Starmer se impone recuperar la sanidad, la educación y el esplendor de la City tras su victoria en Reino Unido
Starmer se ha impuesto como prioridad enterrar 14 años de gobiernos 'tories', devolviendo a la City el esplendor perdido por el brexit, corrigiendo las desigualdades sociales e interviniendo en sanidad y educación.
Madrid-
Una década y media perdida en términos de prosperidad, el cartel de enfermo económico global colgado desde el colapso crediticio de 2008, con un alarmante retroceso de influencia exterior desde 2016, con el resultado del brexit a cuestas y un duro y caro divorcio con la UE, y sin visos de que su histórico partido conservador pueda evitar una larga travesía por el desierto. Los 14 años de gobiernos tories han pasado una prolongada factura a la sociedad británica, a la que ha sometido a tantos y tan convulsos vaivenes, que tardará un tiempo -quizás ya nunca- en respirar los aires de grandeza de antaño.
Las elecciones del pasado jueves en Reino Unido ya presagiaban la debacle conservadora. Detrás de la tardanza del primer ministro, Rishi Sunak, -el quinto tory que ha ocupado el 10 de Downing Street desde que David Cameron sucedió a Gordon Brown, delfín de Tony Blair y entusiasta del nuevo laborismo con tintes neoliberales que arraigó durante otro largo periodo de 16 años en el Ejecutivo británico, aunque en esta ocasión con el mayor ciclo de bonanza ininterrumpida que se ha conocido desde el inicio de la Guerra Fría del siglo pasado- en convocar la cita con las urnas se escondía el temor a un declive tory sin fecha de caducidad.
Los analistas políticos también se han sumado a la tesis que rememora la decadente década de los setenta que aupó al poder a Margaret Thatcher y su recetario liberal y que creó un clima de desesperanza durante sus mandatos conservadores; incluido el de su sucesor, John Major, ya en los noventa. La emblemática estrofa There is no future... In England's dreaming de la banda de punk Sex Pistols en su canción God save the queen parece haberse instalado en el subconsciente colectivo del país. A juzgar por el consenso que reina entre los sesudos observadores de la vida británica, que destacan una atmósfera social parecida a la que irrumpió en la Pérfida Albión el 2 de mayo de 1997, cuando Major renunció a su cargo, sentando las bases para el inicio de la era Blair, después de la desbandada de casi una tercera parte de su gabinete.
Pero ¿dónde se ha fraguado la derrota conservadora? Desde luego, en 14 años de sobresaltos y retroceso en la capacidad adquisitiva de sus ciudadanos y en sus estándares de vida con un claro epicentro: el brexit de 2016. Casi en el ecuador de su periplo gubernamental, el sorprendente sí a la salida de la UE, auspiciado desde la extrema derecha de Nigel Farage y su UKIP -que ahora ha rebautizado como Reform UK, poniendo otra soga en la guillotina electoral tory- y alimentado por la inteligencia rusa y consultoras como Cambridge Analytics en redes sociales con bulos sobre el excesivo coste de la pertenencia de Londres en las esferas institucionales de Bruselas, supuso el antes y el después de la debacle. También la pandemia, que se llevó algún tiempo después a su explosivo y carismático líder, Boris Johnson.
Sin embargo, varios polvos embarrados anticipaban el profundo lodazal en el que han acabado naufragando, uno tras otro, los cinco premiers conservadores. La propia consulta popular sobre el brexit acabó con la carrera de David Cameron al frente del Ejecutivo -aunque recuperó estos últimos meses su presencia como jefe de la diplomacia de Sunak-; la falta de acuerdo de divorcio con Europa en el Parlamento británico se llevó por delante, tres años después, a Theresa May; el comportamiento antiético durante la crisis sanitaria lo hizo con su sucesor, Boris Johnson, al que acorralaron sus propios diputados, con otro trienio en el poder; el mercado a Liz Truss por su inconsistente programa de astronómicas rebajas fiscales a las clases más pudientes y a firmas multinacionales con aumento de los gastos sociales en apenas seis semanas en el cargo.
A Sunak, el quinto beatle en discordia, le ha tocado dominar las riendas de un caballo desbocado durante un año y medio antes de ceder los bártulos a Keir Starmer, líder de un laborismo que se tendrá que arremangar para devolver a Reino Unido el esplendor olvidado.
En el orden económico, la recuperación "llevará tiempo" después de una década bajo una tóxica combinación de "crecimiento anémico y creciente desigualdad", según James Smith, analista de Resolution Foundation, quien insiste en que el horizonte "no es nada halagüeño" a corto plazo. Porque Reino Unido y el impacto que ha ocasionado sobre sus estructuras productivas tanto el tsunami financiero de 2008 como los daños empresariales e inversores del brexit o la recesión de la Gran Pandemia y sus efectos inflacionistas y de paralización de su modelo económico le ha relegado al furgón de cola del G7. Para más inri, ha perdido el quinto puesto del PIB mundial en beneficio de la mayor de sus ex colonias, India, en 2023.
Una sucesión de errores oficiales y riesgos geopolíticos encadenados
La invasión rusa de Ucrania puso la puntilla. El incipiente despegue de su economía en 2021 fue inmediatamente abortado por la escalada de los precios energéticos, primero, y la posterior y persistente espiral inflacionista. De poco sirvió el programa de emergencia de Sunak como titular de Hacienda para subsidiar salarios y avalar empresas, públicas y privadas. El PIB británico se ha contraído un 10,4% desde 2020. "La Gran Pandemia y Vladimir Putin acabaron con los balones de oxígeno impulsados por los tories para sacar la cabeza del brexit", dice a Reuters André Spicer, profesor de la Universidad de Londres.
El mercado, en paralelo, tumbó el sueño neoliberal de Truss e instaló un halo de fragilidad en las filas conservadoras, que ya ni siquiera hablan demasiado en serio cuando se sacan de nuevo de la chistera recortes fiscales, como ha proclamado hasta la saciedad en campaña Jeremy Hunt, el Chancellor of the Exchequer de Sunak -ministro de Finanzas-; es decir, su lugarteniente en Hacienda.
El coste de esta sucesión de gobiernos tories ha sido demoledor
El coste de esta sucesión de gobiernos tories ha sido demoledor. El desempleo sigue en tasas cercanas al pleno empleo, pero a costa de una irrupción notable de pensionistas y una reducción de varios de los tramos de trabajadores en edad activa -en especial, los mayores de 55- que han puesto en tensión el Estado de bienestar. Con alta demanda de puestos a los que tendrían un fácil acceso los migrantes, si no fuera por el populista nacionalismo que ha aplicado sobre ellos el primer ministro Sunak en sus últimos meses de gestión. Por si fuera poco, en términos reales, el salario medio de 2023 se situaba aún en los niveles de 2008. Con la productividad estancada y el déficit y la deuda al alza, admite el conservador diario The Telegraph.
Lejos quedan las subidas salariales del 33% por década entre 1970 y 2007. Todo se truncó con la llegada de los tories al poder y su incompetencia para sacar al país del atolladero económico, apuntala el socialdemócrata The Guardian, que ve en Rachel Reeves la tabla de salvación. Es la encargada por Starmer para sacar a Reino Unido del atolladero en el que navega su economía. Para ello, ha recurrido al estilo Blair que en 1997 aireó un manifiesto para demoler la herencia conservadora. Como el nuevo laborismo, se centra en la sanidad y en la educación como ejes vertebradores de sus prioridades políticas. Pero, a diferencia del de Blair, promete menos gasto, aunque más intervencionismo; en concreto 1,5 millones de libras frente a las tres del antiguo líder laborista.
Reeves se ha encargado de esbozar las líneas maestras de la mano visible del Estado para acabar con el caos económico tory.
"Estamos ante una encrucijada como nación" y Starmer y yo -decía en una conferencia días antes de los comicios- "necesitamos cinco años para romper esta inercia en la que la presión fiscal está en cotas desconocidas en 70 años, nuestra deuda se ha duplicado desde 2010 y la adquisición de viviendas supone miles de libras más que hace cuatro años". Bajo una trampa de bajo dinamismo y alta fiscalidad que impide que la economía funcione.
Binomio laborista: estímulos estatales e inversión privada
El binomio estímulo estatal más inversión privada está en el corazón del manifiesto de Reeves. Para impulsar startups y negocios y consolidar el clima de negocios que llevó a Reino Unido -se jacta- a liderar el vigor en Europa. Una hoja de ruta con reformas precisas porque -añade- "toda incertidumbre política -en referencia a los gabinetes tories- acaba en inestabilidad económica".
Reeves quiere a los inversores de vuelta a la City. De hecho, ha recuperado el estatus de principal centro financiero europeo a París por la caída de los activos de la bolsa gala desde la irrupción como alternativa de gobierno de la extrema derecha de Marine Le Pen. La ministra de Hacienda trabajó -y así lo constata ella misma- en el Banco de Inglaterra (BoE), al que declara su admiración y le califica de ejemplo de la robustez institucional que desea instaurar en el orden económico británico.
El orden de las finanzas públicas vendrá de la mano de la subida de impuestos, según Starmer
Para restaurar la confianza e iniciar un programa de tintes más intervencionistas desplegará de inmediato más de 20.000 millones de libras -unos 23.600 millones de euros- desde el Fondo de Riqueza Nacional al sector privado para la creación de medio millón de nuevos puestos laborales. Mientras, su jefe de filas y vencedor en las elecciones del pasado jueves enfatiza que será preciso elevar impuestos para poner en orden las finanzas públicas. En concreto, en el impuesto sobre la renta, en las cotizaciones sociales, en el IVA y en las ganancias de capital. Una línea ideológica que les alejará, al menos inicialmente, del ideario neoliberal thatcheriano que buscaron recoger sus antecesores; en especial, Truss.
Los vientos, en este caso, vuelven a ser favorables para el equipo económico de Starmer porque, sorprendentemente, el PIB creció siete décimas entre enero y marzo -una por encima de lo previsto- y la inflación se situó en junio en el 2% por primera vez en tres años, lo que da alas al BoE para seguir la estela del BCE y alejarse de los tipos restrictivos de la Fed antes de que la autoridad de EEUU emprenda el abaratamiento de su dinero. Un buen augurio que podría consolidarse con la esperada buena receptividad bursátil al nuevo gabinete laborista británico de esta semana y que viene a poner un sólido parche inicial a la recesión que asoló toda la segunda mitad de 2023 a la economía británica.
"La economía es todavía 300 libras per cápita más pequeña que cuando Sunak asumió el cargo de primer ministro", se encargó de recalcar la víspera de la jornada electoral Reeves para incidir en que "queda todo por hacer", precisaba a The Conversation.
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