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Líbano Navidad en Beirut, una ciudad en plena reconstrucción y con 18 confesiones religiosas distintas

Las fiestas navideñas llegan a Líbano en medio de la gran crisis económica, política y social que vive el país desde hace meses y que se acentuó tras la explosión en el puerto de la capital del pasado agosto.

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Concentración en Beirut en recuerdo de las víctimas de la explosión. — Nabil Mounzer / EFE

Cada mes de diciembre Beirut suele vestirse de luces, árboles y guirnaldas de colores, de mercadillos. Y no solo en los barrios cristianos. La decoración navideña se reparte por toda la capital de Líbano. Este año también, a pesar de la grave crisis económica, política y social que sufre el país.

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Es el caso de Hamra, principal barrio musulmán de la parte oeste de la ciudad y que siempre ha estado rebosante de tiendas, restaurantes, bares de copas, ruido y vida, es una de las zonas en las que los motivos navideños más brillan durante estas fechas.

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"En Navidades se decoran tanto las ciudades cristianas como las musulmanas. En los trabajos, por ejemplo, hacemos cambios de turnos para que los compañeros celebren sus festividades religiosas. Los musulmanes trabajan en Navidad y los cristianos en el Aid, la fiesta del fin del ramadán", cuenta a Público Edy Yousef, un joven beirutí de 33 años.

Líbano es la nación con más porcentaje de cristianos de todo Oriente Medio. Y también uno de los países con el mayor número de confesiones religiosas reconocidas, 18. La mezquita azul Mohammad al-Amin y la Catedral maronita de San Jorge, situadas la una pegada a la otra en pleno centro de Beirut -se dice que compiten por ser el monumento religioso más bello de la ciudad- son un símbolo de la peculiaridad de este pequeño rincón de Oriente.

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"En Navidades se decoran tanto las ciudades cristianas como las musulmanas", cuenta un joven beirutí

Edy pertenece a una familia cristiana y cada año él y sus familiares celebran grandes festines para la cena del 24 y la comida del 25. Este 2020 va a ser diferente y no solo por la pandemia de la covid-19, sino por la situación de colapso general a la que se enfrenta el país.

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"Estas navidades están siendo muy tristes. El ambiente está decaído, ves las caras de la gente en las calles que vive en la frustración y el sufrimiento. Este año ha sido el año más difícil para los libaneses en general", asegura.

En los últimos meses Líbano ha vivido una tremenda devaluación de su moneda, la epidemia de la covid-19 -el país no cuenta con un sistema sanitario público importante y casi todos los hospitales ofrecen asistencia privada- y las revueltas ciudadanas contra la corrupción de sus políticos. A todo ello se suma la destrucción de la mitad de su capital por la explosión en el puerto que acabó con la vida de 200 personas, dejó más de 6.000 heridos y a 300.000 ciudadanos sin hogar. 

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"Todo se ha encarecido. El precio de un kilo de carne en el supermercado se ha triplicado", denuncia Edy Yousef

Todas estas circunstancias están haciendo muy difícil el día a día de los libaneses. "Todo se ha encarecido muchísimo. Por ejemplo, el precio de un kilo de carne en el supermercado se ha triplicado. Somos un país que importa la mayoría de sus productos y ahora es imposible, porque los proveedores no pueden pagar y dependemos de los productos locales. Y cada día vamos a peor y peor", afirma Yousef.

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Cynthia Naim es una ciudadana libanesa de 34 años que vivió junto a su marido durante una larga temporada en Kuwait. Hace unos meses tomaron la decisión de instalarse en Líbano porque querían regresar a casa "siendo aún jóvenes" y, sobre todo, para que sus hijos se relacionaran desde pequeños y formaran vínculos fuertes con "sus primos, abuelos y su familia en general", cuenta en una conversación con Público.

Y así fue, en septiembre del año pasado hicieron las maletas y comenzaron su nueva vida en Líbano. Sin embargo, este sentimiento de querer "construir algo en su tierra" ha cambiado con los últimos acontecimientos. Con pena, Cynthia asegura que "si sale una buena oportunidad laboral fuera de Líbano", volverán a marchar.

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Imagen del puerto de Beirut, donde se produjo la explosión el pasado agosto. — Nabil Mounzer / EFE

Cynthia es madre de dos niños de 3 y 6 años. Según la joven, es muy estresante para los padres en general y, especialmente, en esta época del año "pretender que todo va bien para que los niños no se den cuenta de cómo está la situación".

Naim y su familia viven en Jounieh, una ciudad costera situada a unos 15 kilómetros al norte de Beirut. La joven ha pasado dos meses sin poner pie en la capital. "Un día íbamos a llevar a los niños al centro de Beirut a pasear por Zeituna Bay y al final decidimos que no porque tuvimos miedo. Vivir aquí es vivir en un suspense continuo de desgracias. No sabemos qué va a ser lo siguiente", cuenta la joven.

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Cynthia culpa al "sectarismo político" vigente en Líbano y considera esa circunstancia como el motivo principal del abismo en el que se encuentra sumergido su país. Asegura que la esperanza reside en las nuevas generaciones que "ojalá no se intoxiquen de la política actual" y que los dirigentes corruptos "dejen sus sillas" y permitan el paso a jóvenes "tecnócratas y con una formación adecuada". Aunque considera que si esto sucede, será en "diez o 15 años, no antes".

La explosión en el puerto acabó con la vida de 200 personas, dejó más de 6.000 heridos y a 300.000 ciudadanos sin hogar

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El Gobierno de Líbano actualmente es un sistema confesional, en el que el presidente tiene que ser cristiano maronita por ley, el primer ministro, musulmán suní, y el presidente del Parlamento, musulmán chií. "Este sistema sectario tiene que acabar. A mí me da igual si un presidente es musulmán o cristiano, o lo que sea. Lo importante es que esté bien formado y no sea corrupto", sentencia Cynthia.

Ives Khoury es un joven libanés de 35 años que perdió la casa y su negocio, Bibians, un bar de copas situado en Mar Michael (San Miguel), durante la explosión en el puerto de la capital. Su negocio está siendo rehabilitado por la ONG local Baytna Baytak, aunque tal y como esta la situación la gente "no va a consumir como antes, no se si merece la pena económicamente ponerlo en marcha", dice.

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"De mi casa solo quedaron las paredes. Ahora mi mujer y yo vivimos con mis padres. Por suerte tenemos ahorros para aguantar un par de años. Aun así, vamos a intentar irnos de Beirut. Ya no hay esperanza y tememos la inseguridad", cuenta a Público a través de una conversación telefónica.

"De mi casa solo quedaron las paredes. Ahora mi mujer y yo vivimos con mis padres", cuenta Ives Khoury

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Khoury reflexiona apenado acerca de cómo Beirut ha sido siempre una ciudad segura, libre de delincuencia en sus calles. Sin embargo, para el joven esta situación podría cambiar de un momento a otro debido a la inestabilidad económica que lleva arrastrando el país desde hace mucho tiempo y que se ha acentuado con la tragedia de la explosión.

Asegura que "la gente mayor" y las clases "bajas" están recibiendo las ayudas de las ONG y de las donaciones internacionales, pero que el problema es que la asistencia "no llega a la clase media que ha perdido todo y que se han convertido en los nuevos pobres de Líbano".

Después de la explosión, Khoury fue voluntario en el campamento de ayuda a la población improvisado por cuatro ONG locales y cientos de voluntarios. Este Basecamp, localizado actualmente en el barrio de Gemmayce, una de las zonas más devastadas por la explosión, continúa siendo financiado por donaciones de particulares y empresas y no recibe ningún tipo de ingreso por parte de las instituciones, según denuncian desde el campamento.

"Estamos dando un mensaje falso al Gobierno que es el de: tú destrozas y nosotros ya reconstruimos"

Las fiestas también han llegado aquí y el 24 de diciembre los voluntarios repartirán cena navideña a las familias a las que ofrecen ayuda. Asimismo, han lanzado una web de recogida de fondos para alcanzar 30.000 euros en donaciones que se utilizarán para abastecer de neveras, hornos, lavadoras y otros utensilios del hogar a 65 familias.

El joven asegura sentirse feliz de poder formar parte de esta iniciativa ciudadana que ha ayudado tanto a los vecinos de Beirut desde que sucediera la tragedia. Sin embargo, opina que los voluntarios "estamos dando un mensaje falso al Gobierno que es el de: tú destrozas y nosotros ya reconstruimos. Lo hago con todo mi corazón, pero no deberíamos hacerlo nosotros, sino ellos. Deberíamos presionarles más", sentencia.

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