Europa, en la encrucijada china: ¿autonomía estratégica o vasallaje de EEUU?
Europa se encuentra ante una encrucijada en sus relaciones con China, indecisa entre quienes defienden una tercera vía independiente de Washington y Pekín, y quienes piden cerrar filas con EEUU y su estrategia de confrontación en Asia.
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"La autonomía estratégica debe ser la lucha de Europa". Así de contundente suena el presidente francés, Emmanuel Macron, quien apuesta por un tercer polo geopolítico europeo que se desmarque de Estados Unidos y China, los dos pivotes sobre los que girará el próximo gran juego de poderes global.
Enfrente tiene a quienes en Europa solo ven posible alinearse con Estados Unidos contra una China reducida a la imagen de dictadura violadora de los derechos humanos y despiadado rival económico. Esta línea dura se decanta por los intereses de Washington en la región de Asia y el Pacífico para asegurar, de su mano, la presencia europea.
Tal debate marcará la diplomacia y el comercio europeo en Asia en los próximos años. El reciente viaje de Macron a Pekín y su apuesta por renunciar al "vasallaje" y el "seguidismo" de la estrategia de EEUU o de China en el Asia Pacífico han desatado profundas críticas de quienes en la propia Europa optan por una política exterior y seguridad ligada a Washington, reforzada por el militarismo surgido en territorio europeo como reacción a la guerra de Ucrania y la condena al ostracismo de Rusia.
Para éstos, China, socia de Rusia e impulsora de un multilateralismo contrario a la hegemonía estadounidense, solo puede ser un contrincante a abatir.
Europa no debería inmiscuirse en Taiwán, dice Macron
En una entrevista sobre su reciente visita a China, Macron abogó por la independencia de acción de la Unión Europea en Asia. También se manifestó contrario a que la UE se vea arrastrada en una crisis que le es lejana, en referencia al eventual conflicto entre China y EEUU por Taiwán.
La autonomía estratégica implica que "Europa no se vea envuelta en una crisis que ni le va ni le viene", señaló el presidente francés al diario Les Echos.
Tales declaraciones han evidenciado la brecha que existe en la política exterior europea sobre Asia en general y China en particular, donde países como Francia han mantenido siempre una fuerte actividad diplomática y comercial a la que no están dispuestos a renunciar y menos aún a acomodarla a la estrategia de EEUU en la región.
Francia apuesta por una estrategia propia para Europa
El punto de vista de Macron fue reafirmado por su ministro de Economía, Bruno Le Maire, quien defendió para Europa una estrategia propia, al margen de las relaciones que los países europeos puedan tener con EEUU en el marco de organizaciones de seguridad regionales como la OTAN, ahora también volcada hacia Asia por impulso de Washington.
"La Unión Europea es aliada de Estados Unidos, pero eso no significa que deba estar en contra de China", explicó el número dos del Gobierno francés en alusión a la crisis de Taiwán y al buen entendimiento de Macron con el presidente Xi Jinping.
Entendimiento que ha sido calificado por los euroatlantistas como un fracaso de la diplomacia francesa al apostar por una multipolaridad internacional que también reclaman la propia China, Rusia y los países emergentes de Asia, América y África.
Europa como tercer polo entre China y EEUU
"¿Por qué debemos ir al ritmo elegido por otros? En algún momento, debemos preguntarnos cuáles son nuestros propios intereses", afirmó Macron en esa entrevista también concedida al portal de internet estadounidense Politico.
Europa, según Macron, debería construir una posición propia, "como un tercer polo" entre China y Estados Unidos. "Lo peor que puede pasar es que los europeos acaben creyéndose que tienen que convertirse en seguidores y adaptarse al ritmo americano y a las exageradas reacciones de China", explicó Macron, citado por Politico.
La postura de Macron aumenta la fisura entre quienes reconocen la rivalidad económica entre China y Europa, pero consideran que hay que negociar con Pekín para no ser relegados del Asia Pacífico, y aquellos que apuestan por una sola política común europea con sus objetivos comerciales supeditados a los estratégicos y políticos, coincidentes con los de EEUU.
Para estos halcones europeos, las relaciones con China deben depender de su actitud hacia Taiwán y de los lazos de Pekín con Moscú, el malo de todas las películas. En la cúpula de la UE no se olvida que China considera a Rusia un socio estratégico y eventual aliado contra Washington.
Esta línea dura europea, que cuenta en sus filas a la presidenta de la Comisión Europea (CE), Ursula von der Leyen, subraya que la posición de Bruselas hacia China dependerá del camino que elija Pekín en asuntos de seguridad internacional, como la guerra de Ucrania. Así, China se convertiría en enemigo de la Unión Europea si abasteciera con armas a Rusia para ser utilizadas en Ucrania. Esto al margen de que Bruselas esté destinando miles de millones de euros en armas para derrotar a Moscú en el campo de batalla ucraniano.
Esta postura repite palabra por palabra las acusaciones estadounidenses a China, que no han proporcionado prueba alguna de que existan tales armas destinadas a Rusia.
Ursula von der Leyen coincidió con Macron en Pekín el pasado 6 de abril, pero con un mensaje más duro. La presidenta de la CE desprecia el papel que China puede tener en un proceso de negociaciones en Ucrania e insiste en reclamar que Europa elimine los riesgos que le puede suponer la competición económica "desleal" china.
China como "rival sistémico" de Europa
El viaje esta semana a China de la ministra de Asuntos Exteriores alemana, Annalena Baerbock, izó en Pekín la bandera de esa única política europea hacia un Pekín identificado como "rival sistémico" de la UE, según palabras de Von der Leyen. Durante su visita a la ciudad de Tianjin, Baerbock aludió a la postura defendida por Macron: "cuando compartes un mercado común, no puedes tener posiciones diferentes con respecto al mayor socio comercial de la UE", que es China.
Sobre Taiwán, Baoerbock espetó en la cara a su homólogo chino, Qin Gang, que un cambio de estatus para la isla sería "inaceptable", el mismo mensaje del alto responsable para Política Exterior de la UE, Josep Borrell, cuya visita a Pekín está pendiente. Nada que ver con la mano tendida y los ojos cerrados sobre Taiwán de Macron.
Borrell ha advertido que la UE no podrá confiar en China si ésta no exige a Rusia una solución política a la guerra de Ucrania que incluya la retirada total rusa, algo que el diplomático español sabe muy bien que Pekín nunca pedirá a Moscú, porque sería demandar al Kremlin que reconociera su derrota.
En Europa del Este es mayor si cabe la posición euroatlantista. "El regreso de la geopolítica significa que tenemos que ver más claramente quién es nuestro aliado y quién no. Las fuertes relaciones transatlánticas entre Europa y Estados Unidos son la base de nuestra seguridad", ha señalado el ministro de Exteriores checo, Jan Lipavsky.
Polonia y las repúblicas bálticas son juramentadas atlantistas, también en las relaciones con China. Su posición es que Pekín se está beneficiando de esta "división" europea, a la par que se dañan las relaciones con Estados Unidos justo cuando se precisa más que nunca la cohesión contra Rusia. Y contra los amigos de Rusia.
Taiwán no es Ucrania, ni China es Rusia
Algunos analistas han señalado incluso que todo es una estrategia de Bruselas, en un juego de "poli bueno-poli malo" destinado a desconcertar a una China que está acelerando su conversión en superpotencia global. Sin embargo, aquí sobraría la retórica que compara un eventual ataque a Taiwán con una repetición en Asia de la guerra lanzada en Ucrania por Rusia.
La UE se ha visto muy afectada por la deriva hacia Estados Unidos que está causando la guerra de Ucrania, la creciente militarización del pensamiento político europeo, la exclusión radical de Rusia de cualquier futuro proyecto paneuropeísta y el creciente adoctrinamiento de los países del este y norte de Europa, para quienes Washington es la mayor garantía internacional de seguridad y prosperidad.
En esta dinámica prevalece la máxima de que el enemigo de mi amigo es mi enemigo. Un nicho de pensamiento en el que no tiene cabida el mensaje de autonomía europea lanzado por Macron.
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