donde Inda y Ana Rosa se quedan a gusto criticando la suspensión.

Lo que realmente es política-ficción es pensar que un Gobierno, más uno primerizo, de coalición y en minoría, atacado con extrema virulencia desde el minuto uno, iba a declarar un estado de alarma sin que le tacharan de liberticida y económicamente nefasto. Justo las razones que hoy dan los que cuestionan el estado de alarma mientras que hace unas semanas empleaban justo las contrarias para acusar al Gobierno de impericia en la reacción. Siempre mal, todo mal.

¿Y qué ocurrió en los momentos más duros de la crisis, es decir, anteayer? Que los ultras intentaron derribar al Gobierno poniendo ataúdes encima de la mesa, desatando una descomunal campaña desestabilizadora para que cundiera el terror y el desánimo entre la población. Así de crudo y asqueroso. Por cierto, no estuvieron solos, los de la política del susurro le dieron su bendición para hacerlo. ¿Y Casado? Pues lo que tocara ese día: o jugar al hombre de Estado o competir con Vox.

Las aportaciones de la izquierda alternativa también fueron fabulosas: desarrollar la sociología de la "policía de balcón", inventarse una nueva diversity con la infancia y advertirnos de que ver a Jorge Javier es éticamente dañino. Eso sin contar con la crítica "al sistema", así en crudo y sin apellidos, que ha llevado a más de uno a coquetear con conspiranoias de la factoría Trump. La radicalidad no es soltar siempre la más gorda, tampoco poner a todo el calificativo de "siervo del capital" y relamerse la autosatisfacción. La radicalidad es dar respuestas concretas a problemas inmediatos justo en la dirección inversa a la corriente dominante. Preocupante orfandad que no tiene pinta de mejorar.

Parte del independentismo catalán trató también de arrimar el ascua a su sardina. Desde el "De Madrid al cel" de Ponsatí todo ha sido cuesta abajo. Aprovechar la crisis para revitalizar el boqueante intento secesionista parece una mala idea. Si además vuelves a caricaturizar a España como ese antagonista que tiene la culpa de todo, antes has de asegurarte al menos que tu Gobierno, presidido por Torra, no tenía los bingos abierto el 13 de marzo.

Nuestro Monarca aportó su granito de arena viéndose obligado a reconocer otro nuevo caso de la opacidad fiscal de su padre el 15 de marzo, cuando el país, ya en shock, veía que esto iba muy en serio. Hace cuatro días nos hemos enterado que Juan Carlos I andaba con maletines llenos de dólares entre Bahrein y Suiza. Más gloria para nuestra jefatura del Estado. Justo en un momento como este.

Por lo demás, el otro descubrimiento en estas terribles semanas ha sido confirmar que la derecha mediática ha quedado secuestrada por una banda de niñatos con pinta de relaciones públicas de bares para gilipollas. Al menos en su canto del cisne nos han proporcionado algo de diversión con sus líos de faldas de los que ha hablado hasta Whoopi Goldberg. Cuando esto acabe no serán más que guiñapos abrasados en una operación que sólo les ha tomado como peleles y que sí ha conseguido uno de sus objetivos: que una parte de la población española, la misma que en enero tildaba al Gobierno de ilegítimo hoy lo califique como asesino. Advertencia: los países no se deslizan por el precipicio en un día.

Ayuso, mientras, con su mirada alucinada, contempla como ha pasado de llevar la cuenta de Twitter del perro de Aguirre a ser la heroína de la reacción. Ella, asesorada por el sociópata incendiario de Miguel Ángel Rodríguez, las va soltando como los niños diciendo palabrotas. En febrero llamó paletos a los leoneses y a los navarros. También recortó 145 millones de euros en partidas sociales. Isa Serra, de Unidas Podemos, condenada estas semanas a 19 meses de cárcel por parar un desahucio explicó que: "Muchas de las partidas que se trasladan van a parar al pago de la deuda, ocasionada precisamente por las rebajas fiscales a los millonarios". ¿Cuántas vidas se podrían haber salvado, señora Ayuso, de haber invertido en medicalizar las residencias en vez de haber estado jugando al dumping fiscal? Bienvenidos a la nueva anormalidad madrileña.

De todo esto venimos, aquí estamos. Esto es con lo que contábamos antes de la crisis, esto es con lo que contamos ahora y sí: el panorama es desolador. Por eso pueden dedicar sus días a sacarle puntilla a las reglas que regulan el desconfinamiento, a teorizar sobre los huertos urbanos como barrera antifascista o a enfangarse con la nueva desbarrada del impresentable de Pablo Motos. También pueden afiliarse a un sindicato, uno de los actores más positivamente decididos en todo este desastre. Visto lo visto, o cada uno sacamos lo mejor que tenemos o este país va a salir muy mal parado de esta crisis. Ya veníamos muy tocados de antes.

Clement Attle al final de la Guerra: "Ganamos gracias a los esfuerzos de todo nuestro pueblo, que puso la nación muy por delante de sus interés privados o sectoriales. ¿Por qué vamos a pensar que podemos lograr nuestros objetivos de paz dando prioridad a los intereses privados?". Sí, la cita se la he leído a Solana.

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