Otras miradas

Trabajar para la guerra

Noelia Adánez

Trabajar para la guerra
REUTERS/Mohammed Salem

A los 14 años la filósofa francesa Simone Weil alcanzó una certeza que ya no abandonó nunca: "Cualquier ser humano, aun si sus facultades naturales son casi nulas, puede penetrar en el reino de la verdad con solo desear la verdad y hacer perpetuamente un esfuerzo de atención para alcanzarla". A través de la atención y de la acción, Weil tratará de conducir su corta existencia afanándose en cumplir con el mandato autoimpuesto de vivir una vida consciente. Weil, judía de nacimiento, maximalista, revolucionaria, pacifista y mística, hubiera llorado como muchas lo hacemos cada día por el dolor, el sufrimiento y la muerte que Israel inflige con una desmesura inhumana desde hace dos meses al pueblo palestino de Gaza.  

Weil, que solo conoció un mundo en guerra, pues nació en 1909 y murió en 1943, se quedaría perpleja al constatar cómo la tecnología militar ha evolucionado hasta el punto de hacer posible en algo más de 60 días una masacre de la envergadura de la que está teniendo lugar en la Franja. Pero sin duda a nuestra filósofa enjuta de corta melena y gafitas redondeadas lo que más le hubiera sorprendido es que tal cosa esté teniendo lugar ante los ojos del mundo. Con seguridad Simone nos preguntaría dónde está nuestra atención; por qué incluso teniendo enfrente las imágenes rehusamos aceptar la verdad que transmiten, el horror que nos cuentan; ¿acaso nuestro ensimismamiento es tal que nos impide mirar y ver, actuar en consecuencia con el reconocimiento del sufrimiento del otro, de su desgarradora desdicha?  

Saturadas y sobreexpuestas, aturdidas y ensimismadas, pareciera que nuestra atención a la verdad y nuestra capacidad de actuar en consecuencia se aleja. Con relación a Gaza es imposible negar hoy lo que está sucediendo y, sin embargo, no termina de pasar nada que lo detenga. ¿De dónde viene toda esta indiferencia? ¿Qué desarrollo histórico nos ha traído al punto en el que estamos? ¿Podemos decir ya abiertamente que los derechos humanos y su defensa se evidencian incompatibles con el racismo que nos atraviesa? Porque es racismo lo que hay detrás del desprecio a las muertes de civiles que Israel está causando en Gaza. Quienes hoy se muestran incompetentes, Estados y organismos internacionales, no dudaron en prestar su apoyo incondicional a Ucrania cuando sufrió la invasión de Rusia.  

Al margen de consideraciones geoestratégicas, el racismo de nuestros gobiernos y de nuestras sociedades, por lo que respecta a los palestinos, debe ser tenido en cuenta. Inserto en la lógica de la guerra orienta decisiones como la que ha adoptado Estados Unidos al vetar en el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas una resolución de alto el fuego humanitario en Gaza. La Asamblea, por su parte, ha aprobado una declaración no vinculante que insta a "una tregua humanitaria inmediata, duradera y sostenida que conduzca al cese de las hostilidades". Esta declaración se ha aprobado con el apoyo de 121 países y el rechazo de 14 liderados por Estados Unidos. Entre los 44 que se abstuvieron se encuentra Ucrania. El Congreso de Estados Unidos, controlado desde enero por los republicanos, se está negando a liberar los fondos que Zelenski le solicita a Biden para continuar con su esfuerzo de guerra.  La bancada republicana condiciona la concesión de fondos a Ucrania a que los demócratas aprueben un endurecimiento del control fronterizo con México y del sistema de solicitud de asilo, ante el aumento del flujo de migrantes desde que terminó la pandemia. Cuando se habla de inversión y esfuerzo militar hoy en Estados Unidos la prioridad de los republicanos es la frontera con México, militarizada desde la pasada primavera. 


En una entrevista reciente publicada en El Salto, el sociólogo norteamericano William I. Robinson, autor de Mano dura. El Estado policial global, los nuevos fascismos y el capitalismo del siglo XXI, explica que cuando Rusia invadió Ucrania, el valor de las acciones de las principales empresas armamentísticas aumentó extraordinariamente. Lo mismo sucedió cuando Israel anunció el inicio de la ofensiva contra Gaza. Como él mismo recuerda, estas compañías invierten en conglomerados financieros y están vinculadas a las grandes empresas de alta tecnología. En tiempos de estancamiento crónico del capitalismo global el negocio de la guerra resulta ser más lucrativo que nunca. Sin embargo, la trama de conflictos dispersos nos coloca -según Robinson- en el camino a una tercera guerra mundial de consecuencias calamitosas.   

Y es que el belicismo es incremental y contagioso, y si no observen la trayectoria de Zelenski, quien esta misma semana colgaba en sus redes sociales una fotografía suya con ejecutivos de distintas armamentísticas como Lockheed Martin, Northrop Grumman o General Dynamics. En el texto de su post se leía: "Estamos dispuestos a producir más municiones y equipo militar, pero necesitamos apoyo. Es importante desarrollar la producción conjunta de municiones de artillería, sistemas de defensa aérea, artillería y sistemas de misiles. Podemos crear más empleos, empoderar y beneficiar a nuestra gente trabajando juntos". Zelenski busca ahora presentar su lucha ante el mundo como el muy ventajoso y presentable negocio de trabajar por y para la guerra. ¿Quién puede afearle a Israel su militarismo hoy y sus ansias de destrucción? Contesten ustedes. Simone les diría: pongan atención, la verdad está ahí para quien quiera verla.  

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