Cadena perpetua para los cinco imputados por el asesinato del joven argentino Fernando Báez Sosa
La Justicia condena también a otras tres personas a 15 años de prisión como partícipes secundarios del crimen.
María Daniela Yaccar (Página 12)
Buenos Aires-Actualizado a
El tono aséptico de la lectura del veredicto en el juicio por el asesinato de Fernando Báez Sosa fue interrumpido por una situación de fuerte carga emocional. Máximo Thomsen –señalado como el líder del grupo que mató a golpes y patadas al joven en Villa de Gessel, al este de Buenos Aires, en enero de 2020– recibió atención médica debido a una descomposición. La lectura del veredicto prosiguió sin su presencia debido a su estado de salud.
La Justicia condenó a Luciano y Ciro Pertossi, Enzo Comelli, Matías Benicelli y al descompuesto Máximo Thomsen a cadena perpetua como coautores de homicidio doblemente agravado por alevosía y concurso premeditado de dos o más personas en concurso ideal de lesiones leves. Por otro lado, Ayrton Viollaz, Blas Cinalli y Lucas Pertossi fueron sentenciados a 15 años de prisión como partícipes secundarios del mismo asesinato.
De esta manera, el Tribunal Oral número uno de lo Criminal, integrado por los jueces María Claudia Castro, Emiliano Lázzari y Christian Rabaia, mantuvo la tipificación solicitada por la querella y la Fiscalía, pero en lugar de condenar a los ocho jóvenes a perpetua como coautores dejó fuera de la pena máxima a tres de ellos.
El tribunal solicitó que ingresaran nuevamente en la Alcaidía 3 de la cárcel de Melchor Romero, en La Plata (Buenos Aires), donde cumplían prisión preventiva desde marzo de 2020 hasta el comienzo del proceso en la ciudad de Dolores. Hacia allí los trasladaron en la tarde de este lunes. Los jueces ordenaron, por otra parte, que se investigue a Juan Pedro Guarino y a Tomás Colazo por presunto falso testimonio, tal y como lo había solicitado la Fiscalía.
"Estamos conformes pero queremos perpetua para todos", dijo Silvino Báez, padre del joven asesinado
"Estamos conformes pero queremos perpetua para todos", dijo Silvino Báez, padre del joven asesinado, cuando junto a su mujer Graciela Sosa se marchaban del edificio. Sus abogados y la Fiscalía ya adelantaron que apelarán las tres sentencias que no fueron a prisión perpetua. "Vamos a Casación. No tengo nada para decir hoy", anticipó, por su parte, Hugo Tomei, el abogado que desde el principio defiende a los ocho acusados del homicidio.
Sala con fuerte presencia policial
La pequeña sala estaba más llena que en las audiencias anteriores y con una presencia policial fortalecida. Este lunes amaneció soleado y con un operativo de seguridad formado por 150 efectivos y un vallado que abarcaba seis manzanas, prohibiendo el tránsito de vehículos y restringiendo el paso a los peatones. Los vecinos de la ciudad de Dolores junto con algunas organizaciones de familiares de víctimas de distintos crímenes y otros convocantes que llegaron para respaldar a los padres del joven asesinado, siguieron la resolución de los jueces a través de sus móviles o las pantallas de los bares del centro.
En la confitería La Ley las condenas fueron festejadas casi como un gol. La descompensación de Máximo Thomsen suscitó ironías y las condenas menores fueron rechazadas con insultos. "Asesinos" y "perpetua" eran los gritos que más resonaban en las calles de una ciudad con espíritu de pueblo totalmente alterada por este suceso mediatizado.
A la izquierda de la sala, rodeados como siempre de un anillo de 11 policías, los ocho acusados escuchaban de pie la lectura del veredicto. Su abogado defensor le había pedido autorización para ello a la jueza Castro, en una señal de "consideración" de la defensa y de los –hasta ese momento– imputados.
Federico Marasco, secretario del tribunal, ya había nombrado a cada uno de ellos y comunicado las penas. También había cumplido con la formalidad de detallar sus nombres y apellidos, documentos de identidad, apodos, ocupaciones, de quiénes eran hijos, sus fechas de nacimiento y sus domicilios. Todo con una fugacidad que contrastaba con la imagen de lo que les espera, porque no habían pasado ni diez minutos desde el comienzo de la audiencia. Cuando ya estaba casi todo dicho –Marasco terminaba de puntualizar en los partícipes secundarios– Thomsen comenzó a balancearse lentamente, a entrecerrar los ojos, y terminó sentado.
Familiares presentes
Los oficiales de Infantería se miraban sin pavor. Rosalía Zárate, madre de Thomsen, pidió un médico "por favor". La jueza solicitó atención para el joven de 23 años y pidió a la prensa el desalojo de la sala. "¡Déjenme verlo!", "¡déjenme estar con él!", "esto es una mentira, saquen a todos los periodistas, la puta que los parió", "tres años torturándolo, no me importa más nada", gritaba Zárate.
Ella ocupaba uno de los tres pupitres en los que se distribuían los padres de los condenados, también a la izquierda de la sala. Su hijo mayor la contenía y la abrazaba, al principio. Después se levantó, como queriendo hacer físicamente todo lo posible para estar cerca de Máximo, quien no regresó al recinto cuando se retomó la lectura.
Estuvieron presentes, además, los padres de Comelli, Marcelo Comelli y María Alejandra Guillén; Marcos Pertossi, padre de Lucas; María Paula Cinalli, madre de Blas Cinalli; María Elena Cinalli y Mauro Pertossi, padres de Luciano y Ciro Pertossi; los padres de Benicelli, Mónica Ester Zárate y Héctor Benicelli; los padres de Viollaz, Sergio Viollaz y Erica Edith Pizzatti.
Todos de una manera u otra reflejaban dolor: las parejas se acariciaban, algunos lloraban, sus cuerpos se deslizaban sobre los bancos con las manos en posición de ruego y la cabeza agachada. Marcos Pertossi se enojó dos veces: primero protestó porque la prensa había ocupado uno de los pupitres, según él, reservado para familiares. Luego porque una mujer intentó sacarles una foto a los acusados en su ingreso, algo que está prohibido, salvo en casos de medios autorizados.
Una hilera de policías se plantó en el medio del espacio. El lado derecho estaba ocupado por abogados, familiares y amigos de la familia Báez Sosa. En este sector estaban Tomás D'Alessandro y Juan Manuel Pereyra Rozas, dos amigos de la víctima que declararon como testigos. Los padres de la víctima, por su parte, ocuparon el mismo lugar que en los alegatos, detrás de sus abogados.
Protestas en la calle
Desde temprano, por las calles de la ciudad de Dolores, integrantes de organizaciones de familiares de víctimas de distintos crímenes comenzaron a acercarse a la zona de los juzgados. Habían llegado vehículos particulares. También se juntaron manifestantes de distintos puntos de la provincia, como un grupo que se había organizado por Facebook. Carteles, banderas y camisetas con la cara de Fernando y otras víctimas se integraron al paisaje.
A la consigna en la calle de "Si no es perpetua no es justicia" se sumó la de "Ni olvido ni perdón"
A la consigna de "Si no es perpetua no es justicia" se sumó la de "Ni olvido ni perdón". Se veían también banderas de Paraguay. Desde ese país habían llegado familiares de Fernando. Juan Carlos Blumberg y Alejandra y Oscar Rossi, padres de Julieta Rossi, la novia de Fernando en el momento del homicidio, también estaban en el lugar.
"¡Pena de muerte!", pidió una mujer frente a la Plaza Castelli, la principal de Dolores. "La gente esperaba perpetua para todos. Para los tres que recibieron menos condena espero que se apele en Casación. Son todos asesinos", opinaba Laura Montes de Oca (57). "Se hizo justicia. Cada uno tiene que tener lo que merece", matizaba Mónica, que había llegado desde la ciudad de San Juan Bautista, también conocida como Florencio Varela.
Las últimas horas de la tarde de este lunes mostraban a algunas de las vallas azules utilizadas en la jornada amontonadas en las esquinas. Pero las que rodeaban al Palacio de Tribunales permanecían firmes en su lugar, incluso con sus carteles y banderas, cumpliendo la función de altar dedicado a Fernando Báez Sosa.
Comentarios de nuestros suscriptores/as
¿Quieres comentar?Para ver los comentarios de nuestros suscriptores y suscriptoras, primero tienes que iniciar sesión o registrarte.