Este artículo se publicó hace 4 años.
LuzesBeirut, el gran teatro del mundo
Las artistas Philippe Aractingi, Hyam Yared, Katya Traboulsi, Nadia Saffiedine, Nadia Tabbara, Lucien Bourjeily, Carla Hanoud retratan la guerra en sus obras, la única manera de sanar esos recuerdos que no se van.
Madrid-
Beirut, escenario mediterráneo e intenso en el que se dan todos los aspectos de la condición humana hasta la exageración; una caja de resonancia en la que la guerra puso en evidencia las contradicciones, odios, amores y delirios de la gran familia del hombre dividida y enfrentada por tribus irreconciliables que a veces viven en un estado de semipaz, otras se enfrentan violentamente, otras se mezclan tímidamente, tocándose un poco los bordos.
7 retratos de 7 artistas. Beirut como marco, la guerra como marca, marca de fuego. Imborrable. Los recuerdos como nubes del pasado que no se quieren ir, y un futuro con una espada de Dámocles que pende sobre sus cabezas. La respiración contenida, temiendo lo peor. El arte como único rescate, único sentido ante lo absurdo.
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Philippe Aractingi, director de cine. Bajo las bombas fue rodada durante la guerra, con explosiones reales, muertos reales, con dos actores profesionales y el resto gente del lugar. La protagonista, en busca de su hijo desaparecido, en un momento dado de la película dice: "no me interesa Israel, no me interesa Hezbollah. No es mi guerra. Es mi hijo".
Aractingi me pregunta dónde quiero hacerle el retrato. En algún lugar con el que se identifique, le digo. Me lleva a las montañas. Las montañas del Líbano, ese país tan pequeño en medio de gigantes. Montañas que son como unas costas en las que el Líbano se reclina ante un abismo desde el que el acantilado cae en el Mediterráneo oriental. Me lleva al jardín de su infancia, entre ruinas y pinos y me muestra los lugares por los que corría y soñaba, cuando la vida era un gran lienzo y parecía un camino eterno. Es también documentalista. Documenta todo lo que ve, como en un gran cuadro de Brueghel.
Hyam Yared, escritora. Entre sus títulos: La maldición, El armario de las sombras, Estética de la depredación. Es una mujer fuerte, decidida, clara, rotunda y acogedora. Madre de 5 hijos, es la gran madre de ellos y mujer independiente en conjunto. Sus ojos alegres indican que nos aproximemos sin temor. Generosa, sonriente, algo despistada y novia de las palabras, el eje portante de su obra es la aceptación de la vulnerabilidad como puerta hacia el crecimiento interior.
Maestra en narrar sentimientos, desnudados ante espejos de habitaciones de casas que son cobijos, cuevas, nidos. Y que protegen de la guerra, de la barbarie, del horror. En su casa, montón de obras de arte, fuera del centro de Beirut, se divisa en la lejanía el horizonte de la ciudad desde las ventanas enormes del comedor. La fotografío ante un cuadro enorme en el que unas bombas negras y muy grandes caen sobre la ciudad. Durante la sesión nos vigila su abuela, cuya muerte la marcaría para siempre jamás, alma mater del universo Yared y personaje femenino del que la escritora se nutre para evaluar y explicarse a sí misma y a los demás el mundo.
Katya Traboulsi es de una sencillez majestuosa. Su larga melena, sus ojos delicados, el movimiento silencioso de sus manos. Habla bajo y transforma las bombas en arte. En su exposición Perpetual identities cada bomba representa una identidad nacional. Por ejemplo, la bomba de Palestina está formada por muchas llaves antiguas. Llaves de puertas de casas de familias y de universos perdidos. O, por ejemplo, la bomba de Austria tiene en su cúspide el follaje de bronce dorado de la cúpula modernista del Pabellón de la Secesión de Viena.
La bomba del Líbano es de cemento gris y está envuelta en alambre de púas. La bomba uzbeka es multicolor y lleva collares de plata. La bomba de Irak tiene un rostro. Rostro de estatua milenaria. Katya le mira a los ojos, pone sus manos suaves sobre el rostro, como si fuera una persona amada a la que se acerca dulcemente. Le acaricia la cara a la bomba, a la estatua, a la historia. Es un diálogo entre almas.
Nadia Saffiedine posa ante sus cuadros oscuros y dolorosos como si fuera un caballero de hace siglos. Le falta llevar la mano al pecho. Es una mujer fuerte, determinada, de honra y rigor, sin ninguna condescendencia ante el disparate. A pesar de su expresión tajante, es de conversación fácil, larga, agradable. Pregunta y escucha atentamente. Sus cuadros son lienzos del horror, de la lucha, en los que se subraya la no aceptación de la barbarie, contra el delirio imperante. Vivió en Berlín diez años y se mueve entre Oriente y Occidente en un vals de pasos cambiantes. Acaba de exponer en la sala Agial Art Galery, en el distrito de Hamra, bajo el título Woman in a stream.
Nadia Tabbara, guionista. Se crió en Boston y empezó su carrera en Nueva York, pero aclara con orgullo que su familia es de Ras-Beirut, el barrio "más auténtico" de la ciudad y en el que vive actualmente. Autora de uno de los capítulos del libro Arab Women. Fundadora de la academia Fade In Beirut, en el antiguo barrio de Mar Mikhael, en la que se enseña a escribir guiones, novelas, cuentos, relatos, poesía, a ahondar en la espiritualidad y a utilizar la narración como instrumento de crecimiento.
Sencilla y cordial, cuando se le pregunta por qué escribe contesta que quiere "prestar su voz". Volvió al Líbano para que los occidentales puedan tener otra visión de los árabes, para poder "contar nuestra verdad en vez de que la cuenten otros en nuestro lugar". Actualmente está rodándose su serie de televisión, titulada Awake, y que trata de una mujer que debe "hallarse a sí misma en un mundo que no reconoce".
Lucien Bourjeily es un dramaturgo conocido por su activismo político y su uso de la improvisación para eludir la censura. Estrenó en 2019 Heaven without people en la que una familia se reúne para celebrar la Pascua y al final sus miembros acaban tirándose los trastos a la cabeza. Tal cual la historia del Líbano.
Tal cual la historia del mundo. Bourjeily es hombre de pocas palabras. Se sienta en un banco en el parque detrás de su casa, a donde suele ir en busca de inspiración, de paz y de verde y, enfrascado en sí mismo, empieza a escribir con lápiz en un cuaderno, en silencio absoluto. Le fue retirado brevemente su pasaporte y hace dos años se hizo viral una foto en la que aparecía en el suelo inconsciente, con una máscara de oxígeno, atendido por médicos de urgencia tras las cargas de la policía.
Carla Hanoud es periodista del diario francófono L' Orient-Le Jour. Una pluma ágil y prolífica y una voz feminista acreditada. Como buena periodista, de todos, Carla es quien explica de forma más didáctica, clara y analítica la situación del Líbano: "vivimos un conflicto que es más grande que nosotros, no se trata ya solo del Líbano, sino de los Estados Unidos, Irán, etc". Cuenta la extraña sensación cuando su familia regresó a la casa que estuvo ocupada durante 30 años, y volvió a ver el papel pintado en las paredes. En Beirut muchas cosas cambiaron, muchas siguen intactas. Como el rascacielos Al Murr, hoy abandonado y vacío, fantasmagórico –la entrada bloqueada por militares parapetados tras sacos terreros– desde donde los francotiradores disparaban a los transeúntes. Estos edificios aún en pie son como muertos vivos.
También fotógrafa, está preparando un libro sobre la Corniche de Beirut, un espacio mágico fotografiado bajo todas sus luces y sombras. Explica que en sus fotos encuadró de manera que se vea solo el azul, ignorando la basura a los lados: aislar fragmentos y recrear mundos, encuadrar lo que uno ama e ignorar lo que no como única fórmula para sobrevivir. "Los políticos se mueven por intereses personales, yo no puse ahí esa basura. Tampoco puedo quitarlo. Lo único que puedo hacer es detectar la belleza más allá de la basura, encuadrarla y sobrevivir".
Cultivar el propio jardín como misión y como salvación. Quien vivió la guerra aprendió a vivir el instante pues nunca se sabe si va a morir. Por eso, la fuerza vital estalla con tal fuerza que se reconstruye, se crea, se organizan festivales de música, exposiciones, películas... con una voluntad de continuar indomable, a pesar de todo. "El Líbano es un caos organizado, que no se sabe como funciona. Un país en el que conviven ultramodernos y ultraconservadores. Es un milagro. No es un país que se visita sino una experiencia que se vive". Une a todas estas personas una gran lucidez. "Todo es emoción, todo es pasión, todo es cólera", dice Carla. Beirut, el gran teatro del mundo. Y el arte como bálsamo en el país de los cedros.
Este artículo se publicó originalmente en gallego en la revista Luzes. Ahora Público lo reproduce como parte de un acuerdo de colaboración con la revista. Aquí puedes encontrar más artículos de Luzes en Público.
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