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Crece el peligro que se cierne sobre la democracia en Sudán

Conforme se van conociendo datos sobre el golpe de estado de octubre, se hace más evidente que la fuerte injerencia extranjera en los asuntos de Sudán conseguirá que ese país no vuelva a la senda democrática. 

Un joven sudanés apostado frente a las barricadas callejeras construidas durante la noche por manifestantes antigolpistas en la capital, Jartum, tras los llamamientos a la desobediencia civil para protestar por el golpe militar del mes pasado, el 7 de nov
Un joven sudanés apostado frente a las barricadas callejeras construidas durante la noche por manifestantes antigolpistas en la capital, Jartum, tras los llamamientos a la desobediencia civil para protestar por el golpe militar del mes pasado, el 7 de noviembre de 2021. AFP

Hay cosas que antes se hacían de manera encubierta y que hoy se hacen de una manera más abierta y sin vergüenza, como muestra el caso de lo que se está sucediendo en Sudán desde el golpe del 25 de octubre, cuando el general Abdel Fattah al Burhan apartó del poder al gobierno de transición de Abdullah Handok que debería preparar el camino para unas elecciones libres.

Burhan sostiene que su intención es formar un gobierno "tecnócrata" y convocar las elecciones libres, pero es obvio que también tiene la intención de supervisar lo que ocurra, es decir, de vigilar que el gobierno civil no se va por derroteros que no interesan ni al ejército ni a sus aliados. Es lo que da sentido al golpe y a la represión que se está aplicando contra quienes insisten en tener un gobierno civil.

En esta crisis un papel central corresponde a Israel. En el estado judío las publicaciones de sus injerencias en otros países de la región se censuran habitualmente con rigor, y se impide publicarlas a los medios hebreos, pero en el caso de Sudán se está haciendo una excepción, de ahí que las cosas sean más visibles.

Pedir a Israel que responda por la democracia sudanesa es como pedir al lobo que guarde el rebaño de ovejas

La semana pasada Haaretz citó a una fuente israelí diciendo que EEUU ha pedido a Israel que utilice sus "relaciones" con Sudán para "reducir la tensión" tras el golpe. Otros medios hebreos como Walla! han confirmado este extremo, una información cuidadosamente filtrada por el gobierno de Naftalí Bennet y sobre la que la censura no ha intervenido.

Walla! explicó que el secretario de Estado Antony Blinken se dirigió al ministro de Defensa israelí, Benny Gantz, para que medie entre los golpistas y la administración de Washington, pero hay varias razones a día de hoy que indican que las cosas no van a cambiar.

En primer lugar, la petición americana reconoce el peso de Israel en el golpe, es decir las excelentes relaciones de Tel Aviv con los golpistas. Los medios hebreos han indicado que el general Burhan mantiene contactos con los responsables israelíes desde mucho antes del golpe, y todo hace suponer que si Blinken le pide a Gantz que medie es porque reconoce que Israel está a partir un piñón con Burhan.

Pedir a Israel que responda por la democracia sudanesa es como pedir al lobo que guarde el rebaño de ovejas. Si Blinken lo ha hecho es porque su intención no es revertir el golpe sino llegar a un entendimiento con los golpistas que garantice que se van a tener en cuenta sus intereses, así como los de Israel, que no ve con buenos ojos la democracia sudanesa y que reprocha al anterior gobierno civil que no haya autorizado un intercambio de embajadores un año después de que Donald Trump forzara a Jartum a reconocer al estado judío.

Como EEUU ha suspendido temporalmente, a causa del golpe, una ayuda a Sudán de 700 millones de dólares, algunos medios han señalado con ingenuidad que es una prueba de que Washington está interesado en la democracia. Sin embargo, no debe olvidarse que cuando Abdel Fattah al Sisi dio el golpe en 2013, EEUU también sancionó a Egipto... pero solo durante algún tiempo y para guardar las apariencias.

Es más, EEUU ha formado un grupo de países con los Emiratos Árabes Unidos y Arabia Saudí para gestionar la crisis. Pero al igual que Israel, esos países no tienen el menor interés en que la democracia sudanesa empiece a caminar, y es algo que Blinken no ignora, lo que vuelve a llevarnos a que la democracia sudanesa no tirará adelante con una credibilidad mínima.

Los Emiratos, Arabia Saudí o Israel son los países menos interesados en que haya democracia en el mundo árabe. Lo han demostrado y lo siguen demostrando con sus intervenciones en Egipto, Túnez o Libia, donde han conseguido paralizar los procesos democráticos.

Los Emiratos, Arabia Saudí o Israel son los países menos interesados en que haya democracia en el mundo árabe

Por cierto, hablando de Libia, este fin de semana, el veterano periodista Yossi Melman ha revelado en Haaretz que Saddam Haftar, hijo del poderoso hombre de la guerra libio que tiene nacionalidad estadounidense, ha visitado Tel Aviv para pedir ayuda a cambio de reconocer a Israel, un extremo que las autoridades locales no han desmentido y que confirma que las cosas se hacen ahora con luz y taquígrafos y no a escondidas.

Otro periódico de Tel Aviv, el Yediot Ahronot, publicó hace unos días citando a "altas fuentes israelíes" que una delegación de este país, en la que también había responsables del Mosad, visitó Sudán algunos días después del golpe contra Abdullah Handok, con la intención de "mediar entre las dos partes".

La prensa hebrea también recuerda que Burhan se reunió hace algún tiempo con el entonces primer ministro Benjamín Netanyahu en secreto en Uganda, sin informar a Handok. Y que horas después del golpe un alto cargo israelí descubrió a Israel Hayom que el estado judío apoyaba el golpe.

Por su parte, The Wall Street Journal reveló la semana pasada que la víspera del golpe del 25 de octubre, el general Burhan viajó a El Cairo para reunirse con el presidente Sisi y garantizarse el apoyo regional. Sisi se lo garantizó, según el periódico de Nueva York, y Burhan regresó a Jartum y empezó a arrestar a los ministros. Egipto es el último país interesado en que haya democracia en Sudán, y también es un aliado íntimo de Israel y los Emiratos Árabes Unidos.

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