Este artículo se publicó hace 2 años.
El viaje a ninguna parte de Pedro Castillo en Perú
El presidente peruano forma su cuarto gabinete (el segundo en una semana) con tan solo seis meses en el cargo. Su errático viaje, con volantazos a izquierda y derecha, provoca desconcierto en la opinión pública.
Como un funambulista impenitente, Pedro Castillo parece empeñado en caminar sin descanso por la cuerda floja. El presidente de Perú acaba de formar su cuarto gabinete de ministros (el segundo en una semana) con tan solo seis meses de antigüedad en el cargo, todo un récord de inestabilidad. El mandatario ha nombrado como primer ministro a Aníbal Torres, de 79 años, un hombre de su confianza que sustituye al efímero premier Héctor Valer, caído en desgracia sin tiempo casi de sentarse en su despacho.
Pragmático, Castillo ha pactado con varias familias políticas para asegurarse cierta tranquilidad parlamentaria durante un tiempo. De momento, el acróbata sobrevive. Pero su errático viaje, con volantazos a izquierda y derecha, provoca ya mareos en la opinión pública.
La enésima crisis del gobierno de izquierdas peruano se precipitó tras la renuncia de la presidenta del Consejo de Ministros, Mirtha Vásquez, una abogada progresista y defensora de los derechos humanos que dimitió el 31 de enero por desavenencias con Castillo.
El presidente giró entonces los mandos hacia la derecha y nombró como sustituto a Valer, un político conservador ligado al Opus Dei que había sido acusado de maltrato por su mujer y su hija. Las denuncias se airearon y Valer se vio forzado a dimitir tres días después de su nombramiento.
Torres, el nuevo jefe del gabinete, era hasta ahora ministro de Justicia y proviene de la provincia cajamarqueña de Chota, de la que también es originario Castillo. Como abogado, se ha enfrentado en los tribunales a las denuncias de fraude electoral presentadas por Fuerza Popular, el partido de Keiko Fujimori. La hija del expresidente Alberto Fujimori, condenado por violación de los derechos humanos, perdió ante Castillo por un escaso margen en la segunda vuelta de las elecciones celebradas en junio del año pasado. El legítimo triunfo electoral de Castillo, prácticamente un desconocido hasta ese momento, enervó a la extrema derecha peruana y a las élites limeñas, alarmadas por la llegada al poder de un maestro rural de provincias y de izquierdas. El mandatario está desde finales de julio, cuando asumió el cargo, en el punto de mira de esos poderes fácticos, que no dudarán en tratar de tumbarlo de una u otra manera.
Con el nombramiento de Torres, Castillo gana fidelidad pero pierde capacidad para forjar acuerdos debido al estilo bronco del nuevo primer ministro. Las continuas rotaciones en el equipo ministerial rozan el vértigo. Hace poco más de una semana, Castillo nombró a diez ministros nuevos (de los 19 con que cuenta el gabinete), de los cuales cinco han salido de la foto esta semana. La recomposición gubernamental no ha afectado a algunos ministros muy cuestionados, como los de Interior, Defensa, Transportes y Cultura. Y, sin embargo, Castillo ha prescindido de su ministro de Salud, Hernando Cevallos, el mejor valorado por la ciudadanía por su exitosa estrategia de vacunación contra el covid-19. En su lugar, ingresa Hernán Condori, un médico al que se relaciona con teorías cercanas a la pseudociencia.
El nombramiento de Condori obedece a la nueva correlación de fuerzas en el seno del gobierno. Castillo pertenece al partido Perú Libre, cuyo fundador y líder, Vladimir Cerrón, recupera cuotas de poder al colocar a uno de sus fieles en Salud, una cartera estratégica en estos momentos. Cerrón, de ideología marxista-leninista, lidera la facción más ortodoxa de Perú Libre, aquella que no ve con buenos ojos los acercamientos del mandatario hacia sectores socialdemócratas como el que abandera Verónika Mendoza, dirigente de Nuevo Perú. Con la caída de Mirtha Vásquez, el centroizquierda perdió peso en el gobierno, si bien Castillo ha tratado de compensar a ese espacio político con el nombramiento ahora de una referente del feminismo, Diana Miloslavich, al frente del Ministerio de la Mujer y Poblaciones Vulnerables, una cartera que hasta hace unos días ostentaba Katy Ugarte, una populista con ideas retrógradas sobre las cuestiones de género. El giro a la izquierda del gobierno, con ministros afines a las diferentes corrientes de Perú Libre, queda matizado sin embargo con la continuidad en el Ministerio de Economía y Finanzas de Oscar Graham, un tecnócrata neoliberal.
Gobierno "cortoplacista"
Para el politólogo Fernando Tuesta, la estrategia de Castillo al conformar el nuevo gobierno no va a solucionar la grave crisis institucional y política que atraviesa Perú, y busca tan solo la supervivencia a corto plazo. "No hay nada que permita pensar que este gabinete sea distinto a los anteriores por la composición del mismo -explica Tuesta en conversación telefónica desde Lima-, porque el deterioro de la gestión pública y la permisividad hacia su entorno, con las evidencias de corrupción, no han cambiado. Hay que recordar que muchos de los problemas del presidente han sido motivados por sus propias declaraciones, por los nombramientos de personas con serios problemas o por escándalos de corrupción. En ese sentido, es difícil imaginar un gabinete de larga duración. Se trata, al contrario, de un gobierno cortoplacista".
El objetivo del nuevo gabinete, según Tuesta, es simplemente lograr los apoyos necesarios en el Congreso para ganarse la confianza de la Cámara y frenar una hipotética moción de "vacancia" (proceso de destitución). En un Congreso de 130 legisladores, se necesitan dos tercios (87 votos) para que salga adelante la propuesta de destitución. Y Castillo se habría asegurado al menos 44 apoyos, suficientes para sortear una emboscada parlamentaria. Fuerza Popular, Avanza País y Renovación Popular, las formaciones más a la derecha, ya intentaron en diciembre, sin éxito, la tramitación de una moción de "vacancia" por "incapacidad moral permanente" del presidente. Esta práctica parlamentaria extrema se llevó por delante a los dos predecesores de Castillo. Pedro Pablo Kuczynski dimitió en marzo de 2018 antes de someterse a la votación cuando la oposición ya había reunido los 87 votos. Y Martín Vizcarra fue depuesto por esta vía en noviembre de 2020. Tuesta cree que la oposición de ultraderecha seguirá proclamando en sus discursos la amenaza de la “vacancia”, pero no la propondrán hasta que no estén seguros de contar con los votos necesarios.
A Castillo, no obstante, no le va a ser fácil llegar hasta el final de su mandato en 2026 si continúa abonado a la inestabilidad. Mirtha Vásquez -quien reemplazara en octubre al primer jefe del Consejo de Ministros, Guido Bellido (afín a Cerrón)- describía hace unos días en una entrevista con el diario El Comercio la caótica forma de gobernar de un mandatario rodeado por una camarilla de asesores de su provincia cajamarqueña con una influencia notable en las decisiones gubernamentales. Vásquez salió del gobierno tras la negativa de Castillo de respaldar al exministro del Interior Avelino Guillén en su intento de denunciar actos de corrupción en la policía. La exprimera ministra colocó en su cuenta de Instagram una caricatura de un periódico en la que ella aparece como bombera, impotente ante el fuego provocado por un hombre que porta una antorcha y lleva un sombrero parecido al de Castillo. Esa imagen simboliza, a juicio de Vásquez, lo que se cuece cada día en el Palacio de Gobierno, donde los ministros tienen menos acceso al presidente que los asesores áulicos de su tierra.
Los constantes vaivenes de Castillo y las acusaciones por corrupción o comportamientos indebidos que pesan sobre algunos de sus colaboradores han ensombrecido la agenda social con la que el profesor rural cautivó a los sectores populares del país. De momento, el presidente peruano ha perdido otra oportunidad para encauzar el rumbo. Y continúa embarcado en un viaje a ninguna parte.
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