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Venezuela: la corrupción que amenaza la recuperación económica

Decenas de personas de la élite política, judicial, militar y empresarial han sido detenidas en relación a una gran trama de corrupción en la industria petrolera, justo cuando la economía del país iniciaba la recuperación.

Vista panorámica de la capital de Venezuela, Caracas
Vista panorámica de la capital de Venezuela, Caracas. Marco Teruggi

Una atmósfera de río revuelto se instaló en las últimas semanas en Venezuela. Comenzó con los primeros anuncios de detenciones por una trama de corrupción centrada en la estatal petrolera PDVSA y la institución que supervisa el mercado de criptomonedas, la Superintendencia Nacional de Criptoactivos. El asunto picó y se extendió, como dice la expresión venezolana: fueron detenidos jueces, diputados, alcaldes, altos funcionarios, gerentes de empresas estatales, empresarios privados de la construcción, civiles y militares.

Un total de 62 personas fueron arrestadas desde que comenzó la operación anticorrupción a finales de marzo. Algunos de ellos fueron presentados ante las cámaras de televisión, en su primera audiencia y de madrugada, con trajes naranjas de presos comunes. Una escenografía atípica cargada de mensajes entre líneas, enmarcada en el discurso de "caiga quien caiga" expresado por el presidente Nicolás Maduro, la Fiscalía General, la Asamblea Nacional y la dirección del Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV).

Maduro informó de que fueron incautados 1.007 bienes, entre los cuales se incluyen "seis edificios, 38 apartamentos de lujo, 28 mansiones, 16 oficinas gigantescas, cuatro grandes terrenos en zonas urbanas, siete empresas, una posada, un club, 13 complejos empresariales con galpones con materiales, cuatro haciendas, 361 vehículos de alta gama, 52 camiones nuevos, nueve motocicletas, nueve autobuses, 23 máquinas pesadas, 19 aeronaves de primer nivel, siete embarcaciones y un grupo de armas".

La lista de bienes no fue acompañada de una cifra oficial sobre cuánto se habría robado en cerca de tres años. Varias agencias internacionales dan cuenta de que podrían ser alrededor de 22.000 millones de dólares: un desfalco al erario público que ocurre justo cuando la economía iniciaba su recuperación, entre 2021 y 2022, tras una caída ininterrumpida de siete años que acabó con cerca de tres cuartas partes del Producto Interno Bruto (PIB). Un robo multimillonario cuando, según el propio Gobierno, el país volvía a crecer a un ritmo del 15% anual.

La recuperación asimétrica

El fin de la caída continuada del PIB fue acompañado con el popularizado lema "Venezuela se arregló". Ese arreglo se manifestó en varias facetas, entre ellas, el regreso de artistas internacionales, como Buika, Juan Manuel Serrat, Puma Rodríguez, Fito Páez, Vicente García, Morat, Alejandro Fernández, Anuel, Cuarteto de Nos o Pablo Alborán.

Venezuela dejó de ser un país prohibido y desconectado para volver a ser una plataforma para los artistas de otros lugares, con recitales llenos, a precios que oscilan entre unos sesenta dólares y más de mil.
También se multiplicaron restaurantes, concesionarias de carros último modelo, tiendas de ropa, comercios de alimentos importados, negocios de lujo y construcciones de edificios. Todo en dólares y caro.

La geografía de esa Venezuela premium se concentró en el este caraqueño, en áreas como Las Mercedes, Altamira o Los Palos Grandes, con exhibición de riqueza en una cultura donde el dinero y la discreción suelen ser incompatibles: tener es mostrar, y hacerlo con formas petroleras y maiameras por quienes siempre tuvieron y en particular por los recién llegados.

Caracas no comenzó a parecerse a Dubái sino a fragmentos de ostentación sobre una ciudad que no se repuso de la inundación. La recuperación en las zonas populares se tradujo en más dinero en mano, nuevos comercios y emprendimientos con capacidad de generar ingresos junto con el oscilante flujo de remesas, según ha podido comprobar Público en una visita al país.

Fue la impresión de no estar al borde permanente de la falta de aire, un alivio tras años de desabastecimiento, seguidos de hiperinflación y apagones crónicos. Se pudo volver a pensar en estar mejor. "Este ahorita es otro mundo, vainas caras, te vas al oeste y hay buhoneros (vendedores ambulantes), ahorita está el que tiene, tiene, tiene, y el que no tiene; son más los que no tienen", explica un mototaxista que trabaja con una aplicación de reparto a domicilio, algo que es parte de las nuevas dinámicas económicas.

La Caracas deluxe creció bajo sospecha pues este proceso de recuperación se dio durante el bloqueo económico estadounidense: ¿quiénes invierten? ¿quiénes consumen? ¿cómo nacen las fortunas en medio de una crisis? Los arrestos por la trama de corrupción confirmaron para muchos este runruneo. El Gobierno, en su ofensiva contra esa trama corrupta, reconoció que parte de la opulencia emergió con el asalto a las arcas del Estado por parte de funcionarios asentados donde se roba a escala macroeconómica en Venezuela: PDVSA (Petróleos de Venezuela S.A.).

La caja negra multimillonaria

De los 62 arrestados, 43 de ellos eran de la empresa petrolera. "Luego que comercializaban el crudo asignado ilegalmente se incumplía con los pagos correspondientes a PDVSA. El ingreso de esas operaciones paralelas no entraba al Estado, y con el tema de las criptomonedas los iban lavando", explicó el fiscal general, Tarek William Saab. Los millones lavados iban a edificios y avionetas dentro de Venezuela, y puede suponerse que también a cuentas y compra de bienes en el exterior.

La corrupción denunciada en PDVSA ocurrió bajo la administración de Tareck El Aissami, hombre fuerte del chavismo, ahora condenado al ostracismo y sin información oficial sobre su caso, mientras su círculo de poder ha sido arrestado. El Aissami había asumido la conducción de la industria petrolera después de que sus antecesores hubieran sido arrestados o acusados por corrupción, como Eulogio del Pino o Rafael Ramírez, también autores –según la Fiscalía– de robos millonarios o multimillonarios. Más de una década de corrupción en la industria petrolera, la que mueve la osamenta de la economía nacional.

La particularidad del periodo de El Aissami al frente de PDVSA es que coincidió con el recrudecimiento de las sanciones por parte de Washington, bajo la Administración de Donald Trump. El bloqueo a la industria estatal y las empresas internacionales relacionadas con ella empujó a buscar caminos de radar apagado para vender el crudo y así evitar las sanciones. En esas zonas ocultas crecieron fortunas.

Un grupo de niños y niñas juega en el barrio de San Agustín, en Caracas
Un grupo de niños y niñas juega en el barrio de San Agustín, en Caracas. Marco Teruggi

La combinación de sanciones y corrupción arroja números como detonaciones: 29.000 millones de pérdidas anuales por el bloqueo, según el Gobierno de Maduro; los ya citados 22.000 millones en cerca de tres años por la corrupción y una producción petrolera mermada en cerca de 700.000 barriles diarios por decisión de la OPEP.

En este contexto, se ha abierto una reflexión que tiene todo el sentido acerca de las responsabilidades: cuánto de la crisis se debe al bloqueo y cuánto a la corrupción, por parte de quienes, en particular, debían recuperar la vital industria petrolera pero la hundieron un poco más en medio de la máxima presión de las sanciones.

El aumento del descreimiento

Existe un distanciamiento hacia la política que se percibe en las conversaciones del día a día, en la cotidianeidad. Los venezolanos se han vuelto más escépticos, pragmáticos, desmovilizados, descreídos de los representantes políticos, algo que la última trama de corrupción puede haber acrecentado al confirmar otro vox populi: robaron tanto en las filas de la oposición alistada en el experimento de Juan Guaidó como en las filas del chavismo. Ambos a gran escala. ¿Puede el Gobierno atenuar esa percepción al sostener que es el único en la historia en haber enfrentado un problema endémico?

Los hechos ocurren mientras Venezuela se acerca a las elecciones presidenciales previstas en 2024. El chavismo cuenta con una estructura partidaria nacional, una base social que se mantiene, con los resortes del Estado, una unidad que la trama de corrupción no parece amenazar. La experiencia indica que los dirigentes desterrados políticamente no se reconvierten en alternativas electorales. La oposición, por su parte, es un archipiélago previo a sus primarias previstas para octubre: desde sectores con mayor cercanía al Gobierno hasta figuras conocidas como Henrique Capriles, María Corina Machado o el outsider-cómico Benjamín Rausseo.

Las elecciones presidenciales forman parte de los diálogos entre el Ejecutivo, la Plataforma Unitaria de la oposición, la Casa Blanca y quienes buscan mediar, como el Gobierno colombiano del presidente Gustavo Petro. Sobre la mesa están las inhabilitaciones de dirigentes de la oposición o el voto en el extranjero con suficiente fuerza para desbalancear un resultado.

Maduro pone la prioridad en el levantamiento del bloqueo que ahora amenaza con embargar Citgo, filial de PDVSA en Estados Unidos, el activo más importante de Venezuela fuera del país cuyo valor se calcula en cerca de 8.000 millones de dólares.

La expectativa sobre la recuperación económica fluctúa: un optimismo inicial menguó con el freno de la percepción de mejoría desde inicio de este año, cuando a su vez crecieron las movilizaciones para reclamar mejores salarios. La recuperación se enfrenta al bloqueo y la corrupción interna, pero hay elementos como la derrota del ensayo Guaidó que ha dado al Gobierno una victoria política y un consecuente clima favorable para las inversiones privadas. Negocios frente a golpes de Estado naufragados.

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