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La OTAN duplica su frontera terrestre con Rusia al incorporar a Finlandia

El país se convierte este martes en el número 31 de la Alianza Atlántica, un paso que da dejando atrás a su vecino sueco, que sigue bloqueado por Turquía.

El presidente de Finlandia, Sauli Niinisto, firma la entrada de su país en la OTAN.
El presidente de Finlandia, Sauli Niinisto, firma la entrada de su país en la OTAN. Fanni Uusitalo / REUTERS

La bandera de Finlandia ondeará a partir del martes en los cuarteles generales de la OTAN. El país deja atrás décadas de neutralidad y no alineamiento consumando uno de los mayores cambios tectónicos que la guerra en Ucrania deja en la arquitectura de seguridad europea. Con la incorporación del Estado nórdico, la frontera terrestre que la Alianza Atlántica comparte con Rusia pasa a ser de 1.215 kilómetros a 2.550.

"Será un buen día para la seguridad de Finlandia, para la seguridad nórdica y para toda la OTAN", ha celebrado Jens Stoltenberg, secretario general de la Alianza, en una rueda de prensa previa a la cumbre que los ya 31 ministros de Asuntos Exteriores celebrarán este martes y miércoles en Bruselas. Una cita en la que se materializará el acceso formal de entrada, aunque no por ello dejará de ser una cita con sabor agridulce.

Tan solo dos meses después de la invasión rusa de Ucrania, Finlandia y Suecia solicitaron su ingreso en el foro de defensa. La Alianza dio su aprobación en la cumbre de junio en Madrid. Desde entonces, sendos países habían defendido que darían este paso histórico a la par. Pero las reticencias de Turquía, que sigue bloqueando la adhesión de Estocolmo por la disputa bilateral que ambos mantienen en torno a los guerrilleros y refugiados kurdos, ha revertido los planes iniciales.

La OTAN siempre ha querido a Finlandia en sus filas, pero Helsinki siempre había descartado esta posibilidad. Su política de neutralidad tras la feroz batalla que mantuvo con Rusia en la Segunda Guerra Mundial le había situado en un estado de finlandización con el que se sentía cómodo. No obstante, el hecho de sentir el aliento de un Kremlin imprevisible provocó un cambio copernicano en la mentalidad de sus políticos y de su sociedad.

Con su ingreso, Finlandia añade uno de los Ejércitos más modernos y preparados y agrega nada más y nada menos que 1.320 kilómetros a las fronteras aliadas y rusas. En los cuarteles generales celebran este paso por lo que supone en términos de capacidades y por el mensaje entre líneas que envía a Vladimir Putin.

Por un lado, al contrario que la mayoría de los estados europeos, Helsinki no ha ralentizado su inversión en seguridad y defensa durante los años posteriores al fin de la Guerra Fría. La ha ampliado. En paralelo, cuenta con una popularidad y un reconocimiento internacional en materia de derechos humanos que ayuda a dulcificar la imagen de la Alianza Atlántica. Y, por el otro, le recuerda a Rusia que las puertas de la OTAN están abiertas a todo aquel que quiera unirse. "Putin quería menos OTAN y que esta permaneciese cerrada. Está consiguiendo todo lo contrario (…) No es Moscú el que decide quien es miembro de la OTAN y quien no", ha afirmado el ex primer ministro noruego.

Este martes 4 de abril, coincidiendo con el 74º aniversario de la OTAN, Finlandia será un miembro de pleno derecho. Es decir, estará amparado por la sagrada cláusula de defensa colectiva: el Artículo 5 del Tratado de Washington, que implica que un ataque sobre uno es un ataque sobre todos. Quien todavía no tiene el camino despejado es Suecia. Y tampoco Ucrania. En la doble reunión que mantendrán esta semana los ministros de Exteriores, la prioridad será -de nuevo- cerrar filas con Kiev y comenzar a dibujar la hoja de ruta a largo plazo para sus relaciones políticas. La estrategia con miras a futuro pasa por acelerar las reformas domésticas y modernizar el Ejército ucraniano, pero su incorporación se anticipa todavía muy lejana. Muchos miembros la consideran una temeridad innecesaria en el contexto actual.

¿Qué pasa ahora con Suecia?

El secuestro de Turquía es un tanto para Recep Tayyip Erdogan, que ha vinculado sus intereses nacionales a este proceso doblegando al resto de aliados. La aceptación de un país a la OTAN solo culmina cuando todos los parlamentos nacionales la han aprobado. Y el presidente turco ha jugado esta carta, consciente de las ansias del resto de países, para obtener beneficios internos que llevaba buscando desde hacía tiempo. Suecia da refugio a cientos de combatientes del Partido de los Trabajadores del Kurdistán (PKK). Los kurdos han quedado presos de este fuego cruzado diplomático. Por lo pronto, Ankara ya ha conseguido que Estocolmo retire las restricciones de exportación de armamento que mantenía con Turquía y revise y endurezca sus leyes terroristas.

El calendario que se fija ahora es que el país del Bósforo dé su visto bueno a Estocolmo tras las elecciones turcas de mayo. La ambición es ratificar el proceso en la cumbre que los líderes de la OTAN celebran en julio en Vilna. "No podemos plasmar la sensación de que hemos dejado sola a Suecia. Es inconcebible que sufra un ataque sin que la OTAN reaccione", se ha excusado Stoltenberg ante el trasiego de preguntas de los periodistas sobre esta bicefalia obligada en el proceso.

Impasse sobre el terreno

Ceremonias aparte, la doble jornada de cumbre de abril se centrará -de nuevo- en la guerra y el apoyo a Ucrania. No se espera que se produzcan anuncios de los países occidentales sobre nuevos envíos de armas, ya que este proceso se canaliza y coordina a través del Grupo de Contacto de Ramstein. Este mismo lunes, Polonia ha anunciado la entrega de los primeros cazas de combate a Kiev, los soviéticos MIG-29. Un paso que hasta la fecha solo ha dado Eslovaquia y que, por lo pronto, parece que no seguirá nadie más. Tras la entrega de los primeros carros de combate, España, Alemania o Estados Unidos descartan donar aviones.

Entretanto, Kiev se impacienta. Las autoridades ucranianas advierten en público -también como medida de presión- que el material bélico y, especialmente, la munición no está llegando lo suficientemente rápido. Sobre el campo de batalla, las condiciones no son las más favorables. Tras el hielo del invierno llega el barro de la primavera y la movilidad se complica. La suma de estos factores hace que la contraofensiva que preparaba Ucrania se esté ralentizando. La lectura que hacen los mandos de la OTAN es que el conflicto se encuentra en una situación de impasse y de parálisis en la que ambos bandos están midiendo fuerzas y haciendo acopio a nivel militar y humano para pasar a la siguiente fase. Una ofensiva precisa aritméticamente de una superioridad total de tres a uno en todos los aspectos y parece que ni Rusia ni Ucrania están todavía ahí.

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