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Pekín pone coto a la creciente avidez de la OTAN en Asia

China rechaza los ataques que le lanzó la OTAN en su cumbre de Vilna y advierte que no permitirá su injerencia en Asia, un territorio que para Pekín debería quedar fuera de los intereses de la Alianza.

El logo de la OTAN (NATO, en sus siglas en inglés) y las banderas de los países miembros de la alianza, en el exterior de su sede en Bruselas. REUTERS/Pascal Rossignol
El logo de la OTAN (NATO, en sus siglas en inglés) y las banderas de los países miembros de la alianza, en el exterior de su sede en Bruselas. Pascal Rossignol / REUTERS

El comunicado conjunto firmado por los 31 países de la OTAN en Vilna esta semana es contundente y nada amable en lo que se refiere a China. La OTAN da un paso más allá en la denigración del gigante asiático y lo acusa de dañar la seguridad de la Alianza, aliándose con Rusia y tratando de dominar las economías de los estados aliados.

China, afirma la OTAN en ese esbozo de su estrategia exterior, "se esfuerza por subvertir el orden internacional basado en reglas, incluso en los dominios espacial, cibernético y marítimo". Por ello, señala el documento, "estamos protegiéndonos contra las tácticas coercitivas y los esfuerzos de la República Popular China para dividir la Alianza".

La respuesta de Pekín ha sido inmediata. Ha acusado a Bruselas de repetir la diplomacia de guerra fría que tantos réditos le está dando a los aliados occidentales en Europa ante Rusia. En un comunicado de la misión de China ante la Unión Europea, Pekín ha remarcado su oposición a cualquier "movimiento" de la OTAN "hacia la región de Asia y el Pacífico".

Y ha advertido al cuartel general de Bruselas: "cualquier acto que ponga en peligro los derechos e intereses legítimos de China tendrá una respuesta firme", ha indicado Pekín.

No es extraño el malestar del Gobierno chino. En el comunicado final de la cumbre de los días 11 y 12 de julio de la OTAN en Lituania, China es acusada de una "ambición" desmesurada y de desplegar "políticas coercitivas" que "desafían" los "intereses, seguridad y valores" de la OTAN.

El rumbo asiático de la OTAN

De esta guisa la Alianza Atlántica está reconociendo la inclinación de su estrategia global hacia el océano Pacífico y Asia, hinterland natural de Estados Unidos, que ha tenido todo el éxito en esta deriva de la OTAN hacia Oriente.

La presencia en Vilna como invitados de honor de Japón y Corea del Sur, los dos mayores aliados de Estados Unidos en Asia, y de Australia y Nueva Zelanda, los dos países que sirven de punta de lanza de la política exterior del Reino Unido en la región, subraya esta orientación de la OTAN hacia el "este", y no precisamente el este europeo, ya bajo la hegemonía militar de Washington, Londres y Bruselas.

Se repite así el reto que ya lanzó la OTAN a Pekín en su cumbre de Madrid de junio de 2022, solo que ahora China ya no aparece solo como un desafío, sino como un contrincante que desarrolla "operaciones híbridas y cibernéticas maliciosas" que "tienen como objetivo a los Aliados" y que "dañan la seguridad de la Alianza", todo ello de manos de una "retórica de confrontación y desinformación".

También se acusa a China de estar "expandiendo y diversificando rápidamente su arsenal nuclear con más ojivas" atómicas, sin transparencia ni control de riesgos.

Un nuevo "eje del mal" de Occidente que incluye a China

El nuevo "eje del mal" definido por Estados Unidos y sus aliados lo encabeza Rusia, tras su invasión de Ucrania y con la que la OTAN mantiene una guerra por delegación en ese país eslavo. Pero en ese mismo grupo de potenciales o reales enemigos figuran Bielorrusia, la cabeza de puente natural de Moscú hacia el sur del Báltico y Polonia, el Irán que desafía la estrategia de Estados Unidos y sus aliados israelíes y saudíes en Oriente Medio, y, el pez gordo del cuarteto, China, con una presencia internacional mucho mayor y capaz de desafiar a todas las diplomacias políticas y económicas de los miembros de la OTAN juntos.

Por eso, los aliados han acusado en Vilna a China de emplear "una amplia gama de herramientas políticas, económicas y militares para aumentar su presencia global y proyectar su poder, mientras permanece opaca sobre su estrategia, intenciones y desarrollo militar".

"La República Popular China busca controlar sectores tecnológicos e industriales clave, infraestructuras críticas y materiales estratégicos y cadenas de suministro", señala la declaración. Así, la OTAN subraya el mayor de los potenciales chinos, el que más daño real hace a la acción exterior de la Alianza contra Pekín: China "utiliza su influencia económica para crear dependencias estratégicas y aumentar su influencia".

Es decir, la propia OTAN reconoce que algunos de sus miembros (o más bien, unos cuantos) dependen para su comercio de sus lazos con China. La llamada de atención es hacia estados como Alemania o Francia, que ya han advertido a Estados Unidos de que la presión sobre China debería tener unos límites.

De hecho, fue la diplomacia francesa la que impidió que saliera adelante el proyecto de abrir una oficina de enlace de la OTAN en Tokio, lo que habría convertido a las fuerzas de autodefensa de Japón y a los miles de soldados estadounidenses desplegados en las bases de Okinawa en una avanzadilla de la Alianza Atlántica en Asia, no solo de Estados Unidos.

El miedo a que China repita en Asia la invasión rusa de Ucrania

Washington ha arrastrado a sus aliados occidentales en esta cruzada contra China no gracias al empeño en una causa común para condenar las violaciones a los derechos humanos en China o a una batalla conjunta contra las denostadas prácticas tecnológicas (y de pirateo) chinas en el ámbito de los semiconductores, por ejemplo.

Ha sido la guerra de Ucrania la que ha hecho cerrar filas a los miembros de la OTAN ante el miedo, esparcido oportunamente por EEUU, de que China repita en Asia lo que ha hecho Rusia en el este de Europa, con Taiwán, la mayor fábrica de semiconductores del mundo, como objetivo de Pekín.

En un artículo publicado esta semana en la revista Foreign Affairs, el secretario general de la OTAN, Jens Stoltenberg, recordó que, cuando visitó Japón y Corea del Sur a principios de año, "sus líderes mostraron su preocupación ante la posibilidad de que lo que sucede actualmente en Europa, pueda ocurrir mañana en Asia".

En esta entrevista, Stoltenberg afirma primero que no ve a China como un adversario. Sin embargo, inmediatamente el jefe de la OTAN desata un discurso mucho más desaforado: "Beijing está amenazando a sus vecinos e intimidando a otros países". Y agrega que entre los países más amenazados están los 31 miembros de la Alianza pues "el Partido Comunista chino intenta tomar el control de las cadenas de suministro y las infraestructuras críticas en estados de la OTAN".

El contubernio sino-ruso contra Occidente

Así, en sus conclusiones de la cumbre de Vilna, la OTAN acusa a Rusia y China de formar una confabulación contra Occidente. "La asociación estratégica cada vez más profunda entre la República Popular China y Rusia, y sus intentos de socavar el orden internacional basado en reglas, que se refuerzan mutuamente, van en contra de nuestros valores e intereses".

Y vuelve a incidir en lo que China nunca hará, esto es, condenar a Rusia por su invasión de Ucrania. Además, tiende una sombra de sospecha sobre Pekín y sus supuestos intentos de proporcionar armas letales a Rusia, algo que China siempre ha negado aunque la propaganda estadounidense se encargue periódicamente de intentar sacarlo a la luz.

Tampoco gusta a los aliados de la OTAN que China mantenga sus dudas sobre las razones que desataron la guerra de Ucrania y sobre la responsabilidad de Occidente en esta crisis. Por ello piden a Pekín "que deje de amplificar la falsa narrativa de Rusia, que culpa a Ucrania y la OTAN por la guerra de agresión".

China, como otros países no alineados con Occidente en este conflicto, considera que parte de la responsabilidad debe ser atribuida a Estados Unidos y sus aliados por insistir en admitir a Ucrania en la OTAN, un paso, que desde que cayó la URSS en 1991, Rusia ha considerado como una eventual declaración de guerra.

China, poco deseosa de que el actual conflicto se alargue aún más, dado su mortífero efecto sobre la economía internacional, debe haber respirado aliviada ante las largas que, en la cumbre de Vilna, la OTAN ha dado a Ucrania para su adhesión. En su declaración final, la Alianza Atlántica emplaza a Ucrania a incorporarse al bloque militar, "cuando las condiciones sean las adecuadas", lo que equivale a decirle al Gobierno de Kiev que puede esperar sentado hasta que reciba esa invitación.

La OTAN como foco de guerra allá por donde va

Los medios de comunicación oficialistas chinos han recogido también el malestar ante la declaración de la OTAN. Así la publicación Global Times, acusa a la Alianza Atlántica de ser "un foco de guerra" allá donde quiera que vaya: "el hacha, las lanzas y las palas de Washington".

Según el rotativo progubernamental, "la OTAN debe retirar rápidamente la mano negra que ha extendido hacia la región de Asia y el Pacífico", mientras que los países asiáticos, "no solo no deberían darle la bienvenida, sino verla como un monstruo terrible que debe evitarse a toda costa".

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