Este artículo se publicó hace 13 años.
Apertura contra la barbarie ultra
Durante 10 años, Breivik fue un miembro del Partido del Progreso, una fuerza política conocida por su escepticismo ante la inmigración
No era un conocido de la Policía noruega. Ninguna autoridad le había echado el ojo al terrorista, criado en casa. Pero sus opiniones no eran un secreto. Durante 10 años, Breivik fue un miembro del Partido del Progreso, una fuerza política conocida por su escepticismo ante la inmigración, pero sin poder en el Gobierno.
Todavía sabemos poco sobre su influencia en el partido, que dejó en 2007. El Centro Noruego contra el Racismo, que investiga webs con contenidos contra el islam o la inmigración, sí se había percatado de su presencia en Document.no. En ella, Anders Behring Breivik debatía sobre lo que significa ser un "verdadero" noruego. Sus puntos de vista son más comunes de lo que parece. Sorprende descubrir que Knut Olav Åmås, el redactor jefe de Cultura del Aftenposten, el mayor diario de Noruega, recibe a diario artículos de opinión que le recuerdan a lo que sabemos de Breivik. Ese tipo de argumentos también se encuentran en las webs VG, Dagbladet y Hegnar, las que más visitantes reciben.
"Estamos listos para luchar contra el terrorismo, pero sin ingenuidad"
Lo quizás más sorprendente de su estrategia es su manifiesto, descrito como una "declaración de guerra civil europea" por el bloguero Bjørn Stærk. En él, los "puros" y conservadores europeos luchan contra la alianza cultural de los políticamente correctos marxistas y musulmanes. Una política migratoria laxa parece ser el motivo de su ataque contra los edificios del Gobierno, donde su propio padre y su hermanastro trabajaron, y los jóvenes laboristas.
Cuantos más detalles conocemos, más convencida estoy de que sus ideas serán derrotadas. Pretende que odiemos a los inmigrantes, pero el propio Breivik demostró por qué son inmigrantes. A menudo huyen de masacres o bombas en sus propios países. La esperanza de una sociedad cívica fue representada por el primer ministro, Jens Stoltenberg, que habló la misma noche de los ataques. "Nunca debemos abandonar nuestros valores y demostrar que nuestra sociedad abierta puede pasar la prueba. La respuesta a la violencia es todavía más democracia y humanidad, pero nunca ingenuidad. Es lo que le debemos a las víctimas y sus familias", aseguró. Es quizás ahí donde reside la diferencia de la respuesta y la clave de su éxito. Estamos muy acostumbrados a líderes políticos que gritan "¡Os vamos a atrapar!" tras un ataque terrorista. En ese contexto, es casi increíble hablar de apertura y democracia.
Veremos algunos cambios. En los últimos años, las amenazas de extranjeros centraron el trabajo de la Policía, pero ahora se reforzará la seguridad en los edificios públicos o se dedicarán más recursos para que los servicios de inteligencia investiguen el ecosistema de la derecha.
Como dijo el ministro de Exteriores, Jonas Gahr Støre, mañana se podrá reconocer a Noruega a la perfección. Los pensamientos del atacante están disponibles. Un joven laborista lo expresó así ayer en Twitter: "Pongámoslos sobre la mesa y debatámoslos hasta vencerlos". Noruega está preparada para luchar contra el terrorismo con más democracia y apertura, pero sin ingenuidad.
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