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Escena de 'El fantasma de la Ópera' en la que los intérpretes cantan 'Ángel de Música'. Foto: Letsgo Company
Escena de 'El fantasma de la Ópera' en la que los intérpretes cantan 'Ángel de Música'. Foto: Letsgo Company
Escena del secuestro de Christine en 'El fantasma de la Ópera'. Foto: Letsgo Company
Escena del secuestro de Christine en 'El fantasma de la Ópera'. Foto: Letsgo Company

‘El fantasma de la ópera’, una obra mastodóntica que pone fin a la tragicomedia del Albéniz

Después de más de dos décadas de ausencia, el musical de los musicales regresa a la escena madrileña y lo hace con un montaje rompedor en el que el espectador no tiene un momento de aliento. Las luces estroboscópicas y su escenario giratorio se ponen al servicio de un clásico que nunca fue llevado a las tablas a ritmo tan trepidante.

Aurora Muñoz

Todos los teatros han vivido cien vidas, pero el Teatro Albéniz, ubicado en el número once de la calle de la Paz ―en pleno centro de Madrid―, conserva una historia casi tan apasionante como las de algunas de las obras que se han representado sobre sus tablas. Fue construido en 1945 durante la posguerra entre la Puerta del Sol y la Plaza de Jacinto Benavente, entonces contaba con un aforo para mil espectadores y durante mucho tiempo fue un templo para la zarzuela y la revista, acogiendo algunas de las representaciones más icónicas de Lina Morgan. El primer traspiés llegó cuando en 1955 tuvo que adaptarse a los tiempos y acabó convertido en cine. Podía haber sido peor. Allí se implantó el cinemascope y todavía quedará alguno que recuerde haber visto desde sus butacas 2001: una odisea en el espacio por 25 pesetas.

Con todo, Madrid le debía una resurrección y en 1985 le llegó como el teatro oficial de la Comunidad ―algo similar a lo que hoy son los Teatros del Canal―. Fueron años de gloria, pero tras cambios políticos todo comenzó a tambalearse en los 90 y una sentencia del Tribunal Superior de Justicia de Madrid permitió en 2003 que se redujera el nivel de calificación del inmueble. El mundo de cine y del teatro se movilizó en una plataforma para evitar que el edificio se dedicara para otro uso que no fuese cultural, pero nada pudo evitar que en 2008, tras un montaje de La vida es sueño, el Albéniz cerrase sus puertas.

Lo verdaderamente apasionante es que, tras años de clausura, resurgió como el ave Fénix con la calificación de Bien de Interés Cultural. Antonio Banderas fue el encargado de devolver la emoción del musical a su escenario en noviembre de 2022 con Company y es quien ambicionó traer después El fantasma de la ópera. El sueño parecía disparatado. Esta obra, creada en 1985, exige una puesta en escena mastodóntica. No obstante, la historia basada en la novela homónima de Gastón Leroux transcurre en la imponente ópera de París y se mencionan obras como Las Bodas de Fígaro Don Juan. «Estamos viendo metateatro y, aunque Carlotta [Marta Pineda] cumple con los estereotipos de aquellas sopranos antiguas que buscan las comodidades que les da su protagonismo, esta obra más que una parodia del mundo elitista de la alta cultura es un enorme homenaje a la ópera y eso obliga a que la producción original sea muy grande», explica Silvia Montesinos, alma mater de esta nueva versión.

Cómo meter la Ópera de París en un pequeño escenario

Ella es traductora, adaptadora y directora asociada de esta nueva versión que llegó a la capital el 20 de septiembre gracias a la asociación Amigos Para Siempre (APS), entre el creador del libreto, compositor y letrista Andrew Lloyd Webber y el propio Banderas. Cuando se pusieron manos a la obra, ya sabían que uno de los grandes retos era reducir la escenografía sin perder la espectacularidad que merece. «El director Federico Bellone es a la vez el diseñador de la escenografía y la ha concebido desde la perspectiva que permite este espacio. A pesar de que estrenamos primero en Trieste (Italia), todo se hizo con las medidas del Teatro Albéniz porque sabíamos que había que hacer encaje de bolillos para que los elementos que participan pudieran entrar», relata.

Su laboriosa puesta en escena fue diseñada para aprovechar cada milímetro del teatro y para lograrlo hubo que crear muebles a medida. «Es súper interesante y bonito de ver de cómo la escenografía de suelo va entrando en el momento en que es necesaria y cuando no, la mayoría está colgando. El público pasa de ver un teatro a la italiana a la vez que un backstage, la oficina de los managers y el camerino de Christine. Todo sin casi apenas transición», añade Montesinos. La solución consistió en hacer girar el escenario y añadir unos telones que otorgan perspectiva. «El tejado, por ejemplo, se ha construido a través de una de estas piezas», detalla. El responsable de estos elementos pintados a mano es Reinaldo Rinaldi, uno de los artesanos de este género más emblemáticos, autor de las obras en la sala de Escenografía del Teatro Comunale Luciano Pavarotti de Módena.

De momento, el montaje continuará en Madrid hasta el 4 de abril, pero el esfuerzo que LetsGo por reconvertirlo en un espectáculo reducido servirá para que, después de más de 30 años sobre los escenarios y haber embelesado a más de 145 millones de espectadores en 186 ciudades de 35 países, por fin podrá recalar en plazas más pequeñas. «Está pensado para que se pueda girar con él y el deseo de la promotora es que dure mucho tiempo para llegar al máximo público posible. Tenemos datos de que algunos teatros de provincias tienen incluso más capacidad que el Albéniz, así que no será por problemas de espacio», bromea la responsable de esta adaptación. «De momento estamos muy bien aquí», dice con la esperanza de que este clásico pueda convertirse un sempiterno como El Rey León.

El blockbuster del teatro musical

«Estamos en un momento maravilloso en el que hay mucho nivel, pero cada vez somos más y como dice Iñaki Fernández [productor artístico], solo hay un pastel y cada vez hay que repartirlo entre más. Aún así, a mí me encanta pensar que las productoras siguen teniendo fe y ganas de seguir adelante con títulos fuertes que se van manteniendo. Ya somos la tercera potencia mundial en el teatro musical y cuando viene gente de otros países a ver alguna representación en España reconocen la calidad y creo que es un negocio que le da mucho dinero a la ciudad», defiende Montesinos.

El fantasma de la ópera no pisaba esta plaza desde el 4 de septiembre de 2002. Ya era legendario cuando desembarcó en el teatro Lope de Vega. En la actualidad, ocupa el tercer puesto de la lista de espectáculos de mayor permanencia de cartel en la historia del londinense West End, solo por detrás de La Ratonera y Los Miserables, pero su éxito ha ido mucho más allá del teatro donde debutó. Además, ha sido galardonado con más de 70 premios, incluyendo 7 premios Tony y 4 Olivier Awards.

«Hay muchas cosas que hacen especial este musical. Una de ellas es la partitura que a pesar de que en un principio puede aparecer repetitiva es resolutiva, porque cuando estás escuchándola va respondiendo a tus necesidades emocionales y por un lad, tenemos al personaje del fantasma, que crea adicción. Tiene muchísimos seguidores porque de alguna manera representa nuestros complejos y los secretos que nos hacen sentirnos un poquito diferentes al resto», valora la traductora del libreto. En esta adaptación Talía del Val ―que saltó a la fama por su memorable papel como Cosette en Los Miserables― da vida a la joven diva Christine Daeé, mientras que el reconocido Gerónimo Rauch es quien se pone en la piel del enigmático fantasma, papel que ya ostentó durante el run en el West End de Londres. «En cuanto sacamos el título, Gerónimo me escribió y me dijo que quería hacerlo. Sabía que lo teníamos a él y eso nos llenaba de alegría porque es una apuesta segura», reconoce Montesinos.

Una historia de amor imperecedera y … tóxica

Este 14 de febrero, Día de los enamorados, dos afortunados asistirán al espectáculo gracias a un concurso que la compañía ha organizado en Instagram para demostrar que el amor siempre tiene recompensa. El equipo del musical premiará las historias más inolvidables y auténticas de sus seguidores para celebrar San Valentín con una cena, una noche de hotel y dos entradas. Da igual si el relato tiene un final feliz o trágico, si ocurrió ayer o hace 50 años, lo que importa es que conmueva corazones. «El fantasma de la ópera representa un amor profundo. El fantasma ama con todo su corazón a Christine, incluso hasta más allá de lo que él mismo es consciente, pero no solo la quiere a ella, sino también es un adorador de la música y el arte con un perfeccionismo que le lleva a castigar, incluso con la muerte, a quien no lo trate como como se merece», desarrolla la directora asociada. «Es cierto que hay una parte de amor tóxico e incluso violento, pero se entiende perfectamente en el espectáculo que el fantasma no ha sido amado y no sabe amar, no sabe gestionar sus emociones y el hecho de que su amor no triunfe es una lección positiva para las nuevas generaciones», sostiene.

Precisamente, ese nuevo público estuvo en el punto de mira de la productora desde el principio. «Queríamos contarlo de una manera más moderna», admite Montesinos. «El espectador actual está acostumbrado a consumir muchas series de televisión de capítulos cortos en los que todo pasa muy rápido y sabíamos que necesitábamos una narración más ágil. Si intentábamos contarla dándole más peso a las pausas y al virtuosismo de la música nos podía jugar en contra, así que nos centramos en conseguir que el ritmo fuese lo más trepidante posible», desarrolla. «Ese dinamismo nos permitió introducir más sorpresas de impacto que te despiertan y te hacen volver a engancharte una y otra vez con la historia de unos personajes que son de otra época, pero tienen emociones que reflejan de una manera súper natural y cotidiana», agrega.

A lo largo de la obra, el espectador disfruta de escenas míticas como el primer encuentro a través del espejo entre el fantasma y Christine, el secuestro de la joven soprano hasta las catacumbas o el multitudinario baile de carnaval. Cada cual tiene su favorita, pero para Montesinos solo el final bien merece una entrada. «Es tan agitada y violenta emocionalmente que resulta sobrecogedora y llega muy profundo. No me canso de verla, yo estoy en la función todos los días y siempre que llega a esa escena una parte de mí aparta cualquier otra cosa de mi mente y me olvido de si la técnica está correcta. Si te gusta el teatro no podrás apartar la mirada de ese momento tan visceral que te enajena y te mete en la historia. No os la podéis perder», concluye.