Ecologismo de emergencia

Cumbres del clima en perspectiva: la engañosa sensación de que se actúa

Isabel Iparraguirre

Alianza por la Solidaridad-ActionAid

Alberto Fraguas

Instituto de Estudios de la Tierra

Cumbres del clima en perspectiva: la engañosa sensación de que se actúa
12 de noviembre de 2021, Reino Unido, Glasgow: Activistas por la justicia climática se manifiestan frente a las puertas de la Cop26 en el último día de la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (COP26).- Andrew Milligan / Europa Press

Hace ya más de 40 años se viene hablando de la necesidad de reducir nuestras emisiones y su relación con un modelo de vida productivista, donde el crecimiento económico es el paradigma inevitable que lleva a un supuesto progreso. De los efectos colaterales ya se ocupará la tecnología, se nos dijo. Ya en la Cumbre de la Tierra de Río de Janeiro en 1992 se dio la voz de alarma y se puso sobre la mesa la necesidad de acordar recortes de emisiones de los Gases Efecto Invernadero (GEI), y la realidad de que solo un Acuerdo Global podría ser efectivo dada la dimensión del problema.

26 años después de la primera COP en Berlín, en la Cumbre de Glasgow (COP26), hay quien considera un avance que el acuerdo incluya la necesidad de reducir los consumos de carbón, gas y petróleo, sin concretar cómo y cuánto. Pero lo cierto, es que la COP26 ha sido un fracaso plagado de eufemismos, nuevos argumentarios y sin concretar los objetivos que se enunciaron en la COP25 celebrada en Madrid.

Sin embargo, "un Acuerdo que crea la ilusión de acción es posiblemente peor que ningún Acuerdo". Las Cumbres del Clima son necesarias, sin duda, exponen públicamente la gravedad del problema, permiten escenificar los intereses en juego, y suponen un cierto espacio de negociación y debate para los países del Sur Global y los más afectados por el cambio climático. Si algo justifica su existencia es lograr soluciones globales, pues el Planeta es en su conjunto el que está en riesgo. Pero si no se dan estas soluciones globales, hay que cambiar las reglas del juego, pues "acordar que se acordará" en el futuro es un ejercicio de "gatopardismo" altamente peligroso.

El Acuerdo de París de 2015 fue muy celebrado, quizás en exceso, pues creaba un marco para la acción 20 años después de la Cumbre de Berlín. Ese marco de acción ha continuado en Glasgow, pero sin concretar. Por ejemplo, a pesar de mantener como objetivo el no superar los 1,5 °C hay nulos avances en cuanto a la reducción de emisiones; otro gran fiasco han sido las difuminadas menciones a la desaparición de subvenciones públicas a los combustibles fósiles con una declaración de "reducción gradual" sin especificar alcance, ni plazos. O la entrada en escena de la compensación de emisiones (Zero Neto), que permite la continuidad de la emisión bajo mecanismos de regulación compensatoria de dudable validez científica.

Sin Justicia Climática

Desgraciadamente, los países desarrollados del Norte Global siguen ignorando su deuda histórica con respecto a los países empobrecidos del Sur Global. Cuando las políticas y adaptación resiliente al Cambio Climático son una cuestión de supervivencia física pura y dura para algunos países, los compromisos siguen siendo etéreos. La agenda de justicia climática global ha estado más presente que en ninguna COP anterior, si bien no se ha llegado a ningún acuerdo concreto respecto a la compensación y apoyo a los países más afectados por el cambio climático y que menos responsabilidad tienen. El fondo para daños y pérdidas sigue sin materializarse y el Fondo Verde de 100.000 millones de dólares anuales, para ayudar a financiar la adaptación a los países más vulnerables, solo ha conseguido 89 millones, la mayoría vía préstamos, con el riesgo que supone de incrementar la deuda de los países empobrecidos. Por último, la denominada Red de Santiago, creada en la COP25 para que los países puedan disponer de fondos ante fenómenos extremos (sequías, inundaciones), sigue sin activarse.

Hay una evidente falta de voluntad política si nos atenemos a una realidad: las subvenciones públicas a combustibles fósiles en 2020 fueron, según la Agencia Internacional de la Energía, de casi 300.000 millones de dólares, tres veces más del Fondo Verde. ¿Dónde está el apoyo para ayudar a las personas que se ven obligadas a recuperar sus casas y sus medios de vida después de los desastres climáticos exacerbados por esta crisis?

El texto de Glasgow hace una referencia, muy bienvenida, a los temas de justicia climática. Pero este texto todavía no hará nada por quienes están siendo los más afectados por inundaciones mortales, ciclones, sequías, aumento del nivel del mar y malas cosechas. Los enormes déficits de la COP26 conducen a una reflexión terrible: lo que no se avanza en políticas ambientales y climáticas pueden desencadenar procesos de retroceso con impactos brutales concretos que podrían haberse evitado y no se ha hecho. No hay cabida para respuestas que se dilaten en el tiempo. ¡Hay que actuar ya!

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