Europa acumula los mayores riesgos de la economía global en 2023
Los socios de la UE dictaminarán la intensidad de las espirales inflacionistas y protagonizarán gran parte de las opciones de que las potencias industrializadas eludan la recesión, en medio de nuevas subidas de tipos de interés por parte del BCE.
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Europa emerge como el territorio más propicio para sufrir los daños colaterales de un eventual tsunami de la economía global. Desde 2022, el continente experimentará episodios recesivos de diferente intensidad y distintos episodios de presión inflacionista. Al mismo tiempo, es el área industrializada con más probabilidades de salir airosa del peligro de números rojos sobre su PIB. Además, el Banco Central Europeo (BCE), al igual que la Reserva Federal en EEUU y el Banco de Inglaterra (BoE), tiene la capacidad de establecer un cerco sobre sus tasas de precios sin elevar los tipos de interés.
El Viejo Continente será, pues, el epicentro de la coyuntura económica mundial en 2023. Y los primeros augurios no son nada halagüeños, a pesar de que Europa mantiene el pulso productivo y una relativa fortaleza de sus mercados laborales. Por otro lado, la UE ha tenido la habilidad de almacenar suficiente combustible como para abastecer el alto consumo y la excelsa demanda eléctrica y de calefacción entre octubre y marzo. Al mismo tiempo, se ha sorteado la elevada crudodependencia del exterior en plena contienda bélica en Ucrania y topando el precio del petróleo y el gas ruso.
El primer trimestre del año deja señales de preocupación, de momento, en varias latitudes de su espacio interior. Hungría, por ejemplo, concluyó 2022 como protagonista de la recesión con alta inflación entre sus vecinos del este. No fue el primero de los socios del grupo de Visegrado con elevada retórica euroescéptica. La República Checa ya entró en contracción en otoño, si bien el gobierno del ultraderechista Viktor Orbán veía cómo acababan dos decenios de dinamismo con un retroceso de cuatro décimas entre octubre y diciembre.
Aunque los números rojos más intensos fueron los de Polonia, con una caída del 2,4% respecto al tercer trimestre del año. Eslovaquia fue la única del cuarteto de Visegrado que, con un alza del 1,1%, eludió la contracción. Hungría, además, lidera el tope inflacionista en la UE, con un IPC en el 25% en febrero, después de marcar un 26,2% en enero, con el promedio de los socios europeos ya al borde de los dobles dígitos, en el 10%.
Hungría marca el tope inflacionista en la UE, con un IPC del 25% en febrero
Adam Antoniak, economista en ING, cree que la mayor anemia económica en 2023 se concentra en Polonia, cuyo PIB podría volver a retroceder este primer trimestre. Aunque también podría contagiarse Hungría, dado que la subida de los precios está rebajando la predisposición de las familias al consumo y de las empresas a la inversión. Los elevados costes de la energía y de los alimentos están pasando una factura adicional a las naciones próximas al escenario bélico, que mantienen unos vínculos energéticos intensos con Rusia. En este contexto, sus bancos centrales han decidido encarecer el dinero de forma robusta para contener la inflación.
En Hungría, el banco central ha llevado los tipos hasta el 18,5% al inicio de 2023, la cota más alta de entre los socios del club comunitario. Un aspecto al que hay que sumarle el clima de congelación de los 30.000 millones de euros de fondos europeos por parte de Bruselas, debido a la deriva autoritaria de Orbán.
El euro afronta la borrasca que viene del este y norte de Europa
Pero también entre los países escandinavos ha reaparecido el fantasma de la recesión. Finlandia registró una contracción de seis décimas en el último tramo de 2022, después de certificar otra décima negativa en el tercer trimestre y de marcar un estancamiento total a lo largo del pasado ejercicio. La demanda interna se ha deteriorado debido a su mercado exterior, con alteraciones logísticas. A su vez, sus importaciones se han visto afectadas por la inflación causada por los precios de la energía y los alimentos. El análisis de su mercado anticipa que el despegue de su actividad se producirá en 2024 y que este año se alternarán fases recesivas.
Suecia también ha entrado en este círculo vicioso, con una caída de nueve décimas en el cuarto trimestre y expectativas de ser el único país europeo en consumar una recesión para el conjunto de 2023, según el sondeo de Bloomberg Economics. El Riksbank, el banco central sueco, espera incluso un receso del PIB del 1,1%, impulsado por caídas del 16% trimestrales en los precios de las viviendas. La mayor economía escandinava protagoniza la mayor crisis inmobiliaria de la UE. Solo comparables a las de Canadá, Australia o Reino Unido al inicio de 2023.
Selva Bahar Baziki, economista del equipo de analistas de Bloomberg, ve "amplios márgenes" al alza del Riksbank este año, después de situar los tipos en el 3%. Esto a pesar de que el mercado laboral se ha situado en tasas de desempleo récord en febrero y que los indicadores directores de la actividad sueca revelan señales de suma debilidad. Multinacionales como Svenska o Ericsson ya han emprendido expedientes de regulación de empleo. Maria Wallin explica en una nota a sus clientes de Swedbank AB que "las inversiones empresariales y el consumo de los hogares tiraron a la baja del PIB en la misma dimensión que el sector exterior", por lo que presagia una recesión del 1% para 2023.
En la Eurozona la estanflación gana enteros como fenómeno anual y con un comienzo de año más preocupante sobre la segunda parte de la ecuación, por la parte del IPC. Los precios en Alemania, Francia, Italia y España (sus cuatro mayores economías) se han disparado por encima de las previsiones. Los halcones del BCE tienen argumentos adicionales para intensificar las subidas de tipos con las que mantener a raya la inflación.
En Alemania, la locomotora del euro, los precios han seguido subiendo en febrero, hasta situarse en el 9,3% en términos interanuales, y una décima más que en enero. Mientras, en Francia, el primer flash apunta a un récord en su IPC del 7,2%. La española se encaramaba de nuevo por encima del 6%, y la italiana, pese a bajar del 10,7% de enero, se sitúa como la más alta del cuarteto, en un 9,9%. Lejos del 8% de promedio que la oficina estadística de Países Bajos otorga en una estimación inicial a la inflación armonizada de la zona del euro.
El presidente del Bundesbank, Joachim Nagel, añade más leña al fuego del BCE al advertir de que las presiones de la inflación subyacente en Alemania no permitirán bajar el IPC general del 6% en el conjunto de 2023. "Una cosa está clara: el aumento de medio punto avanzado por el BCE para marzo no será el último porque algún encarecimiento adicional, si no varios, parece que van a ser necesarios para estabilizar los precios" de la zona del euro.
Nagel declinó especular sobre el final del ciclo monetario alcista y sobre el momento en el que la inflación del euro tocará techo. Por contra, su homólogo francés, François Velleroy de Galhau, dijo que sería "deseable" que el BCE concluyera su política restrictiva para estimular el crédito y dar vitalidad a la economía y el empleo.
El termómetro del BCE se calienta
El BCE tiene margen para corregir el diferencial de tipos de interés con la Reserva Federal, que acaba de elevar otro cuarto de punto, hasta el 4,75%, y con el Banco de Inglaterra (BoE), que los ha colocado en el 4%. La autoridad monetaria del euro mantiene aún 1,75 puntos básicos de distancia con la Fed y un punto respecto a su homóloga británica. Todos estos movimientos han ocurrido de manera simultánea al inicio de febrero.
La Fed, a través de su presidente en Atlanta, Raphael Boctic, acaba de avanzar que el banco central estadounidense podría entrar en pausa en algún momento del próximo verano. Mientras, el BoE baraja escenarios menos ortodoxos para controlar la inflación con la economía británica a una décima de la recesión técnica.
Ante esta tesitura, los analistas, inciden en que las agitaciones económicas globales se centrarán en Europa. John Authers, analista de Bloomberg, considera que cada reunión de su Consejo de Gobierno en Fráncfort será como una "cuenta atrás" para los inversores. Estos entienden que el precio del dinero en la zona del euro se ha aproximado ya a "un punto razonable" para encontrar el equilibrio entre crecimiento económico, creación de empleo y control de la inflación. Sobre todo, porque los sectores inmobiliarios europeos empiezan a resquebrajarse. En un informe de Economist Intelligence Unit (EIU) se alerta de que las subidas de tipos en Europa han generado un notable efecto dominó sobre las hipotecas. En mayor medida, en Dinamarca, Suecia, Reino Unido o Hungría, donde la vivienda se ha encarecido un 156% desde 2015. Todos ellos, países ajenos a la zona monetaria del euro.
Pero "el aumento de tipos ha propiciado descensos de precios y datos de rentabilidad negativos en las carteras de inversión, y ha dejado unos esfuerzos financieros de mucha mayor intensidad sobre las familias que desean acceder al mercado de compraventa y ha elevado los alquileres", advierten en EIU. Con mayor exposición futura en mercados que, como el español, han evitado en el tránsito de 2022 a 2023 una crisis hipotecaria. A pesar de haber registrado más de 600.000 tratos de compraventa de viviendas, un dato desconocido desde 2007. El esperado repunte de tipos del BCE para este mes podría detonar los impagos hasta niveles desaconsejables para las rentas familiares, explican en Fitch Rating.
El BCE defiende subidas encadenadas en 2023 por la escalada de los precios, pese a las tensiones hipotecarias
También en el mercado inmobiliario la Reserva Federal encuentra argumentos para poner fin a su escalada de tipos. Con un volumen de negocios que supera los 45 billones de dólares, hasta el último trimestre de 2022, las evidencias de cierto dinamismo eran todavía visibles, pese a la cautela. En octubre, las hipotecas a plazo fijo ya se dispararon por encima del 7%, la cota más alta en dos décadas, lejos del 3% en el que finalizó 2021.
La jefa del FMI, Gita Gopinath, opina que "los bancos centrales tienen más problemas en el horizonte, con una inflación dinámica que se ha trasladado a sus tasas subyacentes en la energía, desde unos índices generales que inyectan presión por la subida de los alimentos". En menor medida, en esta atmósfera con constantes alteraciones en las economías, existen riesgos "de periodos recesivos, sin margen para estímulos y con los precios empujando el precio del dinero al alza", remarca Gopinath.
La zona del euro ilustra a la perfección este diagnóstico de la economista india, ya que el índice compuesto PMI, uno de los marcadores predictivos de actividad más fiables, subió con contundencia en febrero por el impulso del sector servicios. Ello a pesar de que el sentimiento industrial en Alemania y Francia se ha ralentizado ostensiblemente hasta encaramarse al nivel 52,3, dos puntos por encima de enero, y por encima de la barrera de los 50 puntos que establece la barrera entre el crecimiento y la contracción.
Las dos mayores economías del euro, además, sortean de igual manera la amenaza de números rojos en el primer trimestre. O, al menos, revela que sus PIB mejoran con el paso del trimestre, explica Dirk Schumacher, de Natixis, para quien este dato da alas a los halcones del BCE para endurecer las condiciones financieras ya que entenderán que "la demanda doméstica se ha vuelto a acelerar". En detrimento de la contracción alemana en el tramo final de 2022. Y darán más credibilidad a una inflación del 8,5% en febrero, por encima del consenso del mercado, pese a situarse una décima por debajo de la de enero, pero con un indicador subyacente que se elevó del 5,3% al 5,6% por los alimentos y los costes de los servicios.
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