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La amenaza del caos se aleja del Carnaval en Brasil

La Policía Militar de Bahía y Río de Janeiro abandona la huelga

NAZARET CASTRO

Asaltos, saqueos, homicidios, tiroteos en las calles, cierre de comercios y ejecuciones a cargo de escuadrones de la muerte. La Policía Militar (PM) de Bahía y Río de Janeiro acabó el sábado por la noche con la huelga que ha puesto en jaque a las capitales brasileñas del carnaval (Salvador y Río) a una semana del alud de turistas que cada año llega por estas fechas a Brasil para disfrutar con las comparsas y desfiles de las escuelas de samba. Si bien los agentes de Bahía aceptaron volver a patrullar las calles a cambio de pluses y mejoras salariales, los cariocas simplemente han concedido una tregua hasta el miércoles, cuando decidirán si continúan con las protestas. En todo caso, el seguimiento en Río ha sido menor y la amenaza de la propagación de la huelga a otros estados brasileños no llegó a surtir efecto.

Autoridades, hosteleros y visitantes pueden respirar ahora tranquilos, pues durante los 12 días que ha durado la huelga se disparó la criminalidad. En Salvador se registraron más de 150 homicidios, el triple que en la semana anterior al paro. Un tercio de las víctimas pereció a causa de un tiro en la cabeza, lo que refleja que los disparos 'no eran para defenderse o herir, sino para matar', aseguró al diario Folha la Policía Civil de Bahía, que atribuyó las ejecuciones a grupos de exterminio y paramilitares (las temidas milicias, formadas por policías y exagentes): 'Aprovecharon la huelga, que redujo las patrullas, para limpiar la zona y matar a quienes los estaban incomodando'.

La Policía de Bahía vuelve a patrullar la calles; la de Río lo decide el miércoles

A la espera de lo que suceda en Río, la resaca de las manifestaciones en Bahía también ha traído consigo la detención de cuatro agentes, entre ellos Mario Prisco, el principal líder huelguista. Aunque durante las negociaciones habían tratado de obtener la amnistía para 12 agentes acusados supuestamente de incitar y protagonizar los episodios de violencia, las autoridades no cedieron y sobre ellos pesan delitos de vandalismo o contra el patrimonio público.

Jaques Wagner, gobernador de Bahía, cree que la huelga ha sido orquestada a nivel nacional con el fin de presionar al Gobierno para que apoye en el Congreso la equiparación del salario mínimo de la Policía Militar de todos los estados a la del Distrito Federal de Brasilia, que se eleva a 3.031 reales mensuales (unos 1.400 euros) frente a los 2.300 de Bahía y los 1.670 de Río.

Es un problema de difícil solución y la presidenta brasileña, Dilma Rousseff, lo sabe. Pese a sus cuestionables métodos, el sector huelguista de la Policía Militar tiene razones para quejarse de las malas condiciones de trabajo y del salario que obtiene por una labor de alto riesgo. Sin embargo, según el Gobierno, algunos estados quebrarían si tuvieran que hacer frente a tales aumentos. En la práctica, Brasil sólo puede o quiere permitirse pagar bien a los agentes que garantizan la seguridad del Distrito Federal, que alberga las instituciones políticas.

El carnaval, cuyo inicio es inminente, se veía amenazado por la delincuencia

De fondo persisten serios problemas estructurales: la brasileña es una policía que mata y muere mucho, que está profundamente corrompida y que a menudo utiliza métodos propios de una dictadura militar. Según los expertos, la escasa retribución es una de las causas de la extensión generalizada de la corrupción. Así, toda la cadena de mando se beneficia del arrego (dinero pagado por los narcos a cambio de hacer la vista gorda). Y, a menudo, las propias Fuerzas de Seguridad venden armas a los criminales. Sólo así se explica que el crimen organizado posea cinco millones de armas, un 80% de producción nacional. 'La Policía carioca es mucho más que cómplice: es protagonista del delito', afirma el sociólogo Luis Eduardo Soares, ex secretario nacional de Seguridad.

Una Policía, además, violenta, tal vez porque ambas son 'las dos caras de la misma moneda', opina Soares. Sólo en Río hubo 855 muertos en enfrentamientos con agentes en 2010. Sus víctimas son jóvenes, negros y pobres de las favelas. Según el sociólogo, es imprescindible 'una refundación de las instituciones' para modernizar y democratizar el cuerpo.

En Bahía, sin embargo, los disturbios han evidenciado otro problema: el índice de homicidios se ha duplicado en la última década, mientras que en el sureste del país ha caído un 47%. Según The New York Times, paradójicamente, el crecimiento económico y las políticas asistenciales de Lula pueden haber motivado el surgimiento de un nuevo mercado de las drogas, con lo que las facciones del narcotráfico se han desplazado a esa región.

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