Jéssica Albiach, entre dos aguas
La candidata de Comuns Sumar se ha sabido adaptar a los reequilibrios de su espacio político e intentará mantener un perfil propio en una campaña muy polarizada.
David Marín
Barcelona-
Hay gente que tiene una habilidad enorme para moverse en los terrenos de frontera. Ahora un pie aquí, ahora un pie allá, y hacer ver que encajan en ambos lados. Hay quien lo ve como un don, la capacidad de sintetizar los dos contrarios y llegar al consenso. Hay, en cambio, quien lo ve como un problema inconsistencia, un no mojarse mientras se espera a ver hacia donde sopla el viento. Adaptarse a las circunstancias, en lugar de cambiarlas.
Jéssica Albiach es una persona con este don, situada al frente de un espacio político de frontera. Albiach provenía del sector de los Comuns y cuando este sector estalló ante la presión de los más orgánicos provenientes de Iniciativa per Catalunya (ICV), sustituyó a Xavier Domènech como presidenta del grupo parlamentario.
Se la presentó como una apuesta de consenso, capaz de liderar desde la frontera de estas dos almas del grupo un espacio político complejo pero seguro de si mismo. Pero mis informantes del Parlament me explican que los otros grupos, cuando han tenido que negociar algo con el grupo, nunca se presenta sin David Cid, uno de los capitanes de ICV, y algunas veces ella ni siquiera estaba.
Quién ha tomado el control del espacio político son los dirigentes de la extinta Iniciativa. Jéssica Albiach y otros miembros provenientes de Podem y del activismo social, o bien se han adaptado a las nuevas reglas, como Ada Colau, o bien se han marchado, como Xavier Domènech. Otros han sido rescatados por Salvador Illa para colgarlos en las listas del PSC como trofeos progresistas, como Gemma Lienas o Lluís Rabell.
El espacio político de los comuns también se ha comportado a menudo como un espacio de frontera, y se mueve según la situación para adaptarse a un entorno social cambiante. Entre los orígenes de izquierda clásica y doctrina marxista y las nuevas luchas ecologistas y feministas, entre los discursos de revuelta y transformación radical, y la garantía del buen funcionamiento del sistema y sus servicios públicos.
El partido se ha movido también entre el reconocimiento teórico del derecho a la autodeterminación de los pueblos y el rechazo a la manera como el independentismo catalán lo quiso ejercer, sin permiso del Estado, como si la autodeterminación no fuera justamente esto.
Entre denunciar las carencias del PSC como partido de izquierdas y garantizarle los votos en Barcelona y, si se diera el caso, en la Generalitat. Vivir es tomar partido, decía Gramsci. Pero a veces también es nadar entre dos aguas y mirar de no acabar ahogado.
Entrada en política como asesora de comunicación
Jéssica Albiach nació en València en 1979. Sus padres formaban una familia humilde y se separaron con la primera ley de divorcio de la democracia. Ella creció entre los valores de la València de las escuelas religiosas castellanizadas, donde heredó el espíritu progresista de una familia valencianohablante que tuvo la energía suficiente como para conseguir que finalmente ella pudiera ir a la universidad.
Hizo periodismo, escribió en el Diario Levante y la contrataron para hacer algunas sustituciones en Canal 9. A pesar de que fue a manifestaciones del 25 de abril, actos contra la guerra e incluso contra la sentencia que recortaba el Estatut catalán, ella no fue hacia la política, sino que la política fue hacia ella.
La fichó el equipo de campaña de la vicepresidenta socialista Maria Teresa Fernández de la Vega. Fue así como abandonó una trinchera del periodismo para pasarse a la contraria: la de los asesores de comunicación y responsables de prensa. Pero el paso definitivo fue el 15M. Lo vivió en Barcelona, donde se había desplazado para estudiar un máster en comunicación política y había empezado a trabajar como técnica de comunicación para el alcalde socialista de Cornellà, Antonio Balmón.
El 15M cambió la mirada de toda una generación hacia el poder: de vivirlo como una imposición contra la cual solo se puede hacer alguna cosa más que aceptarlo y buscar una ensambladura más o menos cómoda, a creer que era posible cambiarlo de manos: tomarlo a partir de la movilización ciudadana, hacer la ruptura que no se pudo hacer durante la Transición y empezar de nuevo con valores de justicia, participación y movilización ciudadana y la democracia real. Se inscribió en Podemos y decidió colaborar con el nuevo partido-movimiento.
Pronto, su manera de ser y su habilidad para situarse en el consenso la favoreció en las primeras pugnas dentro del entorno del espacio político que acabó configurándose al cobijo de Catalunya en Comú, con la confluencia de ICV y de los otros espacios y movimientos de la izquierda catalana.
Marcar la línea que separa los comuns del PSC
El fracasado intento de renovar el Estatut fue también un 15M particular en Catalunya. El catalanismo dio paso al llamado procés, donde una nueva generación política veía posible la ruptura con el Estado y empezar de nuevo con una república catalana más justa y más democrática para los catalanes.
El espacio de los comuns vivió primero con incredulidad -Convergència nunca llegará tan lejos- y después con una incomodidad cada vez más alta aquella otra revolución que tenía tantas cosas en común con la suya pero que no controlaban en absoluto. Hasta el punto de ruptura final, cuando el grupo de Albiach en el Parlament votó en plena derrota interna la declaración de independencia del 27 de octubre.
Jéssica Albiach, haciendo caso de aquello pedido por la dirección del grupo, votó "no", enseñando la papeleta a todas las cámaras, en una imagen que el independentismo todavía hoy le reprocha por lo que creían que tenía de favorecedora de la represión para los que votaran "sí".
La cabeza de lista de Comuns Sumar ha empezado la campaña hacia las elecciones del 12M con un discurso que intenta marcar claramente la línea que les separa con el PSC: del Hard Rock ni hablar, de acuerdos con Junts, tampoco. A la vez, no obstante, se ofrece como garantía de un gobierno de izquierdas con el PSC y los republicanos de ERC.
Siempre en la frontera. Pero la sacudida de Pedro Sánchez puede haber dinamitado una estrategia electoral de difíciles equilibrios, entre animar el electorado progresista y evitar que acabe desplazándose en un frente único hacia el PSC. Seguramente, se tendrá que mojar.
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