Público
Público

Una débil esperanza para los palestinos de Nablus

El Gobierno de Abás despliega 300 policías para detener el caos en la mayor ciudad de Cisjordania.

EUGENIO GARCIA GASCÓN

El campo de refugiados de Balata –junto a Nablus, la principal ciudad de Cisjordania– aparenta normalidad, pero es engañosa. Por todas partes se percibe una gran tensión, una tensión que ha sido la tónica bajo la que ha vivido su población desde que se inició la segunda intifada en el año 2000, y no sólo por las constantes incursiones israelíes.

Desde que Israel expulsó hace siete años de Cisjordania a la Policía palestina, el campo de refugiados se ha convertido en un nido de maleantes que han sembrado un miedo atroz con sus armas y que han delinquido a su antojo sin que nadie les pusiera coto.

En el límite entre el campo y Nablus vive Rafiq, quien puede dar buena cuenta de ello. Su negocio de venta al por mayor de alimentos ha sido atracado en dos ocasiones. En una de ellas los atracadores le robaron el equivalente a 11.000 euros en efectivo y en cheques.“Eran cinco o seis personas.

Entraron a plena luz del día, a las once de la mañana, y aunque se cubrían la cabeza con pasamontañas, todos sabemos quiénes eran. Eran milicianos de las Brigadas Al-Aqsa, las milicias de Fatah, y dijeron que nos robaban para mantener viva la intifada”, recuerda Rafiq. “Nos robaron el dinero y los cheques, y también se llevaron un coche que apareció unas horas después”.

Los últimos siete años de caos en Nablus han sido para Rafiq “los peores” de su vida. Ahora está esperanzado con la vuelta a las calles de los policías palestinos, a quienes Israel les ha permitido patrullar por Nablus y Balata con ciertas restricciones.

Más confianza

Unos 300 policías son visibles de vez en cuando por las calles. Aunque su número es insuficiente para mantener el orden, Rafiq confía en que su presencia marque un antes y un después. “Gracias a la Policía, la gente tiene más seguridad y confianza aunque ahora el peligro está en la noche”. La noche es harina de otro costal.

La Policía palestina se retira a sus cuarteles y nadie se encarga de la seguridad. Por la noche, el Ejército israelí es dueño y señor de la situación. Los soldados entran a su antojo en Nablus y Balata a la caza de los milicianos, pero sin interferir para nada en la delincuencia común.

Como en el incidente que ha vivido Rafiq, la separación entre milicianos y delincuentes es muy fina y frágil, y a veces se pierde. A menudo los mismos milicianos son los delincuentes, aunque se trata siempre de milicianos de Fatah, y no de Hamás, que son más respetuosos con la propiedad ajena. Las milicias de Fatah han degenerado en los últimos años. Comenzaron protagonizando acciones de lucha armada y resistencia contra Israel y han terminado, en gran parte, como delincuentes comunes a quienes la población teme con sólo verlos.

También hay delincuentes que no guardan relación con las milicias, aunque están, como ellos, fuertemente armados. La gente de Nablus y Balata se pregunta si la Policía palestina actuará con determinación contra los delincuentes, milicianos y no milicianos, que constantemente atracan negocios y casas particulares porque necesitan dinero para sobrevivir.

Primeros escarceos

En los últimos días los agentes se han enfrentado a algunas bandas armadas que tienen su santuario en el campo de refugiados de Balata y parece que la intención de la policía es restablecer el orden cuanto antes.

“Estamos llevando a la práctica las instrucciones que hemos recibido del presidente (Mahmud Abás) para imponer la seguridad en la calle, usando la fuerza si es necesario. De esta manera vamos a preparar el terreno para que avance el proceso de paz”, explica el comandante Iyad Ishtayia. La llegada de los policías también se ha recibido con esperanza en el Ayuntamiento de Nablus, donde nos atiende Raya Taher, una funcionaria que llama la atención porque es una de las contadas mujeres de la ciudad que no se cubre la cabeza con un pañuelo. “Me parece natural que debido a los problemas la gente recurra a la religión y a Dios”, comenta, aunque ése no sea su caso.

En las elecciones municipales de 2005 Nablus cayó en manos de Hamás. Trece de los 15 ediles que hay en la ciudad son fundamentalistas y sólo dos pertenecen a Fatah. El alcalde, Adli Aish, y el primer teniente de alcalde fueron detenidos por el Ejército y se pudren en una cárcel israelí.

“La gente de Hamás es distinta en Nablus. A diferencia de lo que ocurre en Yenin o Qalquiliya, los representantes de Hamás en Nablus son gente educada, con títulos universitarios y abiertos al diálogo con la oposición”, explica Raya.Raya experimentó recientemente en su propia carne el caos reinante. Un día entraron en su casa una banda de delincuentes. La casa estaba vacía pero los ladrones se llevaron todas sus joyas y el equivalente a 6.000 euros que guardaba para situaciones de emergencia.

“Mi caso no es excepcional. Hay mucha gente que en los últimos años ha vivido experiencias similares. Ha habido robos por todas partes. En una joyería cercana a mi casa los ladrones se llevaron joyas por valor de 140.000 euros”, explica Raya.

“Y esto no es todo. Si alguien tiene una disputa con otra persona, lo normal es que recurra a los delincuentes, milicianos o no, para que se la resuelvan. Se les paga a los delincuentes y ellos arreglan la disputa a tu favor. Así no se puede vivir pero así es como han funcionado las cosas hasta ahora”.

Como Rafiq, Raya está muy esperanzada con la llegada de los policías. Está convencida de que los agentes restablecerán el orden que imperaba en la ciudad hasta el inicio de la segunda intifada. Justo frente al Ayuntamiento se encuentra la comisaría central. Desde fuera se percibe un gran trajín de agentes que entran y salen continuamente. Los policías han establecido controles en algunos puntos conflictivos y esto parece que ha animado a la gente de Naplusa, la ciudad cuya seguridad ha sido hasta ahora la más volátil de toda Cisjordania.

¿Te ha resultado interesante esta noticia?

Más noticias de Internacional