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Túnez, una revolución sin terminar

La semana que viene se cumplirán seis años desde que la desesperación del joven tunecino Mohamed Bouazizi iniciara la Primavera Árabe, una revolución que Túnez vive a medio camino entre la acuciante crisis económica y los derechos conquistados.

Protestas en Túnez reclamando oportunidades laborales.- REUTERS

AGENCIAS

Miles de personas se han manifestado este sábado en las calles de Túnez exigiendo oportunidades laborales al Gobierno. Estas protestas evidencian un cierto desencanto respecto a aquel estado de optimismo generalizado que desató la Primavera Árabe

La semana que viene se cumplirán seis años desde que la desesperación de un joven vendedor ambulante tunecino Mohamed Bouazizi le llevara a inmolarse, lo que sirvió de catalizador de lo que más tarde se denominó la Revolución de los Jazmines, una serie de manifestaciones que se extendieron a otras regiones del mundo árabe —Egipto, Libia, Yemen y Siria— y que pasará a la historia como la Primavera Árabe

Una bocanada de aire fresco y esperanza que ha ido perdiendo fuelle debido, en gran medida, a la tenaz resistencia de las autocracias y al ascenso del yihadismo de la región. Con todo, y pese a que la situación económica sigue sin despegar, el país que originó el levantamiento democrático de 2010 puede mirar a su alrededor con cierto orgullo de una transición democrática que ha alcanzado espacios de libertad inimaginables durante la dictadura de Ben Ali. Innumerables tensiones políticas y brotes de violencia han llegado poner en peligro la débil democracia conquistada. 


El mayor reto sigue siendo el terrorismo yihadista, cuyas embestidas han hecho mucho daño al sector turístico, motor económico del país. La calidad de vida se ha ido degradando y la conflictividad social se ha disparado de nuevo hasta el punto de que las manifestaciones reclamando mejoras sociales se suceden las huelgas. 

Organizaciones como Amnistía Internacional (AI) han denunciado que "la brutal represión aumenta de nuevo en Túnez", una práctica que parece seguir estando muy presente entre las fuerzas de seguridad. El legado de Ben Ali se mantiene, en ese sentido, muy presente; la nueva Constitución aprobada en 2014 no ha podido con dicha herencia y Túnez sigue siendo un Estado policial, lo que evidencia que muchos de los objetivos de la revolución, al menos lo referentes a derechos sociales, no se han alcanzado. 

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