Este artículo se publicó hace 13 años.
La guerra fría acaba en el FMI
En los próximos días puede que veamos la dimisión de Strauss-Kahn
Belén Carreño
¿Lo oyen desde ahí? Es una mezcla del chirrido metálico del ruido de sables y el suave frote de manos que se producen en los gabinetes económicos de medio mundo, al pensar en el relevo de Dominique Strauss-Kahn. Justa o no, la suerte ya está echada para el francés que deberá permanecer bajo arresto hasta el próximo 20 de mayo.
Es muy probable que en pocas horas veamos la dimisión del socialista al frente del FMI para ahorrar a la institución un epílogo de su mandato aún más amargo. El Fondo no es un organismo que se represente a sí mismo, ya que, en mayor o menor medida, participan 187 economías que presionarán por librarse de este oprobio, en un organismo ya suficientemente criticado. Y aquí viene cuando en algunas mentes maquiavélicas, tan propias de la economía financiera, surge la trillada idea de que crisis es oportunidad y que la precipitada salida de Strauss-Kahn sirve en bandeja de plata la reestructuración completa de la cúpula del organismo.
En los próximos días puede que veamos la dimisión de Strauss-Kahn
Desde que se crearon el FMI y el Banco Mundial en 1945, europeos y estadounidenses se habían repartido la presidencia de ambas instituciones tácitamente. La lógica de un mundo aún en descolonización, justificaba la polarización de los cargos. Además, también ellos eran los que ponían la chequera para su funcionamiento. 66 años después, es un momento feliz para jubilar esta dicotomía.
Los grandes emergentes, China, Brasil e India, lograron, con la reforma aprobada por sorpresa el pasado, año ganar cuota (y poner más pasta) dentro del Fondo. Este incremento de poder también debe estar reflejado en el Consejo Ejecutivo, cuyas cuatro sillas permanentes se reparten EEUU, Alemania, Japón y Reino Unido.
En mayo del año pasado, y dentro de esta política de redistribución del poder, se nombró a un chino, Min Zhu, como principal asesor de Strauss-Kahn, de forma que se filtrara la influencia de Pekín. Pero este gesto es claramente insuficiente. Los emergentes presionarán para que el cargo de director gerente cambie de nacionalidad o, si no, al menos, que el segundo de abordo, actualmente John Lipsky, no tenga que ser estadounidense.
La prensa especializada cita ya algunos posibles candidatos para este binomio. Kemal Dervis, exministro de finanzas turco; Stanley Fischer, gobernador del Banco de Israel, o Agustín Cartens,gobernador del Banco Central de México. Para otros, la preferida sigue siendo una opción tradicional, la ministra de Finanzas francesa, Christine Lagarde.
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