Desenredando

Isabel Peralta, hablemos sobre discriminación

Isabel Peralta, hablemos sobre discriminación
La falangista Isabel Medina Peralta, durante un discurso en 2021.

Hace una par de días, Isabel Peralta, la joven neonazi derecha que se dio a conocer con proclamas antisemitas en un homenaje a la División Azul el pasado año en Madrid, publicaba este tweet desafortunadísimo:

A este manifiesto, en el que ponía en cuestión que las negras —calificativo despectivo y, por tanto innecesario; no lo digo yo, lo dice el diccionario Merriam-Webster, una institución que sabe—sufran discriminación laboral, le seguía un hilo de tweets en el que Peralta explicaba por qué ella sí estaba siendo discriminada, y no las negras.

En el segundo tuit del hilo, decía Peralta: ­«Ese cuento de los "oprimidos" es una mentira.  Nadie es discriminado laboralmente por ser árabe, homosexual o progresista. En cambio yo no soy capaz de encontrar un trabajo con mi nombre, es decir, no puedo cotizar». Bien, finjamos que #LoDeLosOprimidos es efectivamente un cuento que nos hemos sacado del arco del triunfo unas cuantas que queremos ir por la vida de víctima: centrémonos en los nombres. La Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) encontró que un nombre extranjero hace que la búsqueda de empleo sea más difícil para los solicitantes en los 17 países desarrollados encuestados.

Siendo yo una mujer negra, podría hablarle a Isabel Peralta de discriminación, si ella quisiera escucharme (que no querría) y, sobre todo, si  a mí me apeteciera hacerlo (que tampoco). Pero tampoco me interesa hablar desde esa perspectiva de la vivencia personal para que nadie salga con lo de que se trata de casos aislados. En realidad, hay que hablar de un sistema y una estructura que permiten la discriminación de las personas de otros grupos raciales, en el acceso al empleo y en muchos otros ámbitos, como confirman año tras año los informes anuales de la federación SOS Racismo.

Hasta donde yo sé y por lo que veo en su foto de perfil en Twitter, Isabel Peralta, es una mujer blanca con un nombre que en España no le cuesta pronunciar a la mayoría de la gente de la población y menos todavía a la gente que suele estar en los puestos de selección de personal y que no parece extranjero, así que igual los tiros no van por el nombre en sí. A mí me da que el problema no es el nombre de Isabel Peralta en sí. Tal vez el problema sea lo que Isabel Peralta representa en concreto. Tal vez sea que haya empresas que no quieren dar pábulo a personas con pensamiento de corte nacional socialista y a los valores que representan.

Aún así, me parece bastante curiosa esta forma torticera de victimizarse queriéndose comparar con un grupo históricamente discriminado (las mujeres negras) y queriendo negar esa discriminación para aplicarla de forma inversa.  Y lo que me sorprende es que Isabel Peralta, con su nivel elevado nivel de estudios, no se dé cuenta de que, igual que a las mujeres negras se las discrimina por el grupo racial al que pertenecen. Es decir, la discriminación existe y se ejerce, aunque la ley la prohíba, y a cada persona le afecta de una forma o por un motivo concreto, sin que eso signifique que no pueda darse por otros motivos. Por lo tanto, Isabel puede citar toda la legislación que considere: el Estatuto de los trabajadores, el Código Penal y todo lo que quiera. Lo que está totalmente fuera de lugar es que, para denunciar una injusticia, pretenda mofarse e intentar desmontar situaciones reales de discriminación que ella no conoce porque no las sufre. Y a eso se le llama privilegio.

A eso se le llama privilegio y también se llama oportunismo al hecho de aprovecharse de la situación de discriminación de las mujeres negras para llamar la atención sobre lo que a ella le pasa, y ponerse en el centro.

Por poco que le guste a Isabel, la discriminación que ella sufre no tiene que ver con lo que vivimos las mujeres negras, y menos cuando ella asume que el hecho de que ella no encuentre trabajo puede formar parte, como dice en su propio hilo, de las consecuencias del camino que ella ha elegido. Y eso tampoco se debería obviar: Peralta ha elegido un camino el nacional socialista— y eso está suponiendo unas consecuencias que se manifiestan en forma de pérdida de acceso a determinadas oportunidades.  Una mujer negra no escoge ser una mujer negra, y por lo tanto no hace ninguna elección consciente a cuyas consecuencias deba atenerse. Y, por lo tanto, comparar dos situaciones que no son comparables en absoluto es creer que la gente es imbécil y le va a comprar el discurso.

En mi opinión, Isabel Peralta es una mujer blanca que se vanagloria de enaltecer los discursos de odio. Las lágrimas por empezar a vivir las consecuencias de sus elecciones no tienen cabida aquí. El comportamiento de Karen se huele a la legua.

 

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