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La población de Ucrania sigue su vida diaria entre la indiferencia y la preparación militar 

Los contactos diplomáticos entre la UE, EEUU y Rusia continúan sin la participación de Kiev, que recibe la información a posteriori, lo que provoca irritación en las autoridades ucranianas.

Una activa minoría nacionalista ucraniana organiza por todo el país cursos de iniciación militar.
Una activa minoría nacionalista ucraniana organiza por todo el país cursos de iniciación militar. Juan Teixeira

Mientras sigue la búsqueda de una salida diplomática a la situación de Ucrania y el pulso de Rusia, la sociedad ucraniana sigue viviendo en su mayoría ajena a la crisis tras una primera intranquilidad temporal provocada por los rumores insistentes de guerra. La excepción la sigue marcando una activa minoría nacionalista, que organiza por todo el país cursos de iniciación militar, con nociones básicas de manejo de armas y tácticas militares. Algo que en realidad es prácticamente inútil en caso de guerra real.

Los encuentros que están manteniendo en diferentes formatos las cancillerías europeas, la norteamericana y la rusa están empezando a provocar una indisimulada irritación en Ucrania. Hasta tal punto que Kiev ha empezado a marcar líneas rojas, algo que hasta ahora intentaba evitar de manera oficial. Los acuerdos de Minsk están cada vez más lejos de poder cumplirse con las nuevas exigencias ucranianas.

Tras varios días manteniéndose a la expectativa, con moderados llamamientos a la calma por parte del presidente Volodimir Zelenskiy, las autoridades ucranianas han mostrado finalmente su irritación este lunes, porque el futuro del país se está debatiendo sin la participación de Kiev. Las reuniones tanto en Washington y Moscú como entre representantes europeos, en las que no se invita a sus homólogos ucranianos, hacen mella en la autoconfianza de Ucrania. Por ello, el ministro de Exteriores, Dmytro Kuleba, ha publicado en redes sociales las líneas rojas que marca el país eslavo.

Kuleba ha expresado el deseo ucraniano de encontrar una solución diplomática a la crisis, pero ha marcado tres líneas rojas que Kiev considera intolerable cruzar bajo ninguna circunstancia. Así, no se harán concesiones a la soberanía e integridad territorial en las fronteras internacionalmente reconocidas. Tampoco hablarán directamente con las "administraciones de ocupación rusas" de Donetsk y Lugansk. Y, finalmente, "solo la gente de Ucrania tiene el derecho a definir el curso de su política exterior", en una clara referencia al intento de veto ruso a la potencial entrada de Ucrania en la OTAN.

Kuleba ha destacado además que los socios occidentales de Ucrania le han facilitado en los últimos meses 1.500 millones de dólares de ayudas y más de mil toneladas de armamento y equipamiento militar. Cantidades que esperan aumentar con visitas como la del presidente de Francia, Emmanuel Macron, prevista para este martes, tras su encuentro con Vladimir Putin en Moscú.

Una mujer en un centro de instrucción paramilitar en Dnipro.
Una mujer sujeta un arma en un centro de instrucción paramilitar en Dnipro. Juan Teixeira

El profesor Valentín Yakushik, un experto analista ucraniano, opina que la posición expresada por el ministro Kuleba va dirigida, ante todo, al público interior ucraniano. Yakushik opina que "la integridad territorial de Ucrania ya está violada. Los acuerdos de Minsk dan cierta oportunidad de que estos territorios vuelvan de facto a Ucrania, aunque sea con un alto grado de autonomía, algo similar a Hong Kong o Macao. Pero si estos acuerdos no se cumplen, se empuja a estos territorios hacia Rusia".

Sobre el tema de la negativa de hablar con Donetsk y Lugansk directamente, el profesor Yakushik cree que "para resolver cualquier conflicto hace falta contacto, aunque sea mediante intermediarios. Se puede buscar incluso fórmulas como Israel con Palestina en algunos momentos, una negociación por mensajeros desde habitaciones diferentes, pero tarde o temprano hace falta llegar al punto del diálogo". Y sobre la cuestión de que sean los ucranianos los que decidan sobre su política internacional, añade que los políticos actuales "han llevado al país a una situación en la que los socios internacionales dejan a Ucrania realmente con pocas opciones de maniobra, como ya sucedió en Dayton con Bosnia. Y pueden llegar a exigirle que haga una cosa u otra".

Una sociedad muy heterogénea

Entre tanto, la población ucraniana vive de manera dispar lo que está sucediendo. Están las partes  bajo ese ataque directo de las fuerzas rusas en ciudades como Dnipro. Pero en la capital Kiev la situación es aun más dispar y, en momentos, sorprendente.

En Kiev, una buena parte de la población ignora por completo cualquier rumor de guerra. Los jóvenes en los bares hablan de música, ropa y nuevos gadgets, sin ni plantearse ninguna acción militar. Pero otros cientos de personas van cada fin de semana a alguno de los varios centros de instrucción paramilitar para hacer un "cursillo express de soldado". Corren tras un blindado, aprenden como asomarse por una ventana para disparar, y reciben nociones de primeros auxilios. Y luego, una amplia mayoría que no tienen tiempo ni para bares, ni para juegos militares de fin de semana: trabajan, disfrutan de sus familias, y tiran hacia delante como pueden.

Varios hombres armados en un centro de instrucción paramilitar en Dnipro.
Varios hombres armados en un centro de instrucción paramilitar en Dnipro. Juan Teixeira

El profesor Yakushik explica que la sociedad ucraniana "es muy heterogénea: hay elementos ultra-patrióticos que podrían incluso intentar tirar al Gobierno si intentan realizar los acuerdos de Minsk; otras personas abogan más por la búsqueda de compromisos; y otra parte se dedica a sobrevivir, y vive con apatía por la mala situación económica, los rumores esporádicos de guerra y la presencia de la pandemia". "Este tercer grupo no entiende a menudo de cuestiones complicadas de política exterior y es altamente manipulable", subraya Yakushik.

Habrá que ver si realmente la diplomacia dará sus frutos, ya sea con la participación directa de Kiev o no. Pero si la opinión de los ucranianos no es tenida en cuenta, mucha será la presión que deberán hacer los socios occidentales sobre las autoridades del país para que acepten un acuerdo que no les beneficie.

Y, a estas alturas, cualquier acuerdo deberá pasar por algún tipo de compromiso que deberá ser muy bien planteado, o simplemente "vendido", a los ciudadanos de a pie tras ocho años de crisis casi permanente, la pérdida de Crimea y parte del Donbass, y los más de 13.000 muertos que ha dejado esta conflicto.

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