Este artículo se publicó hace 3 años.
Hacia unas inciertas elecciones palestinas
La repentina convocatoria de los comicios coincide con el cambio de inquilino en la Casa Blanca. Es un gesto de Abás para Biden, si bien no existen garantías de que las elecciones se celebren, y mucho menos de que los resultados sean aceptados.
Eugenio García Gascón
Mediante un decreto, el presidente palestino, Mahmud Abás, anunció inesperadamente el fin de semana la convocatoria de elecciones parlamentarias y presidenciales para los próximos meses de mayo y julio respectivamente, anuncio que se ha interpretado como resultado del efecto Joe Biden. Sin embargo, numerosos analistas cuestionan la celebración de los comicios.
Está claro que la convocatoria solo incumbe en principio a Fatah y Hamás, que controlan la Cisjordania y la Franja de Gaza, y que están muy cómodos con esta situación, aún a sabiendas de que con el transcurso del tiempo Israel sigue afianzando la ocupación y la expansión de las colonias judías en Cisjordania sin la menor restricción.
Con lo ocurrido en los pasados cuatro años, donde de cara a la galería tanto Fatah como Hamás han declarado que apoyaban las elecciones, pero sin hacer nada para celebrarlas, sabemos que existen problemas de fondo de envergadura que pueden impedir los comicios, sin contar con el obstáculo adicional de la pandemia.
Una encuesta realizada en diciembre por el Centro Palestino para la Política y la Investigación indica que el 75% de la población palestina quiere ir a las urnas cuanto antes, sin mayor demora. Realizado en Cisjordania y Gaza, el sondeo muestra que el 66% de los encuestados quiere que el presidente Abás dimita.
Aunque a sus 85 años, Mahmud Abás se aferra al cargo con tanta fuerza como siempre, una mayoría considera que en 15 años no ha logrado nada positivo para la población. Presidente desde la muerte de Yaser Arafat, Abás ha permanecido con los brazos cruzados desde entonces, viendo como Israel ha profundizado en la ocupación sin contar con ninguna oposición. Al contrario, Abás ha estrangulado la resistencia de todas las maneras posibles.
A la pregunta de por quién votarían para la presidencia, el 43% de los encuestados dijo que por Abás pero el 50% respondió que por el líder de Hamás Ismail Hanniya. El dato revela algo que es de sobras conocido, es decir que la popularidad de Abás ha caído a plomo y a una edad tan avanzada probablemente no se va a recuperar.
Solo Marwan Barghouti, también de Fatah, podría batir a Hanniya en las urnas, pero Barghouti está encarcelado en Israel, cumpliendo varias cadenas perpetuas y las posibilidades de que salga de la cárcel son nulas. Barghouti es partidario de la paz pero también promueve la resistencia activa mientras Israel no dé muestras de retirarse de los territorios ocupados.
Es obvio que Israel no va a abandonar los territorios ocupados por iniciativa propia. Solamente una fuerte presión de EEUU y Europa podría poner fin a la ocupación. Aunque el presidente Biden dice que es partidario de crear un estado palestino, no existe ninguna señal de que vaya a presionar a Israel, y lo mismo ocurre con una Europa desnortada que ha renunciado a influir en Oriente Próximo en contra de sus propios intereses.
Según el diario Haaretz, si las parlamentarias de mayo no dan los resultados esperados, Abás podría aplazar indefinidamente las presidenciales de julio con cualquier pretexto. Es un planteamiento perfectamente posible si Hamás gana las parlamentarias, como ya ocurrió la última vez que se celebraron, tanto en la Franja de Gaza como en Cisjordania.
Para complicar la situación, se observan fuertes rivalidades dentro del histórico partido fundado por Arafat. No solo está el caso de Barghouti, sino también el de Mohammad Dahlan, exiliado en los Emiratos Árabes Unidos, quien mantiene unas estrechas relaciones con Israel y es el político palestino más controvertido. Su influencia en los territorios ocupados es significativa, pero todavía más considerable es la animadversión que despierta entre muchos palestinos.
Israel ha conseguido que Occidente considere que Hamás es una organización terrorista. En este sentido no hay que olvidar que después de las últimas elecciones parlamentarias de 2006, ganadas limpiamente por Hamás, Israel y Occidente penalizaron a los palestinos dejando de transferir los impuestos recogidos por Israel y bloqueando las donaciones. El mensaje de Israel y Occidente es claro: o votáis a quienes nosotros queremos o ateneos a las consecuencias.
Pero no solo se castigó económicamente a los palestinos. En colaboración con el presidente Abás, el Ejército israelí ha detenido a la mayor parte de los representantes y cuadros de Hamás en Cisjordania, y esta situación sigue igual a día de hoy, de modo que aunque Hamás gane las elecciones no podrá gobernar.
El decreto que convoca las elecciones llegó unos días antes del juramento de Biden, es decir tres años después de que en 2017 los palestinos suspendieran los contactos oficiales con EEUU al ver la deriva del presidente Donald Trump, quien durante su mandato ha obedecido a pies juntillas cada una de las instrucciones recibidas del primer ministro Benjamín Netanyahu.
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