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La derecha húngara enseña los dientes a sus vecinos

El Gobierno de Budapest ofrece la nacionalidad a los magiares en el extranjero

PIOTR KOWALSKI

Viktor Orban, el nuevo primer ministro de centroderecha de Hungría, en lugar de haber propuesto mejorar la maltrecha economía del país o reducir el gasto público, ha conseguido que el Parlamento aprobara una ley que concede la nacionalidad húngara a los 3,5 millones de ciudadanos de origen magiar que viven en otros estados, fundamentalmente en Eslovaquia, Rumanía, Austria, Croacia, Eslovenia y Ucrania.

Pal Tamas, director del Instituto de Sociología de Budapest, considera que 'Orban sabe que el nacionalismo, aunque pueda ser peligroso para la democracia y las relaciones con los vecinos de Hungría, es rentable electoralmente, y él no renuncia a ganar apoyos en la extrema derecha'. Por su parte, el politólogo Anton Pelinka se pregunta si 'Orban ha firmado un acuerdo con Jobbik', un partido ultra y antisemita que consiguió el 17% de los votos en las pasadas elecciones legislativas y es la tercera fuerza parlamentaria.

Los sentimientos nacionalistas y xenófobos ganan terreno en Hungría

La cuestión de la minoría húngara en los países poscomunistas, que a petición del propio Orban fue sometida a referéndum en 2004, es un tema recurrente de la derecha y la extrema derecha, y ha provocado fricciones entre Budapest y sus vecinos. En los últimos años, el sentimiento nacionalista excluyente y xenófobo ha ganado terreno en la población húngara.

En este contexto, Orban asegura que quiere reparar la 'injusticia' que significó la firma del Tratado de Trianon, en 1920, que arrancó a la 'Gran Hungría' dos tercios de su territorio imperial.

La propuesta de Viktor Orban ha provocado un profundo malestar en Eslovaquia, donde viven 500.000 personas de origen magiar (un 10% de la población). Bratislava, que cuenta con el apoyo del presidente de Chequia, Václav Klaus, ha advertido a la Organización para la Seguridad y la Cooperación en Europa (OSCE) de que la iniciativa de Orban 'amenaza la seguridad' de Eslovaquia. Las tensiones entre Bratislava y Budapest son frecuentes, y en septiembre del año pasado los dos países estuvieron al borde del conflicto diplomático, porque las autoridades eslovacas no permitieron al presidente húngaro, Lászlo Sólyom, cruzar la frontera para visitar un pueblo donde vive una importante población de origen magiar.

En Eslovaquia, el HZDS y el SNS de Ján Slota, dos partidos de ultraderecha que gobiernan con el primer ministro socialista Robert Fico, alimentan el odio hacia los húngaros, y piden a Bratislava que rompa relaciones diplomáticas con Budapest. Hace unos días el SNS inició una campaña racista contra la minoría húngara bajo el lema 'Para que no tengamos que alimentar a los que no quieren trabajar'.

La Alianza de Jóvenes Demócratas (Fidesz) de Viktor Orban ganó las elecciones legislativas húngaras del pasado 25 de abril con mayoría absoluta, y tiene suficiente poder político y legislativo para impulsar reformas institucionales que preocupan a la izquierda socialdemócrata y a los liberales, e incluso podría cambiar la Constitución.

Orban es un político ambicioso e inteligente y, cuando le interesa, sabe seducir a los sectores más retrógrados de su país, que siguen soñando con el Imperio Austro-Húngaro, detestan Europa y miran con recelo a sus vecinos.

En Eslovaquia, alrededor del 10% de la población es de origen magiar

Utiliza el trasnochado nacionalismo húngaro para ganar popularidad en la sociedad y quitar apoyo a Jobbik, el partido liderado por el joven Gabor Vona que recoge parte del legado ideológico de los fascistas y nazis húngaros.

Jobbik cuenta con el apoyo de grupos armados como el ilegalizado Magyar Garda (Guardia Húngara), que se inspira en la estética y la ideología de Cruz Flechada, el partido fascista húngaro que se fundó durante la Alemania de Hitler. Tanto es así que, el pasado 14 de mayo, Gabor Vona acudió a la Cámara vestido con el uniforme de Magyar Garda.

Orban conoce los peligros que representa la extrema derecha, pero no renunciará a coquetear con el electorado de Jobbik, aunque esta estrategia le dé mala imagen en Europa y preocupe profundamente a los socios comunitarios de Hungría, sobre todo a sus vecinos.

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