Otras miradas

Para ganar hay que refundar el espacio de Unidas Podemos

Naiara Davó

Diputada de Podem en Les Corts Valencianes

Para ganar hay que refundar el espacio de Unidas Podemos
El candidato a la Presidencia de la Junta de Castilla y León por Unidas Podemos a las elecciones del pasado 13 de febrero, y portavoz de Unidas Podemos, Pablo Fernández, y la coportavoz de Podemos, Isa Serra, ofrecen una rueda de prensa, en la sede de Unidas Podemos, a 14 de febrero de 2022, en Madrid (España).- EUROPA PRESS

Era otoño de 2014. Estaba trabajando en Lisboa y decidí volver para participar, desde el ámbito municipal, en aquello que estaba poniendo a todo el país patas arriba.

En 2014, Podemos era un auténtico torrente de energía ciudadana. Una ilusión que desbordaba todos los rincones de nuestro país. Era posible revertir los recortes, ganar la soberanía, acabar con la corrupción, recuperar derechos, estirar los límites de lo posible para tener vidas dignas. Era posible ganar un país para su gente.

Menos de un año después, Podemos lograría ganar las principales alcaldías de España con las confluencias ciudadanas y obtendría la friolera de 69 escaños y el 20,66% de los votos en las elecciones generales de diciembre. Más de cinco millones. Sumados a los 923.000 de Unidad Popular (la candidatura de Alberto Garzón e Izquierda Unida), eran seis millones de votos para las fuerzas transformadoras que aspiraban a abrir un proceso constituyente y refundar la idea de España bajo un nuevo paradigma: popular, plurinacional y al servicio de las mayorías sociales. 500.000 votos más que el PSOE y a solo 1 millón del PP de Rajoy, que venía de una mayoría absoluta. Números de escándalo, que revisados con perspectiva parecen totalmente increíbles, aunque en aquel momento no lo eran ya que nuestras expectativas y el clima social de nuestro país estaban todavía muy por encima. Se aspiraba a ganar.

La historia que vino después es conocida por todas. Guerras internas intestinas, regreso a posiciones políticas más clásicas, ataques mediáticos sin parangón, la mala gestión del desborde ciudadano y la pérdida de las referencias estratégicas con la que nos habíamos socializado primero en el 15M y luego en Podemos. Todo ello, inició el declive del movimiento y eclipsó las esperanzas de cambio.

Desde 2015, se han ido perdiendo muchos votos cada vez que se han abierto las urnas. Ha habido un agotamiento estructural del movimiento político, que nunca se planteó frenar con en una reformulación estratégica, ni tampoco con una reflexión colectiva real para intentar recuperar el rumbo.

Y al lado de estas disputas internas, estaba la disputa política. En 2017, tras desechar la hipótesis nacional-popular ensayada en 2015, empezaron los vaivenes tácticos que desviaron el objetivo fundamental: a saber, fundar una nueva idea de pueblo y una nueva idea de España diferente a la de las elites.

Sin este andamiaje teórico, la acción política de Podemos no se inscribe en un marco general, sino que se vuelve cortoplacista. Se han conseguido muchas cosas, que sin Unidas Podemos no hubiesen sido posibles, pero no hay un puerto de llegada claro para la ciudadanía. Es necesario volver a marcar un camino, generar un horizonte ilusionante para volver a movilizar a las personas en torno a un objetivo claro y realista.

Hay muchos malestares que persisten. Y muchas personas, decepcionadas con la oportunidad revolucionaria abortada, parecen inclinarse más por el nihilismo que provoca la ausencia de esperanza en el futuro que por otras expresividades políticas. La pulsión destituyente e impugnadora sigue estando presente. El Régimen del 78 sigue sin incorporar las demandas ciudadanas de renovación y eso provoca que persista el sentimiento de agravio y la necesidad de una actualización y regeneración completa.

Sigue habiendo ganadores y perdedores de la globalización y sigue persistiendo una tensión democrática entre élites y pueblo que no se resuelve. Vox se aprovecha de esos vacíos y, sin programa realmente definido, le dice a la gente que las elites son las feministas y el colectivo LGTBI, en una clara desviación oportunista de un sentimiento real de desigualdad. Señalan a unas supuestas élites culturales que no son tal porqué nunca van a señalar a las élites económicas.

La amenaza de que Vox llegue a los gobiernos para atacar los derechos civiles y territoriales de España es real. Y, en este escenario, es cuando tenemos que recuperar aquello de ser una herramienta al servicio del pueblo. Porque no nacimos para ser siglas, nacimos para ser pueblo.

Hay que hacerse cargo de los malestares ciudadanos, hay que reconectar con las pasiones populares y hay que volver a hablar el lenguaje de la calle. A la gente le preocupan cuestiones que pueden ser delicadas para cierta izquierda, como la familia, las certezas o la idea de nación, pero en un momento de profundas pérdidas de referencias colectivas es normal que esto surja y es necesario abordarlo.

Por último, está la cuestión territorial que en Castilla y León acabamos de ver agudizarse. A las tensiones de las periferias se suma el de las provincias olvidadas, esa España vaciada por culpa del efecto aspiradora de Madrid. Reequilibrar la balanza supone reajustar la balanza territorial y terminar con el centralismo.

Para llevar a cabo todo esto, será necesario reformular el proyecto. Hacen falta nuevas formas de hacer, nuevos liderazgos, nuevas estructuras de partido y una profunda reflexión de este ciclo político tan intenso.

Hablar de futuro no es fácil en un momento en el que hay una creciente desafección con lo que guarda relación con la política. Pero que se revalorice la política y podamos construir ese futuro pasa también por avanzar en medidas valientes de regeneración y por otras formas de expresarnos en el ámbito público.

Si nos tomamos en serio nuestros sueños y nuestra lucha contra los reaccionarios, es el momento de plantearse la mejor herramienta para conquistar los primeros y para vencer a los segundos. Esa herramienta tendrá que recoger lo mejor de Podemos, pero tendrá que ser una superación de la coalición.

Es el momento de proponer y volver a convocar al pueblo, para volver a avanzar. Con convicción. Con firmeza. Y con ilusión.

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